Algo,
no sabía qué, la forzaba a salir del camino que le habían
marcado. Un sonido, un sonido indescriptible que nunca sus
pequeñas antenas habían degustado. Dejó caer la pesada carga y
se alejó de sus hermanas para responder al llamado.
Las otras hormigas insistieron en intentar hacerla regresar a la
fila, pero ella no las oía, no podía... Estaba atrapada por el
encanto de la melodía de una caja de música.
No entendía lo que era la música, sólo sabía que este nuevo
sentimiento que generaba en ella era algo bello, extremadamente
grato a sus sentidos.
Dejó caer suavemente sus patas y se sentó, por vez primera, a
admirar la gran mancha oscura que se erguía frente a ella, desde
donde se desprendía aquel maravilloso sonido.
Durante lo que para ella fue una eternidad, disfrutó de la
música.
Sus hermanas, asustadas, la miraron al pasar, pero no se
atrevieron a detenerse ni a dejar el camino trazado por la
rutina de toda una vida acarreando provisiones para el
hormiguero.
Pasó el tiempo y fue tanto el que pasó, que ya la colonia de
hormigas no vivía por esos lares. Pero a nuestra hormiga no le
importaba, como tampoco le importaba comer, o dormir, sólo
quería escuchar su música.
La vieja caja dejó un día de tocar, pero ella no se dio cuenta:
la melodía seguía en sus oídos, tan alta y tan clara como la
primera vez que la escuchó.
La hormiguita se rascó la cara, abrió los ojos y se asustó al
verse de regreso en su hormiguero. No entendía bien lo que había
pasado, cómo había encontrado el nuevo camino, qué había sido de
la música... Decidió al fin olvidar todo y comenzar a trabajar,
como una hormiga más en la fila eterna e incansable.
Mientras iba por el camino con sus hermanas y la pesada carga a
cuestas, le vino como un aliento el recuerdo de la música y
empezó a tararearla. Sus hermanas no entendían qué pasaba, pero
por alguna razón, el sonido que venía de la hormiga les agradaba
de una forma increíble, despertando en ellas sentimientos
desconocidos.
Una hormiga detuvo su andar y prestó atención a la melodía.
Llegado un momento, todas dejaron su marcha y se sentaron a oír.