“Mi bien perdona
mi despecho fatal. Yo te adoraba.
Tuya fui, tuya soy: en pos del tuyo
mi enamorado espíritu se lanza.” Hartzenbusch. Los amantes de Teruel
Hartzenbusch pretendió con el teatro mejorar la sociedad y
ofrecer al hombre un estado de libertad del que carece en la
tierra. Buscó nuevas fórmulas que facilitaran el efecto del
cambio, mezclas estróficas, combinación de verso y prosa. Su
obra supuso aire renovado en la escena de su época. Y es
incuestionable que la suya fue una obra de capital importancia
para el teatro romántico español.
Juan Eugenio Hartzenbusch nace en Madrid el 6 de septiembre de
1806. Hijo de un humilde ebanista alemán arruinado por la guerra
napoleónica, Hartzenbusch continuó a su vez el oficio paterno
del que parecía haber heredado la laboriosidad y meticulosidad
propias de su trabajo.
Cuando contaba sólo dos años, pierde a su madre, y vive con su
padre y hermano, durante unos años, en Valparaíso de Abajo,
pueblo conquense. En 1815 la familia Hartzenbusch regresa a
Madrid; allí el padre crea un nuevo taller de ebanistería, que
será el primer lugar de trabajo del poeta romántico.
En 1831 Hartzenbusch escribe sus dos primeros dramas, ambos de
carácter histórico: Las hijas de Gracián Ramírez y El Infante
Don Fernando de Antequera. Tres años más tarde comienza su
trabajo sobre Los amantes de Teruel. Abandona aunque no
totalmente su oficio de ebanista y consigue un puesto como
taquígrafo en la Gaceta de Madrid.
En el Teatro del Príncipe, el 19 de enero de 1837, se estrenó
Los amantes de Teruel, historia de los infortunados amores de
Diego e Isabel. Diego Marsilla e Isabel de Segura son los
protagonistas de un suceso acaecido en el siglo XIII; ella ama a
Diego desde la niñez, pero el padre de la doncella se niega a
las nupcias, alegando la parquedad económica del joven, quien
tratando de remediar su estrechez, se hace a las armas para
amasar fortuna dentro de un determinado plazo, fijado por el
padre de Isabel.
Mesonero Romanos, recuerda la noche del estreno: “No bien se
escucharon las primeras escenas del apasionado drama ante los
ojos del público aquellas bellezas de primer orden en sus
interesantes situaciones, sus simpáticos caracteres y poética
alocución, el público, entusiasmado, prorrumpió en atronadores
aplausos...” Pero ninguna crítica tuvo tanta fortuna para el
destino literario de Hartzenbusch como la reseña publicada por
Larra en El Español: “El autor ha sabido hacer interesante a
todos sus personajes... La versificación y el estilo nos han
parecido excelentes”.
En 1838 Hartzenbusch consigue una plaza temporal como taquígrafo
en el Congreso. Estrena Doña Mencía y Los polvos de la madre
Celestina. Posteriormente publica Honoria, Primero yo, La jura
de Santa Gadea, La ley de la raza, La madre de Pelayo, La redoma
encantada y los Ensayos poéticos. Pero para la Historia de la
Literatura Hartzenbusch es el autor del drama romántico español
Los amantes de Teruel. En 1847, Harzenbusch ingresó en la Real
Academia Española, y ocupó el sillón ele minúscula, siendo el
primero que ocupó esta letra, porque ese mismo año se ampliaron
las plazas y se optó por adjudicar sillones a las doce primeras
letras minúsculas. Un año más tarde edita las Fábulas.
En 1853, el “maestro ebanista” es nombrado director de la
Escuela Normal de Madrid, de donde pasó a dirigir la Biblioteca
Nacional, cargo que ostentará hasta su jubilación. Juan Eugenio
Hartzenbusch muere en Madrid, el 2 de agosto de 1880.
Lo más notable de Los amantes de Teruel es la autenticidad
sentimental con que la compuso el autor. Diego e Isabel, los
héroes románticos, que del siglo XIII rescató Hartzenbusch,
pretenden como los mitos mayores de la pasión, dar a lo conocido
la dimensión de lo sobrenatural.
Por ello, no es extraño que al final de la obra, Isabel diga:
“El cielo que en la vida nos aparta / nos unirá en la tumba”.