Miré los muros de la patria mía y
Caminos de pasión y júbilo
Manuel Pérez-Casaux
DOS NUEVAS ENTREGAS DE M. PÉREZ-CASAUX
Manuel Pérez-Casaux Martínez, miembro de la Tertulia Ámbito y de
la Real Academia de Ciencias, Letras y Artes de San Romualdo,
además de colaborador de San Fernando Información, nos sorprende
de nuevo con dos publicaciones recientes. Por una parte, tenemos
Miré los muros de la patria mía, X Premio
Internacional de Poesía Luys Santamarina, Ciudad de Cieza, 2005,
y Caminos de pasión y júbilo, Premio de Poesía
Pórticus de Villanueva de la Serena, 2005.
Como en otras ocasiones que hemos comentado trabajos de Pérez-Casaux,
se han de resaltar unas características que acompañan a su
escritura. Por declaraciones del mismo autor, sus intenciones
literarias siempre ha seguido las mismas coordenadas: una poesía
entre el intimismo y lo neosocial; o sea, el compromiso con el
entorno histórico del poeta y la tamización lírica de su
observación. Además, de estas constantes, se ha de señalar otra,
y es la de su distribución del texto, caracterizada por dejar
espacios libres en el verso, que quieren ser una sugerencia más
que un capricho. Veamos el poema Novia en Donosti del primer
libro mencionado: “Si no llego a tu cita / es que no llevo
escolta / o a lo mejor / un viento de arrebato / me ha quebrado
las piernas (dicen que pasa a veces) y no podré correr / cuando
haga falta…”.
Hemos destacado este rasgo, que es secundario a mi entender.
Pero lo más medular de esta poesía es su instalación dentro de
una corriente que los Novísimos dejaron de lado como un residuo
de la poesía social de los cincuenta/sesenta. Gran error. Años
más tardes, los poetas que se llamaron formalistas, por los años
ochenta, reivindicaron la experiencia nuevamente como fuente
temática del poema, sin renunciar por ello a la “modernidad”.
En Caminos de pasión y júbilo la opción amorosa es total y,
empleando el mismo procedimiento métrico, Pérez-Casaux nos
introduce en una atmósfera erótica mitigada por tonos de
madurez, en los que no vemos estridencias pasionales ni
expresiones truculentas de un desfasado surrealismo. Veamos el
poema Manzana, espécimen de este talante que, a pesar de su
sensorialismo, denota una delicada tensión amorosa: “Mientras tu
boca fue de espliego y cinamomo / mi dedo corazón se puso
enfermo / de tanto acariciar tus frescos labios / para morder
contigo una manzana. / La chispa de tu lengua/alumbraba tu risa
/ alucinante / y la pulpa se hundía en la garganta. / Sepultura
minúscula tu boca / guardada por tus dientes adorables / que
hincaban sus aristas / en la acidez mortal y vespertina de
nuestra cita cómplice. / ¿Qué culpa puede haber / qué daño / en
comerse de noche una manzana?”.
Otros poemas, como los contenidos en la tercera parte Elegía del
mapa de tu cuerpo y en concreto La novia, son muestra de una
visión amorosa más interiorizada.
La brillante trayectoria literaria de este portuense, ya isleño
por adopción, nos congratula y estimula para la común tarea de
enriquecer el acervo cultural de nuestra Isla, por supuesto que
desde lo minoritario, y no porque las instituciones culturales
de aquí estén cerradas a las mayorías. La literatura, que no
tiene la posibilidad de ser visualizada como las artes, necesita
del reposo de la lectura y la comprensión íntima, pero ha sido
el motor ideológico y emotivo de los pueblos.