¡Islas del Guadalquivir!
¡Donde se fueron los moros,
que no se quisieron ir! Fernando Villalón
Poeta tardío –publicó su primer libro a los cuarenta y cinco
años-, conectó en los años veinte con los poetas del 27, a
través de su gran amigo Ignacio Sánchez Mejías, a quien el poeta
ganadero se obstinó en demostrar que los Reyes Magos, en su
viaje a Belén, habían pasado antes por Cádiz.
Fernando Villalón-Daóiz y Halcón nace en Sevilla el 31 de mayo
de 1881 y crece en el campo de Morón de la Frontera. Fernando no
tardará en impregnarse de andalucismo, de una Andalucía
universal, real y mítica o incluso mitológica a la vez. Estudia
en el colegio jesuita de San Luis Gonzaga del Puerto de Santa
María, donde tiene como compañeros de curso a Juan Ramón Jiménez
y a Pedro Muñoz Seca. En 1896 comienza la carrera de Derecho en
Sevilla, que abandonará cinco años después, pero en 1926
consigue la Licenciatura en Leyes. En 1917 conoce a Concepción
Ramos Ruiz, Conchita, sevillana de clase humilde, con quién
vivirá hasta su muerte.
Se
consagró al campo y pronto poseyó una ganadería de reses bravas.
A pesar de ser un terrateniente, era un hombre profundamente
popular que se sentaba bajo los olivos a compartir tú por tú, el
pan con los gañanes. Se decía que Villalón perseguía criar toros
con ojos verdes. Si lo dijo sería como una broma más de las que
prodigaba. Lo que si perseguía con ahínco es sacar toros con la
característica de la antigua ganadería Saavedreña que presentaba
como un aro verdoso en el arranque de los cuernos. Cuando
explicó esto con toda clase de detalles, su amigo Rafael “El
Gallo” le aconsejó: “Usté lo que tié que hacé e sacá toros que
no meneen la cabeza en el capote; y los cuernos déjelos usté en
paz”. Las primeras figuras querían mucho a Fernando y no
faltaban a sus tentaderos, pero no quería sus toros en la plaza.
Joselito y Belmonte, sobre todo, se negaron rotundamente a
torearlos. Y conservador de esta sangre, llegó a su ruina
económica. Villalón afirmaba que el primer torero conocido era
Hércules, robador de los toros bravos del rey mítico de Tartesos.
Ignacio Sánchez Mejías fue el gran valedor literario de
Villalón. Le admiraba como figura campera auténtica y por la
originalidad de su carácter señorial y antiseñoril. Y fue un
entusiasta de sus versos. Cuando se lo presentó a Alberti le
dijo: “Aquí lo tienes... Don Fernando Villalón-Daóiz, el mejor
poeta novel de toda Andalucía”. Según Rafael Alberti aquel
Fernando, “era nada menos que el famosísimo ganadero de reses
bravas, brujo espiritista, hipnotizador, además de Conde de
Miraflores de los Ángeles... y poeta novel”. Fernando mantuvo
una estrecha amistad con Alberti, hasta el punto de sentirse
también marinero en tierra. “¡Marinera de mis mares! / Yo soy
marinero en tierra / si no me embarco en tus nave”, canta el
poeta sevillano.
Villalón secó por arte de magia, según decía, las fuentes de El
Cuervo, pueblo cercano a Jerez, llenándose esa tarde el
horizonte de perros negros con la cabeza blanca que aullaron
hasta el amanecer. De este suceso, que él contó a García Lorca,
Federico había extraído aquellos versos de “La casada
infiel”:”... y un horizonte de perros / ladra muy lejos del
río”.
En los cuatro últimos años de su vida, Villalón publica tres
libros de poesía: Andalucía la Baja, La Toriada y Romances del
800. También un drama en verso, Don Juan Fermín de Platero.
Anteriormente había escrito en prosa Taurofilia racial. Azorín
calificó sus romances de inimitables. “Fernando Villalón
-escribe Joaquín Romero Murube- era una de las personas más
complejas que hemos conocido. Sobre su acentuada apariencia
rústica, de manijero o yegüerizo de cortijada, se ocultaba un
poeta de una agilidad peregrina para captar matices y modas
literarias”.
Fernando Villalón-Daóiz murió en Madrid , el 8 de marzo de 1930.
Su última voluntad fue que le enterrasen con su reloj en marcha.
Y es que, como dijo el poeta: “La hora de la verdad / es hora de
la mentira / si es hora en que la muerte / viene a quitarnos la
vida”.