En este país estamos bastante acostumbrados a soportar abusos,
desmanes e injusticias de todo tipo. País de pillines, pícaros y
tunantes, los atropellos, tropelías y engaños -en grado
superlativo y sin solución de continuidad-, nos son impuestos
por el estado, instituciones, organismos y empresas -sobre todo
por las más grandes- sin que ni la señora esa de la balanza ni
el guardia de la porra se dignen aparecer siquiera a echar un
vistazo. El celebérrimo maestro armero -¿les suena?- ha sido y
sigue siendo recurso archiutilizado por los antedichos para
escaquearse y huir el culo ante todo tipo de quejas y
reclamaciones.
Ya en los tiempos heroicos, cuando el soldadito español
desfilaba brazo en alto y prietas las filas por sus feudos de la
Castellana, cuando la madre Patria apenas se había recuperado de
siglos de abusos y expolios y sus ubres eran propiedad exclusiva
de caudillos bajitos y sus amiguetes del capital, se crearon las
raíces y se perfeccionaron los métodos para la existencia de
nuestro actual sistema de "competencia perfecta".
Los antiguos monopolios, Telefónica, Campsa, Tabacalera,
Sevillana, Iberdrola, Iberia, TVE, etc., etc., que antes
imponían su ordeno y mando con un radical corte de luz o de
teléfono porque a un empleado del Banco se le traspapeló un
recibo, o te subían el tabaco o la súper porque le salía de las
narices (y punto), o te vendían tu billete para el Caravelle con
salida tal día a tal hora y te tenían esperando hasta completar
el pasaje, o te trasmitían la santa misa de punta a rabo y de
postre los gráciles ejercicios de la Sección Femenina en el
Bernabeu hasta que a Su Excelencia le entraba la tos y se iba a
dormir... ya no son lo que eran. Antes, bien es verdad que te
cortaban luz o teléfono, pero te acercabas a la central de
Telefónica o a la oficina de Sevillana, te ponías en la cola y,
cuando te tocaba el turno, le contaba a la señorita lo del nuevo
empleado del Banco que devolvió tu recibo por equivocación, le
abonabas el impagado y al rato tenías restituido el servicio.
Hoy, maravillosos tiempos de la modernidad y de los derechos
ciudadanos, si te cortan cualquier suministro, luz, teléfono,
conexión a Internet, etc., la solución única pasa por llamar a
un número de teléfono de los llamados "inteligentes" y soportar
la retahíla de "Si es Vd. cliente de nuestro servicio tal,
marque el 1; si quiere Vd. contratar nuevos servicios, marque el
2; si desea hablar con servicios financieros, marque el 3, si ya
es..., y así hasta el 18 multiplicado por las tres o cuatro
veces que comienza de nuevo la serie cada vez que marcas un
número. Al final, si consigues soportarlo, lo que consigues es
que te digan que toman nota y que condiós muy buenas. A esperar.
Si es restituir un servicio cortado, que con mucha frecuencia lo
es por impagos de recibos de los que el pagador es consciente,
pero otras muchas -y lo sé porque lo he sufrido en carne propia-
por errores en las remesas de datos, fallos de los sistemas
informatizados o negligencia de cualquiera de los encargados de
los procesos, y tienes la maldita suerte de que te coja en
viernes -que te cogerá, porque es el día reservado a los
cortes-, cuando consigas contactar con alguien que te escuche y
demostrarle que tú no tienes maldita culpa de la dicha
devolución, y le das tus números de la Visa para que hagan el
cargo de lo impagado de inmediato, y cuelgas después de oír un
"Sí, sí, pasamos los datos al servicio correspondiente y
restablecerán cuanto antes" te quedas a la espera tranquilo y
confiado de que en unos minutos tendrás restablecido tu
servicio. Cuando, ya desesperado, llamas al día siguiente y
consigues hablar con algo que no sea una voz de máquina, te
dirán que los "servicios correspondientes" tienen jornada
laboral de lunes a viernes y que hasta el lunes no hay nada que
hacer. Inútil que quieras hablar con un jefe, con el director,
con alguien responsable..., sencillamente, no lo hay. Ajo y
agua. Ciertamente, para algunos servicios hay otras empresas de
suministro, y te puedes cambiar y mandar a tomar por saco a la
que no tuvo en cuenta tus muchos años de cliente no problemático
y excelente pagador, pero, ¿para qué? Hagas lo que hagas, te
pases a la que te pase, te encontrarás más de lo mismo.
Es el método que utilizan todos: difuminar las
responsabilidades, diluirlas en sistemas de teléfonos como los
reseñados, donde nunca encontrará uno que diga "Y si es para
ciscarse en los muertos del director general, marque el 9",
entre empleados que sólo hacen lo que les han dicho que hagan -y
que no saben nada más-, en el relleno y envío de papeles al
organismo correspondiente...
En la reciente huelga de pilotos de Iberia tenemos un ejemplo
claro y fresco de lo que comentamos. Miles de personas con sus
vuelos cancelados, trastocados sus proyectos, sus vacaciones o
sus obligaciones porque a nadie, sabiendo de sobras lo que iba a
pasar, se le ocurrió darle una solución antes -y no después- de
que ocurriera el desaguisado. Esperas interminables, cabreos y
malos ratos, molestias y fastidios de todo tipo para los que
iban a coger esos vuelos. Naturalmente, con la devolución del
importe de los billetes a los que así lo quieran, no se resuelve
el problema causado ni se compensa en absoluto los fastidios o
perjuicios originados a todas esas personas, ciudadanos oriundos
o de diversos países que ignoraron que estaban en la España de
los despropósitos, de los pícaros y tunantes, en este país
cortijero donde jamás de los jamases verá Vd. a ninguno bajar
siquiera los escasos tres peldaños que le separan del suelo
común para decir con la cabeza gacha: "Yo soy el responsable."