Rocé con mi dedo tu boca encarnada
intentado llegar a tu verbo de fuego,
solo encontré entre rescoldos lejanos
huellas de labios que no eran mis labios.
Tu cuerpo es el jardín donde florece en primavera
un río de fragancias que desemboca en mis dedos;
en mis dedos y en otros dedos ajenos a mis dedos.
¿Puede la lluvia alisar el repliegue de los ecos?
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Transparente,
como el agua del río
es la caricia del día en tu pelo.