En una época remota, cuando estos planetas que nos rodean
estaban recién formados, se instauró el Reino de la Paz
Universal. Su principio fundamental consistía en respetar por
igual a cualquier forma de vida, por pequeña que pareciese. Su
centro estaba en la constelación de Pegaso y lo dirigían sabios
casi tan viejos como el Universo, que habían decidido dedicarse
por completo a una misión: no permitir disturbios que pusieran
en peligro la Vida.
Esos
ancianos eran muy altos, su barba estaba formada por la misma
materia que la cola de los cometas. Tenían como ley no
intervenir en el desarrollo de los planetas a no ser que fuera
necesario. Frente a su sala de reuniones se extendía un gran
espejo. Cuando había un conflicto, el espejo se iluminaba con
una suave luz y señalaba el lugar donde estaba ocurriendo el
problema.
Al surgir en la Tierra las primeras formas de vida reinaba la
calma... La evolución continuó, llegaron las plantas, peces,
aves, reptiles y mamíferos. Vivían en armonía, demostrando una
sabiduría que hoy llamamos "equilibrio ecológico".
Mas cuando el hombre entró en escena trató de dominar a todos,
comenzando por sus semejantes. Empezaron las luchas por tener
más, comenzaron a exterminarse unos a otros. Mientras algunos
hombres amaban la naturaleza; otros, llenos de codicia, creaban
armas cada vez más sofisticadas. Llegó un tiempo en que el
Planeta era dominado por la guerra; hasta llegar a la Primera y
Segunda Guerra Mundial, donde murieron muchas personas, se
destruyeron ciudades y sistemas ecológicos.
Los países continuaron creando armas cada vez más poderosas.
Entre las más temibles, estaban las atómicas, que son capaces de
destruir países enteros. Muchos hombres protestaban alarmados,
tratando de salvar la Vida, pero no fueron oídos por los
avariciosos. Finalmente en el planeta se acumularon tantas
bombas nucleares, que el más mínimo error provocaría una
reacción en cadena que llevaría a la destrucción del Universo.
Como si esto fuera poco, algunos humanos, guiados por su
codicia, dañaban el medio ambiente, convirtiendo tupidas selvas
en tristes desiertos. Afectaban la capa de ozono, que protege de
los rayos solares dañinos. Contaminaban las aguas con los
residuos de sus fábricas. Envenenaban el aire, sin pensar que
ese mundo enfermo era el regalo que le iban a dejar a sus
hijos...
Los ancianos del Reino de la Paz Universal decidieron que era el
momento de hacer algo. Tuvieron que pensarlo mucho, porque los
hombres se habían vuelto tan agresivos que si enviaban una nave
espacial, eran capaces de destruirla. Esta acción podía comenzar
la guerra que exterminaría al Universo. Finalmente, decidieron
enviar a un emisario muy especial, que les había servido
fielmente por siglos, la Paloma de la Paz, a fundar un nuevo
mundo donde el hombre fuera el amigo del hombre, cuidara a los
seres menos desarrollados y aprendiera a amar el planeta donde
vive.
La Paloma era portadora de un mensaje:
¡Detengan la Guerra, llénese de amor y hermandad!
En el nuevo Universo los hombres se querrían como hermanos,
lucharían por hacer un mundo mejor, protegiendo a las criaturas
inferiores, en especial a los árboles, esos amigos silenciosos
que son imprescindibles para el equilibrio de la vida.
Ya la Paloma ha llegado a muchas casas. A veces entra sin que la
vean. Si las gentes están durmiendo, las roza con sus alas y les
da su mensaje. Entonces, esas personas despiertan pensando que
tuvieron un sueño mágico y cambian su forma de pensar.
Prefiere a los niños y a los hombres de ciencia, que la
comprenden y se comprometen a ayudarla. Ama a los artistas, que
la reciben con amor y se dedican a difundir su misión: si son
pintores, dibujando el Nuevo Mundo; si son músicos, componiendo
armonías dedicadas a la paz y la alegría; si son escritores,
haciendo poemas o cuentos como éste.
Aún existe guerra y destrucción del ambiente porque es una sola
Mensajera para toda la humanidad y le queda mucho camino por
recorrer. A veces se encuentra extenuada, sin fuerzas para
concluir su tarea; porque hay personas obstinadas que no la
escuchan. Entonces la Paloma se siente triste y abatida.
Pero si en ese momento ve a un niño sembrando un árbol, a un
hombre dándole la mano a su amigo, a una niña abrazando a su
madre, o a cualquiera de nosotros que esté a favor de la paz, la
amistad y la protección de la vida, recobra sus fuerzas... por
eso estoy seguro de que algún día terminará su misión.