LOS TEMPLARIOS. HISTORIA, LITERATURA Y LEYENDA (II)
por Anabel Sáiz Ripoll
II. LOS TEMPLARIOS Y LA RECONQUISTA
En
la Península Ibérica, el Temple tuvo una gran influencia en la
zona del norte. Así Aragón y Portugal son los primeros reinos en
los que se data su presencia. En 1130 Raimundo Rogelio de
Barcelona donó a la orden la plaza de Granera. En 1132, el conde
de Urgel les cedió el castillo de Barberá. Se afirma que en
Aragón los Templarios dominaron 36 castillos.
La mayoría de los Templarios que llegaron a la Península lo
hicieron después de la caída de Tierra Santa porque no olvidemos
que aquí había otro motivo por el que luchar: la Reconquista.
Para ellos fue como una nueva cruzada, la posibilidad de seguir
en el papel para el que habían sido preparados.
Para que veamos cuán grande fue su poder, en 1134, el rey
Alfonso el Batallador, de Aragón, les legó sus posesiones,
aunque los nobles lo impidieron y su propio sucesor, Ramón
Berenguer IV, tuvo que negociar con los monjes sobre la
concesión de villas y castillos.
Durante el reinado de Alfonso II el Casto aumentan las
incursiones militares de la orden, que también influyó en los
asuntos políticos del momento. Pedro II sin ir más lejos los
nombró mediadores entre él y su madre, doña Sancha. Durante la
cruzada contra los albigenses muere Pedro II y su hijo, el
futuro Jaime I el Conquistador, se salva gracias a los cátaros.
A los seis años es trasladado a Monzón, al castillo templario,
donde será educado y protegido por los monjes durante tres años.
En Castilla y Aragón los templarios se asentaron en las tierras
que lindaban con el norte del Tajo, por sus posibilidades
económicas y porque estaban alejadas de las fronteras
musulmanas.
En la Corona de Castilla parece que no tuvieron tan buena
acogida o que, al menos, otras órdenes fueron más importantes
que la del Temple. Parte de las encomiendas y donaciones
templarias acabaron en manos de otras órdenes que, en el fondo,
estaban inspiradas en las del Temple y del Hospital. Alfonso VII
entrega Calatrava a los Templarios, en la frontera con Al
Andalus hacia 1147-1148. No queda muy claro, pero parece que los
Templarios no cumplieron el encargo con la entrega que se podía
esperar de ellos y en 1157, los caballeros pobres, como también
se les llamaba, evacuan la ciudad. Esta actitud Juan G. Atienza
lo explica de una manera muy atractiva, aunque ignoramos si es
cierta o no. En la Orden del Temple se prohibía luchar contra
cristianos y, aunque no estaba escrito en ningún sitio, parece
que los Templarios no quisieron enfrentarse a los almohades
porque estos seguían la corriente ismailita, con la que los
Templarios tuvieron mucha relación en Oriente. Sancho III de
Castilla dona Calatrava a la orden del Cister y estos fundan,
con el abad Ramón de Fitero, la orden de Calatrava, aprobada en
1164. Ese mismo año -y seguimos a Jesús Mestre- “unos caballeros
de Salamanca se instalan en la iglesia de San Julián de Pereiro,
cerca de Portugal, y fundan una orden con el mismo nombre, que
será el núcleo de la posterior orden de Alcántara (1213). Pocos
años después de la constitución de la orden de San Julián de
Pereiro, otros caballeros, con Suero Rodríguez y Pedro Fernández
como pioneros, también deciden crear una nueva orden, que ponen
bajo la advocación de Santiago, y se instalan en Cáceres. La
nueva orden, Congregación de Fratres de Cáceres, nace en 1170 y
ya en 1175 se transforma en la orden de Santiago. Éstas son las
órdenes más importantes, pero no las únicas, pues se crearon
otras que tuvieron una vida corta: la de Santa María, fundada
por Alfonso el Sabio (siglo XIII) y la de la Banda, fundada por
Alfonso XI (siglo XIV).
No obstante, es innegable que los Templarios ayudaron a los
reyes en la conquista de nuevas plazas. Estuvieron al lado de
Jaime I en la Conquista de Valencia. Pero no sólo se les
encuentra al lado de Aragón, sino también al lado de los reyes
castellanos. Está documentado que ayudaron a Alfonso VIII en la
toma de Cuenca (1177) y que tuvieron un papel brillante en la
batalla de las Navas de Tolosa (1212), donde murió el maestre
provincial castellano Gómez Ramírez. Siguieron prestando ayuda a
Fernando III el Santo, que les cedió la villa de Frexenal y
otros pueblos. También Sancho IV el Bravo les donó terreno por
su ayuda. En suma, que es innegable el papel Templario en la
Península aunque cabe decir que sus actuaciones no están ligadas
a episodios tan sangrientos como los vividos en Tierra Santa.
Los Templarios más bien se dedicaron al trabajo de las
encomiendas en la explotación agrícola y ganadera. Es más,
trataban de establecerse lejos de la frontera donde se llevaba a
cabo la guerra. Debido a las donación de las que hablábamos hace
un momento, los Templarios dominaron, en pocos años, extensas
explotaciones. En el momento de su supresión, eran propietarios
de unas 1500 encomiendas.
En 1307, tras la captura de los templarios franceses, los
españoles no quieren ceder sus posesiones, aunque en 1308 se
rinde el castillo de Miravet, tras una defensa a ultranza. En
1309 cayeron las ciudadelas templarias de Monzón, Chalamera y
Castellar.
En 1310 en el Concilio de Salamanca los templarios de Castillas
y Portugal pudieron conservar algunas fortalezas. En 1212 en el
Concilio de Tarragona se declaraban también inocentes a los
templarios catalanes y aragoneses, al igual que lo hizo el
arzobispo de Compostela con los templarios castellanos.
No obstante, se impuso el poder del Papa y la orden finalmente
se disolvió también en la Península. Se disolvió, pues, la orden
y sus posesiones pasarían a la orden Hospitalaria, excepto en
Mallorca, Portugal, Aragón y Castilla-León. En Castilla las
heredó la corona; en Portugal la Orden de Cristo (1320),
aprobada por el Papa Juan XXII en 1319, y en Valencia, la Orden
de Montesa (1317), aprobada en 1317; fundadas estas dos con ese
único propósito y que acogieron a gran parte de los antiguos
templarios de los reinos de España.