El poema va tejiéndose con hilachas desatinadas de viejos tapices, para
arrojarse -de cuajo- como arpón hacia el abismo que es la casa.
¿No viste que volvería con el silbo de tu cielo, de tu infierno, es
decir de las jaurías que te huelen en ángel y te despiertan basilisco?
¿Tu desvarío fue un milagro? ¡Esta es tu casa, el ojo de la aguja! Tu
desvarío será tu milagro.
Entonces se incrusta en mí como forma de respiración: arquitectura en la
representación del Teatro Móvil de los Enigmas en que nos sumergimos.
¡Sombras de la vigilia, alimento lustral esta escritura que revela y
devora!
Beatitud de carnaval, inclíname los vientos. Confúndelos para que arda
hasta el silencio de todo, irremediablemente.