El término de enfermedades reumáticas -o el aún más
común y simple de reumas- es con el que se ha definido
siempre a toda una serie de procesos patológicos que afectan
predominantemente a las estructuras del aparato locomotor y que
cursan con dolor, deformidad e impotencia funcional.
Hasta hace pocos años era harto difícil precisar con exactitud
el concepto de reumatismo, pues su significado era
bastante vago y servía para designar todos los procesos que
afectaban de manera particular al aparato locomotor. Desde un
punto de vista amplio, quedaban incluidas bajo esta denominación
todas las afecciones del aparato locomotor y de los tejidos
conjuntivos. Más estrictamente, el término se utilizaba para
caracterizar ciertas afecciones articulares y periarticulares de
etiología en muchas ocasiones oscuras y que daban lugar a una
sintomatología predominantemente dolorosa. Desconocido -aún hoy
por hoy- el agente etiológico causante de muchas de las
afecciones englobadas bajo el término de reumatismo, y aunque
nunca faltaron investigadores que dedicaron buena parte de su
tiempo al estudio de algunas patologías concretas (ya Bouillaud
describió en 1836 la conocida como "fiebre reumatoide"), nunca
hasta hace pocos años ha habido una verdadera conciencia del
problema ni especialistas en la materia. Generalmente, eran los
traumatólogos los médicos encargados de conocer y tratar a los
pacientes afectados por enfermedades reumáticas.
Afortunadamente, hoy en día, más concienciados los responsables
de salud -posiblemente por la gran incidencia de las patologías
reumatoides en el censo del absentismo laboral-, las Facultades
de Medicina forman especialistas en Reumatología, se convocan
congresos, se intercambian estudios y conocimientos y contamos
en nuestros hospitales con expertos en esta materia. El gran
problema es que ni Facultades ni Laboratorios -que siguen año
tras año diciéndonos que "estas patologías no tienen cura"-
conceden a un factor fundamental, cual es la alimentación, la
menor importancia. Tanto los investigadores de instituciones
estatales como los de la gran industria farmacéutica, a pesar de
contar con referencias, estudios y teorías perfectamente
argumentadas, como las de Menetrier, Kousmine, Burger o Fradin,
y, muy principalmente, las del admirado profesor galo Jean
Seignalet, y tener testimonios de innumerables pacientes cuyas
patologías han remitido por completo u obtenido muy notables
mejorías con una alimentación adecuada, obvian por completo todo
cuanto esté relacionado con la misma y dedican sus esfuerzos a
la consecución de nuevos fármacos o moléculas que, como nos
vienen demostrando a lo largo de los años, no son otra cosa que
simples paliativos que mantienen la enfermedad y al paciente
consumiéndolos toda su vida. Y el gran negocio, claro...
Y como el "reuma" no distingue ni hace excepciones, y de la
posibilidad de quedar afecto no se libra ni el lucero del alba
en tanto no tengamos una perfecta conciencia de lo que comemos
cada día, para dar fe de lo dicho a lo largo de estos artículos
divulgativos, se hace necesario decir que el que esto suscribe
ha sufrido en carne propia durante doce años una de las
patologías descritas, concretamente, la Artritis Reumatoide.
Y, para confirmar lo dicho en el párrafo precedente, que, a la
fecha -enero de 2010-, llevo tres años curado de toda crisis y
dolores gracias a la alimentación.
Enfermedades reumáticas
Las enfermedades reumáticas son unas afecciones
generales del organismo, de naturaleza infecciosa o tóxico
degenerativa, de curso crónico y progresivo casi siempre, que
afectan al mesénquima y a sus derivaciones (ligamentos,
tendones, cápsulas articulares, músculos, etc.), con
localizaciones especiales en órganos incluso de importancia
vital, como el corazón o el cerebro.
Por razón de que se conozca o no el agente etiológico causante
se dividen en dos grupos: primarias, cuando el agente no
es conocido, y secundarias, de causas conocidas. En el
primer grupo, como patologías autoinmunes de carácter
reumatológico, tenemos, principalmente, la Artritis
Reumatoide y la Fiebre Reumática (aunque podríamos
incluir la Espondilitis Anquilosante, Artritis Psoriásica,
Artritis Reumatoide Juvenil, Lupus Eritematoso Sistémico y
muchas otras. Todas ellas las describimos o describiremos de
forma individual). En el segundo grupo tendríamos los diferentes
reumatismos causados por agentes infecciosos o tóxicos
conocidos.
