No sé cómo lo soportan Vdes., mis queridos convecinos de este
patio de gallinero en que se esfuerzan en convertirnos el país
esas personas que elegimos para regirnos, pero, yo, con toda
sinceridad, me veo obligado a decir que siento vergüenza ajena
cada vez que los veo -desde el de la batuta hasta el del trombón
de varas- en cualquier intervención ante las cámaras o en los
titulares de prensa.
Es inadmisible que personas con una o más carreras
universitarias, presumiblemente, con suficiente preparación,
asesoramiento y capacitación para el ejercicio de sus bien
remunerados cargos, no sean capaces de conseguir y mantener un
status de personas serias y mesuradas, coherentes y dignas,
respetables y respetuosas... A los actuales regidores, muy
conscientes de la efímera durabilidad de sus recientes empleos,
no se les ve ni se les oye -ni se les presume- otra cosa que
perseverar en una defensa a ultranza contra los cáusticos y
continuados ataques de la oposición. Y a la oposición, sobre
todo a los adalides y capitostes del grupo mayoritario, que,
soberbios donde los haya, siguen sin digerir que el pueblo los
mandaran a tomar por saco desde las urnas (y mucho menos que
fuera por lo de la foto de las Azores), no se les oye otra cosa
que acusar, inculpar, recriminar, despotricar y tirar a matar
contra todo lo que se mueva en la otra parte.
Yo no dudo de la buena voluntad que primaba los afanes y deseos
de estas personas cuando decidieron enfocar sus vidas por los
derroteros de la política, incluso, no dudo que aún la
mantengan, pero, a tenor de lo que se advierte en sus diarias y
continuadas "batallas", podríamos decir que todos sus afanes y
deseos se reducen a mantener las poltronas en los unos y a
tratar de echarlos y cogerlas para sí en los otros. No sólo no
se advierte ningún afán de acuerdos, de consensuar opiniones, de
cooperar en tantas cosas que servirían para el mejor desarrollo
del país y la mejora común, sino que -es obvio, porque es lo que
vemos- persisten en sus actitudes recíprocas de desvirtuar,
desmentir o defenestrar todo cuanto digan, hagan o propongan los
otros.
Ambos -actual gobierno y actual oposición- tendrían que
reflexionar sobre la imagen que trasmiten al pueblo, valorar sus
actitudes y pensar que los españoles, poco a poco, vamos siendo
mayores de edad, que ni el pan y circo de tiempos pasados ni
este otro circo de órdago a la grande y los tuyos por si acaso
nos sirve para otra cosa que para pensar que qué habremos hecho
los españoles para merecer tan larga penitencia, que, de vuelta
ya de todo cuanto hemos visto y oído por esos púlpitos de ahí
arriba en los últimos tres o cuatro mil años, ni se nos pone
ojos de asombro ante los prodigios que nuestros tribunos se
sacan de sus chisteras ni formamos expectantes corrillos ante
aquellos otros de los milagrosos crecepelos que van por ferias.
Según nos cuenta Plutarco en sus "Vidas paralelas", "La mujer
del César no sólo ha de ser honesta sino, además, parecerlo."
Reflexionen. Piénsenlo muy seriamente, señores nuestros, tengan
en cuenta que, en breve, las urnas volverán a llamarnos para que
les digamos al oído en quiénes depositamos nuestra confianza
para el siguiente ciclo. Y, si no quieren tener que preguntarse
el porqué de tanta abstención en las próximas, y no les voy a
hablar -que podría- de guerras que no queríamos ni de la
imposición de leyes represivas -como la del tabaco o sus
continuadas subidas de impuestos-, reconsideren si, además de
haber actuado -o intentado actuar- como personas serias y
honestas, como políticos responsables, como dirigentes dignos y
respetuosos con quienes les pusieron en sus cargos, han
intentado parecerlo.
Entiéndanlo. Lean sus nombres en cualquier parte y vean ese
título que les antecede y que les tratan como Excelentísimo Sr.,
como Ilustrísima Sra., como Sus Señorías...