LOS TEMPLARIOS. HISTORIA, LITERATURA Y LEYENDA (IV)
por Anabel Sáiz Ripoll
IV. LOS TEMPLARIOS Y CUENCA
En
cuanto al tema templario en Cuenca, pocos son los datos de los
que disponemos, pero trataremos de comentar algunos aspectos que
nos parecen significativos.
Hay algunos trabajos que se basan más bien en hipótesis que en
datos reales, sin embargo, los trabajos publicados de Rodrigo de
Luz Lamarca como son “La catedral de Cuenca del siglo XIII, cuna
del gótico castellano”, “Las Órdenes menores y la catedral de
Cuenca” y “El Marquesado de Villena o el mito de los Manuel”
pueden aportar algunos datos interesantes. Concretamente,
hablando del doctor Eugenio Torralba, preso por la Inquisición
de Cuenca en el año 1528 y juzgado en 1531, así como del médico
del rey Juan II, D. Alonso Chirino y su hijo Mosén Diego de
Valera, aparecen unas posesiones pertenecientes a la familia de
los Valera que antes habían sido de los Templarios.
En el testamento de Alonso Chirino, en el año 1429, ordena él
mismo que “...sepulten el de mi cuerpo en la mia sepultura, en
el monasterio de San Francisco de Cuenca.” (M.C.A. González
Palencia. Cuenca, 1990, pág. 182 Juan Alonsus Cherinos, canónigo
de Cuenca.). Este monasterio hasta la extinción de la Orden en
1313 había pertenecido a los Templarios. Más tarde, el 15 de
junio de 1479, su hijo Mosén Diego de Valera, otorgó escritura
de venta de la Heredad “la Grillera”, del término de Cuenca, al
regidor Alfonso de Alcalá. Esta propiedad, situada aguas abajo
del Júcar, también había pertenecido al Temple y fue cedida por
Sancho IV a Hernán Pérez Chirino. (H. De la A. En E. J. G. Fonte.
E. Nacional. Madrid 1976, pp 85 y 86. “El Tratado de la Lepra”
se encuentra en los códices siguientes: Madrid B. N. Ms. 6599
fols. 127 v-140r. Ms de la biblioteca particular de don Antonio
Rodríguez-Moñino, Fol.. CVIII y CXXII r.)
Es muy interesante todo lo referido a esta heredad de la
Grillera, pues debía de ser importante como hacienda en Cuenca,
ya que su posesión y renta generó siempre mucho interés por las
personas ilustres y poderosas de la ciudad. López Barrientos,
obispo que fue alcalde de Cuenca en época de Álvaro de Luna,
ordenó quebrantar la compra y posesión de la heredad por Cédula
de 23 de septiembre de 1478 por enojo de Valera contra él.
(Colección de documentos conquenses. Biblioteca Diocesana
conquense. Angel González Palencia. Cuenca 1930. p. 176.)
El citado Diego Valera adquirió esta propiedad por compra a doña
Guisabel López Montoya, el 26 de marzo de 1455 por 18.000
maravedíes de plata.
Si descendemos a los restos arquitectónicos, debemos detenernos
en la catedral de Cuenca. Sabido es que se construyó tras la
conquista de la ciudad sobre la antigua mezquita mayor. Pues
bien, en la parte trasera de la catedral, aun hoy, se pueden
observar y contemplar las ruinas de San Pantaleón o San Juan de
Letrán. Varias son las voces de especialistas que defienden que
ahí estuvo una encomienda templaria y que, por lo tanto, la
catedral pudo haber recibido influencias templarias durante su
construcción. En “Los enclaves templarios”, Juan G. Atienza
escribe, al respecto que, “Martín Rizo y José María Quadrado
afirman tajantemente la participación del Temple en la conquista
definitiva de la ciudad por orden de Alfonso VIII (1177),
añadiendo la fundación de una encomienda de la Orden en los
mismos terrenos donde estuvo enclavado el campamento cristiano
durante el asedio, un lugar que coincide con el que luego ocupó
el templo de San Esteban, que posteriormente se convertiría en
convento de franciscanos”.
