Manolo Baturone Linares, esposo de la autora de este libro que
hoy comentamos, tuvo a bien la idea de recoger textos en verso y
prosa de su mujer para confeccionar un libro que dejara una
afectiva constancia de su quehacer callado en el atomístico
mundo de las Letras isleñas.
Amparo Gordillo de Celis (1933-2001) fue una maestra nacional
que ejerció de manera discontinua. Hizo algunas colaboraciones
en “Mirador de San Fernando” a principios de los años setenta,
pero no prodigó su presencia en tertulias ni tampoco quiso
proyectar su afición en revista de poesía ni someterse a la
lotería de los concursos literarios. Esta carencia de ambiciones
la tuvo encerrada en una clausura voluntaria, mas no renunció
por ello al ejercicio íntimo del verso y la prosa poética.
Cuando abrimos el libro, después de unas palabras a modo de
prólogo, entramos en su primera parte, compuesta de poemas. En
todos ellos existe un común denominador: una mirada amorosa a
cuanto contempla. Sus referentes temáticos son siempre los
mismos: La naturaleza domesticada de las macetas y los
parterres, los niños (en concreto, sobrinos) y motivos variados
—la nochebuena, Dulcinea, su automóvil o Platero mecánico, el
mar de Cádiz, La Isla y otros poemas, todos ellos escritos en
métrica variada.
En la segunda parte, a manera de pequeños artículos, aparecen
sus impresiones sobre personajes y lugares -La Piconerita, La
Virgen Negra, Jueves Santo, pescado de estero, el otro patio, el
músico callejero…
Si tuviésemos que situar su estilo y su actitud ante el hecho de
la escritura como creación, sin duda alguna este acopio de
trabajos hallaría lugar en la poesía del intimismo pasado por la
óptica de una estética tradicional anclada en los sesenta; una
sencillez que está de acuerdo con su personalidad. Aquí no
encontraremos los frutos del esfuerzo por escribir una poesía
según imperativo de estilo de la época: culturalista,
surrealista, clasicista, neobarroca, neoformalista…
Sin embargo, cuando se lee este poemario en verso y prosa, llega
hasta nuestros recovecos el halo de un alma noble y limpia que
manejaba el lenguaje con realismo próximo a la espontaneidad
casi “naif”, es cierto, pero remozando el tópico con una
intención loable: la de la autenticidad, la del amor a lo que
está haciendo, a lo que ve todos los días, lo que roza; en suma,
lo que ama.
De espaldas a las modas triunfantes, este librito nos invita a
dar un paseo por el entorno de una cotidianeidad amable, como si
respirásemos en otro mundo distinto a los convencionalismos
impuestos por consignas e intereses de nuestra era del consumo.