Difícil papeleta la que tiene que resolver el actual jefe del
Gobierno. Nada menos que atender a una proposición de "alto el
fuego" por parte de una banda terrorista y tener que sentarse a
negociar las condiciones para que ésta sea efectiva.
No quisiera verme en su pellejo. Y lo peor es que -aparte de que
puede costarle el puesto en las próximas- el resultado final
previsible -mírese por donde se mire- será: negativo por falta
de una auténtica voluntad por ambas partes, desastroso por
incongruente y desprovisto de todo principio ético, e
inconsistente y ausente de toda credibilidad por la catadura y
orden moral de -al menos- una de las partes firmantes.
En definitiva, un seguro fracaso buscado y ganado a pulso. Sin
duda, el Sr. Presidente y sus fieles consejeros no han
reflexionado lo suficiente a la hora de jugar estas bazas. Es
posible que se hayan dejado llevar por los números de ciertos
sondeos de opinión, en los que se le daba una alta tasa al
problema del terrorismo en las consultas sobre las
preocupaciones de los españoles. Es posible que, de cara a sus
intereses futuros, piensen que el problema del pueblo vasco
afecta por igual y es extrapolable a los habitantes de
cualquiera de las demás comunidades. Es posible, también, que,
visto que nada consiguen en la resolución de esa extraña, sucia
y absurda "guerra", hayan decidido que lo mejor es, aprovechando
que el Pisuerga pasa por Valladolid, sentarse a negociar con los
"soldados del otro bando".
Pues, siéntese, Sr. Presidente, si Vd. así lo quiere. Pero,
¿sabe Vd. con quién se va a sentar? ¿Sabe Vd. quiénes son los
"soldados" con los que va a negociar la paz en nombre de todos
los españoles? Mírelos... Vea, Sr. Presidente, yo le indico.
Aquél que se sienta enfrente de Vd. es el que le pegó dos tiros
por la espalda a Joseba Pagazaurtundua, un sencillo sargento de
la Policía Municipal; el de al lado es el que mató a Silvia, la
niñita de 6 años hija de un Guardia Civil, con el coche bomba de
Santa Pola; el de más allá el que mató a tiros a José María
Lidón Corbi, Magistrado de la Audiencia Provincial de Vizcaya;
el que le sigue es el que mató a tiros a su compañero de filas,
el ex ministro de Sanidad Ernest Lluch en su domicilio de
Barcelona; y el de más al fondo, uno de los que, allá en junio
de 1987, pusieron la bomba en el centro comercial Hipercor de
Barcelona, en el que murieron 21 personas, entre ellos varios
niños; aquel otro, a su izquierda, el que mató a Ramón Díaz
García, cocinero de la Comandancia de Marina, con una bomba
lapa, el que le sigue...
El que le sigue, y el otro y el otro y el otro..., Sr.
Presidente, todos esos personajes que se sientan frente a Vd.,
todos esos "soldados" con los que Vd. va a negociar en nombre de
los españoles de España, no son soldados de ningún ejército, no
son luchadores de ninguna bandera ni héroes de ninguna guerra ni
representantes de ningún pueblo. Esos individuos que se sientan
frente a Vd. son asesinos sin escrúpulos, criminales que mataron
a muchos inocentes a traición, por la espalda, gente sin
entrañas, sin alma, sin razón ni conciencia ni virtud alguna,
personajes macabros, protagonistas de una terrible historia de
terror a la que Vd. le quiere poner un fin muy particular,
ilógico, absurdo, un fin que muy posiblemente sólo compartirán
con Vd. esos sufridos ciudadanos vascos que llevan años
padeciendo extorsión y miedos, pero que, de ninguna forma, es la
conciencia de rectitud, seriedad, honradez y sentido de la
justicia de la inmensa mayoría de los españoles.
Haga lo que quiera, Sr. Presidente. Pero, si Vd. fuera casa por
casa, persona por persona, proponiendo su invento, comprobaría
que pocos españoles se sentarían con Vd. a tratar con esos
asesinos. Vd., que también es español, debería saber que a los
españoles, a todos, nos sobra amor propio, dignidad y huevos
para no tener que sucumbir ante tamaño chantaje. Estoy seguro de
que entenderá que estas mis torpes letras, aunque aquí sólo
llevan mi firma, son las mismas que firmarían y gritarían muchos
millones de españoles.
Piénselo. Pegue ese puñetazo que está deseando dar sobre la mesa
y dígale a sus extrañados camaradas que NO, que Vd. no quiere
ser el Presidente que le dio la mano a esas manos manchadas de
sangre, el que se bajó los pantalones ante una banda de mafiosos
y asesinos sin escrúpulos. Hágalo, Sr. Presidente. En español.
Con dos huevos...