Enfermedades reumáticas secundarias
Las enfermedades reumáticas llamadas secundarias son debidas
a agentes infecciosos o tóxicos conocidos, y pueden ser
afecciones mono o pluriarticulares, e incluso generalizadas. Se
pueden producir síndromes por localización del germen en la
articulación (como la artritis gonocócica de la rodilla), pero
en estos casos se habla más concretamente de Artritis.
(En la artritis las articulaciones pueden estar afectadas por
prácticamente todas las enfermedades infecciosas, además de por
la tuberculosis y por la sífilis). En estas reumatoides
secundarias pueden darse manifestaciones articulares muy
parecidas a las de la Fiebre Reumática, pero se distingue por no
existir migración y por la ineficacia del tratamiento
salicílico. Pueden estar producidas por infecciones por
neumococos, estafilococos, salmonellas, brucellas y
meningococos. Una forma particular es la tuberculosa de
Grocco-Poncet, de curso muy prolongado y sensible al tratamiento
antituberculoso.
Artropatías crónicas y/o dolorosas pueden producirse también por
intoxicaciones exógenas (plomo, mercurio, medicamentos como las
penicilinas, etc.) y por causas metabólicas -endógenas- como en
la porfiria, la alcaptonuria, cistinuria, toxicósis gravídica,
etc. Bastante conocida es la que se presenta en la alteración
del metabolismo de las purinas, o sea, la clásica gota.
Precisamente de ésta puede derivarse artropatías tan
características como la artrosis que, en su forma secundaria,
ocasiona la degeneración de los cartílagos que revisten las
extremidades óseas y activa una neoproducción que conducen a la
pérdida de la motilidad articular.
La Artritis Reumatoide
Dentro del primer grupo de las enfermedades reumáticas se
encuentra la Artritis Reumatoide, conocida también como
Poliartritis crónica progresiva o evolutiva, y que es una
enfermedad sistémica de naturaleza inflamatoria de los tejidos
mesenquimales periarticulares y articulares, que presenta
numerosas variedades clínicas y de la cual, según la Medicina
actual, no se conoce el agente etiológico.
Contrariamente a la fiebre reumática, la Artritis Reumatoide
afecta de forma permanente las cápsulas articulares y no afecta
al corazón u otros órganos. Las lesiones de las cavidades
articulares, que afectan además los ligamentos, la cápsula y las
cabezas óseas con los cartílagos que la recubren -y que cursan
con dolores bastante agudos y tenaces-, producen no sólo
deformaciones de las articulaciones, sino que a lo largo del
tiempo incluso causan la soldadura de las cabezas óseas
(anquilosis).
En los distintos individuos existe la preferencia por alguna
articulación -y tampoco en esto se encuentra un motivo claro-,
así, se pueden dar formas con mayor localización en las pequeñas
articulaciones (huesos de las manos y de los pies), o en las
grandes (rodilla, codo, hombro, etc.) o en las articulaciones
vertebrales, que pueden causar espondilitis anquilosante (toda
la columna vertebral se hace parcialmente rígida), y si se
afectan también las articulaciones de los hombros y de las
caderas se produce la completa limitación de los movimientos del
cuerpo.
La enfermedad prefiere los climas templados, pero se encuentra
tanto en las zonas polares como en los trópicos. Las mujeres
-este dato sí es significativo- se afectan con más facilidad que
los hombres (en una proporción aproximada de tres de cada
cuatro). La mayor parte de los casos se inicia entre los veinte
y los cuarenta y cinco años, pero puede darse también incluso a
los sesenta años o en la infancia. Es bastante habitual que las
grandes crisis, y ya de manera más continuada, comiencen a
manifestarse alrededor de los 40 años.
La Artritis Reumatoide se inicia de manera lenta, con astenia,
disminución de la fuerza muscular (adinamia), adelgazamiento,
palidez, compromiso del estado general (puede existir una
pérdida del 10 al 20% de peso) y, a veces, febrícula
persistente. El comienzo de la afectación articular se
manifiesta por la incapacidad de movimientos, la tumefacción y
dolor; habitualmente las localizaciones primitivas se dan en las
pequeñas articulaciones periféricas y, luego, poco a poco, se
van extendiendo a otras más cercanas al tronco. Aparece
precozmente, con la rigidez articular, la atrofia muscular
refleja, que es también de carácter progresivo. Las
articulaciones interfalángicas proximales de los dedos de las
manos (entre la segunda y la tercera falange) son las primeras
en ser afectadas, siéndolo más raramente las distales (entre la
primera y segunda), teniendo una forma en huso; luego se afecta
también la articulación de la muñeca, siendo también precoz la
localización en la rodilla.
