Nos
hicieron mil veces la pregunta cuando éramos pequeños, se la
hacemos hoy a nuestros hijos y sobrinos, a los hijos de los
amigos... pero, ¿cuántas veces hemos escuchado la pregunta
viniendo de un niño a otro?
Mi hijo Ray fue muy precoz en el lenguaje, para colmo, su mejor
amigo -un año mayor- era más hablador que él. Sostenían largos
diálogos mientras jugaban. En una ocasión escuché este
intercambio de neuronas entre ambos:
- Ray ¿qué vas a hacer cuando seas grande? -preguntó Daviel, de
cinco años.
- Ingeniero constructor de robots -respondió con aplomo mi
pedacito-. ¿Y tú?
- Yo voy a ser “automático”.
Ray, que acababa de cumplir cuatro, se quedó mirando al amigo.
Luego levantó las cejas con cara de ¿qué es eso?, y su
interlocutor le explicó, con la paciencia de un hermano mayor.
- Los automáticos son personas que van a otros países para que
esos países se hagan amigos de su país. - Pues yo... -el mío no sabía como emular una carrera tan
importante-, cuando sea ingeniero constructor de robots, le voy
a hacer un robot a mi mamá que haga todas las cosas de la casa,
después te voy a hacer uno para que tu mamá no tenga que
trabajar, y te lo voy a vender “baratico”.
Cabe señalar que tal vez por ser hijo de una economista, Ray
tenía bastante noción del dinero y los precios.
- Pues yo -dijo el futuro embajador-, cuando sea automático y
vaya a otros países, voy a buscar muchos hombres que compren tus
robots... ¡Baraticos, para que tengas mucho dinero!
Ilustraciones:
Ray Respall Rojas (que nunca hizo otro robot que éste)