Lo que más llama la atención y hace veraz esta hipótesis es un
misterioso capitel: “En cualquier caso, el emplazamiento más
seguro de la casa de los templarios en la ciudad fue el lugar
que hoy ocupan las ruinas de San Pantaleón o San Juan de Letrán,
detrás de la catedral. Perdido en un solar del que han
desaparecido incluso las ruinas, persiste un capitel con un
caballero alanceando un dragón, probable San Miguel.
Entre San Pantaleón y la catedral hubo un recinto llamado La
Claustra, demolido cuando fue levantado el claustro renacentista
de dicha catedral.” Y es aquí donde se puede ver la influencia
templaria en la catedral: “ Si fue así –concluye Atienza-, los
templarios de San Pantaleón habrían estado asentados junto a la
catedral y pudieron intervenir de algún modo en su construcción,
reflejando en sus estructuras su marca tradicional a través de
llamadas de atención a símbolos ideológicos de carácter
esotérico que ha estudiado el arquitecto Rodrigo de Luz Lamarca”.
La anterior hipótesis es más que atractiva, pero no todos están
de acuerdo. Gonzalo Martínez Díez, en “Los templarios de
Castilla” no cree que fuera así y comenta: “En la misma ciudad
de Cuenca se han apuntado por los cronistas locales con escaso
fundamento dos posibles asentamientos templarios; uno en el
extrarradio, en el borde de la albufera del río Huéscar, que
según unos habría sido entregado por Sancho IV a Hernán Gómez
Chirino, y según otros pasaría hacia 1313 a manos de los frailes
conventuales franciscanos, junto con unas heredades en un
término llamado Grillera. El otro era en la pequeña iglesia o
ermita de San Pantaleón, también llamada de San Juan de Letrán,
sita en la calle de San Pedro, antigua calle Mayor...”
Sea como fuera, el propio Atienza rastrea distintos lugares con
presencia templaria en la provincia de Cuenca y nos aporta estos
datos, que igual alguno de los presentes ya conoce. Habla de
Carrascosa del Campo, que fue, parecer ser, una antigua
fortaleza templaria de gran extensión. Menciona también Huete,
ya que se atribuye a fundación templaria la ermita de San Gil y,
es más, se sabe que tuvo lugar en 1206. De Mazarulleque destaca
el castillo en el centro de la villa, aunque hoy sólo queda la
iglesia. Parece que en la sierra de Altomira, muy cercana, hubo
otra casa fortificada de los templarios que, con el tiempo, en
el S. XVI, se convirtió en convento carmelita y hoy es la ermita
de Nuestra Señora de Altomira. No deja de aludir a Uclés aunque,
como ya dijimos, nunca fue templaria, pero sí recibió a Jaime I
como comendador del Temple.
Y, por último, cerrando este paseo alfabético por los restos
templarios de la provincia de Cuenca, destaca la ermita de
Villar del Saz de Arcas a la que se le atribuye haber sido
encomienda militar. Pudiera ser porque el nombre Arca parece
referirse al Arca de la Alianza, tan relacionada con el Temple,
y Villar se relaciona con los lugares dedicados al cultivo de la
vid. El propio Nicholas Wilcox relaciona el ídolo de Chillarón
con el betilo, que forma parte del imaginario templario.
V. CONCLUSIÓN
En suma, mucho se podría aún decir del Temple y mucho se va a
escribir todavía, pero pensamos que con lo dicho hasta aquí se
da una visión de su historia, de su ascenso y declive, de su
relación con la Península, de su plasmación en la literatura
actual y, especialmente, de su presencia, real o intuida, en
Cuenca y su provincia.
Cabe añadir que son muchos los ensayos que se están publicando
en torno a la simbología templaria. Todo lo cual muestra un
interés por la parte más mágica, las más esotérica, por así
decirlo, de estos Caballeros, mitad guerreros, mitad monjes. Su
atractivo ha llegado intacto a nuestros días. La prueba es la
cantidad de novelas que podemos encontrar en las librerías y de
las que aquí sólo hemos dado una pequeña muestra y todas las
hipótesis, trabajos e investigaciones (más o menos serias) que
se están llevando a cabo.
Por último, quisiera dar las gracias al Dr. Don Miguel Romero
Sáiz quien pensó en mí para ofrecerles esta disertación y quien,
asimismo, me ha facilitado alguna documentación en torno a los
Templarios y Cuenca.
VI. BIBLIOGRAFÍA
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