Preguntarnos por el intento humano de desarrollar ciertas
facultades sensoriales, estéticas e intelectuales es
preguntarnos por el arte. En estos tiempos de confusión nos
parece que cualquier obra es “arte” desde lo militar hasta lo
culinario. Arte, palabra que por su abuso ya es sinónimo de
cautela y astucia. Sobre todo en Colombia, donde ha hecho
carrera el “arte de engañar” y muchos se gradúan con deshonor en
tan sutil destreza.
A diferencia de las verdaderas artes, el de embaucar se
practica, pero no se anda diciendo por allí lo que se hace, pues
los engañados se llenarían de rabia y motivos de venganza y ese
es otro arte contra el que nos dio la receta del olvido el
recordado Jorge Luis Borges.
En un país donde los artistas se dan silvestres, como la cizaña
y otras malas hierbas, no es raro ver a muchos en su pose de
“grandes incomprendidos” alardeando de cualquier creación
enmarañada (su ánimo es confundir) y sin el dominio de la
técnica básica o las normas de elemental cortesía, difundiendo
sus obras plagadas de errores. Es tanta la marea que muchos nos
despistamos y terminamos creyendo en la mentira, o peor aún:
haciendo algo similar y nombrándolo arte.
Es tan normal ver plagado el país de las malas artes, que se nos
hacen paisaje y hasta nos influyen sus condiciones y valores. La
música y la danza, por ejemplo van hoy en caída libre con los
famosos realities donde supuestamente se busca ese encanto, ese
algo indefinido en el intérprete o bailarín y se nos presenta
como arte el intento de algunos ilusionados con la fama y la
fortuna rápida. Columna aparte merecen los presentadores y
jueces de dichos concursos, ya me ocuparé de esos artificiosos.
Otro venido en desgracia es el séptimo arte: la cinematografía.
Donde deberían confluir todas las artes al tiempo, pero las
normas dictadas desde Hollywood las ahogan una a una. Caben en
el cine la poesía, la música, la pintura, la fotografía, la
escultura, la danza, la arquitectura, el teatro… el cine mismo.
Pero el mercadeo se encarga de opacarlo y nos llegan solamente
efímeras creaciones para el entretenimiento.
Están también el arte de amar, el arte por el arte, el arte
magna, el arte de la fuga, el artesón y las artesanías, pero ya
se me acaba el tiempo para hablar de ellas. Tampoco diré nada
acerca del arte de gobernar, pues absorto en escribir sobre el
arte he dejado pasar la oportunidad.