Las articulaciones aparecen tumefactas, calientes, dolorosas,
estando las cápsulas articulares edematosas, existiendo a veces
un derrame articular (hidrartos). La sensación de tensión
aumenta rápidamente, lo mismo que el dolor, especialmente con
los movimientos (que están por tanto limitados). Los dolores
articulares suelen ser más fuertes en la mañana (o en otros
casos a la tarde). En cada articulación afectada, el proceso
evoluciona hacia la cronificación, produciendo deformaciones
articulares, especialmente en los miembros superiores y en las
rodillas; a cada agudización del proceso inflamatorio se avivan
los dolores y aumenta el grado de impotencia funcional.
Las deformaciones más características son las de las manos, que
pueden tomar las formas típicas de mano en garra o la de mano en
pala. En un buen porcentaje de los casos se encuentran en las
cercanías de las articulaciones nódulos subcutáneos, a veces
dolorosos, redondeados u ovales, de un tamaño que va desde el de
un grano de trigo hasta el de una nuez; los más grandes son
frecuentes en el codo (cerca del borde subcutáneo del cúbito, en
la región del olécranon); los más pequeños pueden observarse
alrededor de la parte extensora de las articulaciones de los
dedos de las manos, muñecas y alrededor del cuello del pie.
La enfermedad tiene un curso lento y progresivo, con períodos de
remisión o de reagudización. En una parte de los casos (casi
siempre producidos por cambios alimentarios y medio ambientales
introducidos por el propio paciente) pueden extinguirse los
fenómenos inflamatorios, incluso, presentar una remisión
completa, si bien, las deformaciones de las articulaciones
afectadas permanecen de manera irreversible haciendo necesaria
la cirugía.
Los resultados de laboratorio suelen ser altos para los
reactantes de fase aguda (VSG y PCR), FR positivo, ANA positivo,
Anti-CCP positivo, leucositosis, anemia y trombopenia, erosiones
periarticulares, sobre todo MCF, IFP, y nódulos subcutáneos
frecuentes en dedos y region olecraniana. Los pacientes con AR
muestran un elevado valor para la IgG específica para el Proteus
Mirabilis y normales para IgA. A la inversa, quienes sufren de
EA ofrecen valores elevados para la IgA, pero normales de IgG
específico del Proteus. La AR suele estar asociada a los genes
HLA DR4, DR 1, DR 10 y DR 14.
En el momento actual (y aunque la investigación prosigue y hay
diversos fármacos en periodo de pruebas) el tratamiento es
puramente sintomático: en primera instancia suelen usarse FARMEs
(fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad, DMARs
en inglés), como Metotrexato, Sulfasalazina, Leflunomida,
Hidroxicloroquina, Azatioprina, etc., casi siempre acompañados
de AINEs (antiinflamatorios no esteroides), y, a veces, con
corticoides. Estos últimos pueden tener una acción relativamente
eficaz, pero sólo durante un tiempo, de modo que si se suspenden
desaparece la mejoría, por lo que a veces hay que prolongar
indefinidamente el tratamiento con todos los daños secundarios
que no son, por supuesto, desdeñables. Más actuales, y más caros
(y raramente usados a no ser en Medicina de pago), son las
nuevas moléculas que se engloban en los llamados tratamientos
biológicos, anticuerpos monoclonales o medicamentos anti TNF
(inhibidor del factor de necrosis tumoral), como el Infliximab,
Humira, Etanercept, Certolizumab, etc. Todos estos fármacos,
incluidos los más caros y actuales, tienen una cosa en común:
ninguno consigue curar la enfermedad. Son simples paliativos que
ralentizan o frenan el proceso y calman los dolores, pero sin
conseguir una verdadera remisión.
Nota:
En La Web de la Artritis Reumatoide, además de
un consultorio on line, dispone de descripciones de
otra muchas patologías comprendidas entre las reumatológicas,
neurológicas y autoinmunes en general.