Hoy es San Valentín, patrón y protector de los enamorados,
y, suponiendo que la mayoría de los humanos con una cierta
madurez, alcanzada también en la adolescencia, estamos loca,
o cuerdamente, perdiditos por nuestra media naranja, hemos
de concluir que hoy es una fiesta a celebrar por una gran
parte de la humanidad.
Aquí, en nuestra Patria semi desgajada, se está celebrando
más en la intimidad de la pareja que en lo público por mucho
que los mentores de ésta tan especial fiesta, es decir, los
comerciantes de diversa índole, anden empeñados en surtir a
cualquier incauto de lazos y corazoncitos rojo intenso.
La celebración en pareja es como antes era el amor: a veces
secreto, casi siempre íntimo, pausado en lo externo y
ansioso en el deseo. Pero hay, como no, otras
manifestaciones del amor, manifestaciones manifiestas, besos
prolongados en plena calle, achuchones vehementes en las
esquinas, manos apretando traseros, miradas lascivas que “le
ponen a cualquiera”. Eso es el amor de ahora, un amor rápido
y frenético que en demasiadas ocasiones lleva, poco después,
al ahí te dejo.
Pero mejor dejarlo aquí, cada uno que ame como quiera, o
como pueda, o como le dejen, pero que ame al fin.
En lo público, hoy, el amor se ha celebrado de otra manera,
digamos que a la contra.
Hemos sabido del amor que no se tienen entre si las diversas
Asociaciones de victimas del terrorismo, hemos visto el
desamor que ha llevado a presentar su dimisión, eso sí,
diferida, al Comisario de esas víctimas. Se ha confirmado la
ausencia de nuestro Presidente del Gobierno en el Congreso
celebrado en Valencia, y hemos escuchado, una vez más, el
enorme amor que desde Batasuna, y gran parte del País Vasco,
se profesa al territorio navarro, un amor que pretende
alcanzar la posesión total, que no deja de ser una acepción
de la palabra “quiero”.
Cuando uno ama, no duda en entregar sin que le duela, y en
ese amar intenso, profundo y generoso, anda nuestro siempre
ponderado ZP. Se rompe con una novia y se alcanza la
plenitud del amor con otra. Qué importa si a la primera le
estalla el corazón, qué importa si las heridas nunca
sanarán, qué importa que clame y suplique algo de caridad,
qué importa nada si por fin se obtiene el beneficio del
amor.
Muchos amantes han pasado a la historia solo por eso, por
amantes, por llegar a dar sus vidas entre incomprensiones y
llantos pero abrazados hasta el fin. ZP parece que pasará a
la historia, o así lo pretende, por lo mismo que los amantes
de Teruel, por citar una histórica pareja, por su inmenso
amor. Amor a la paz. Por su peligrosa obsesión por la paz.
Por su incansable claudicación, que no lucha, en aras de una
paz que, a pesar de todo, parece imposible.
Las cosas valen lo que valen según los criterios que para
tasaciones se empleen, pero cuestan lo que ha querido
pagarse por ellas. ¿Cuánto vale la Paz? Creo yo que todo el
oro del mundo y unos miles de muertos, pero, ¿Cuánto nos
costará la paz? Apunten en un papel:
+todo el oro de España que sólo recibirán unos pocos.
+ miles de muertos de nuestras gentes.
+ la disgregación de nuestro País a petición de cuatro
fanáticos separatistas.
+ los conflictos por causa de las lenguas co-oficiales.
+ el final de un Estado de derecho por no ser en él
respetadas las Leyes, ni tan siquiera por aquellos que las
promulgan.
+ unos cientos de excarcelaciones con honores y beneficio de
pensión.
+ el desprecio de los unos por los otros.
+………………………….………………………………………………………….
He dejado sitio para que, si quieren, añadan todo eso que
ustedes saben y yo no transcribo por falta de espacio.