No
es la primera vez que nos ocupamos, en este espacio, de Jordi
Sierra i Fabra, un escritor camaleónico donde los haya, capaz de
moverse a gusto en todos los géneros y con una vocación hacia la
literatura infantil y juvenil bien demostrada.
Jordi Sierra i Fabra es un escritor que se mueve con total
soltura en cualquier género que se proponga. En cuanto tiene una
idea ya no hay nadie que lo frene y esa idea, sea quimérica o
no, dará su fruto, porque Sierra i Fabra es un hombre difícil de
doblegar, que no se rinde ante los retos y que posee una gran
fuerza interior y una voluntad de hierro.
Jordi Sierra i Fabra (Barcelona, 1947) ha escrito cerca de 300
obras; así que es difícil presumir de haberlo leído todo;
imposible, más bien. No acabas de leer una novela suya, cuando
sabes que ha escrito otra y otra más; todas llenas de ese brío
inconfundible, de ese estilo que podríamos calificar de “sierraifabrano”,
porque nadie más que él lo tiene. Un estilo febril, que nos
ofrece lo esencial, que en una palabra o en dos resume una gran
idea. Ese estilo que es capaz también de remansarse y de
reposarse cuando la historia lo requiere.
Cabe señalar que Sierra i Fabra ha creado la Fundación Jordi
Sierra i Fabra en Barcelona y la Fundación Taller de Letras
Jordi Sierra i Fabra para Latinoamérica en Medellín, con la que
está llevando a cabo una gran labor social.
El próximo 27 de marzo se fallará el premio Andersen en Bolonia
y Sierra i Fabra es nuestro candidato; así que ojalá cuando se
publique este breve estudio podamos decir que ha sido reconocido
con tan prestigioso galardón; aunque si no ha sido de este modo,
tampoco pasa nada, porque a estas alturas Sierra i Fabra no
tiene que demostrar nada a nadie y su prestigio es indudable.
Esta vez queremos dedicarnos a una obra suya singular, que no
deja de asombrar puesto que nada tiene que ver con lo que el
autor ha escrito hasta ese momento. Es, por decirlo así, su obra
más arriesgada y más comprometida. Y eso que a nuestro autor no
le falta la vocación de compromiso en su producción.
Nos referimos a su libro “Material sensible. Cuentos crueles”
(2005). Es un libro de formato grande, tipo álbum. Un libro que
impacta a simple vista por las fotografías que contiene y que
supone una apuesta por parte de la editorial que lo publica. El
título es equívoco, ya que no hay crueldad en los cuentos que
narra Sierra i Fabra; digámoslo mejor, no escribe “cuentos de
crueldad”, sino que son cuentos que irradian ternura, desprenden
humanidad y rezuman esperanza, aunque todos ellos afectan, eso
sí, a “un material sensible” como son los niños de todas las
partes del mundo, los niños que sufren, que malviven, que están
sometidos, torturados; los niños olvidados, dejados de la mano
de Dios; los niños que a nadie importan porque su voz no se oye,
porque pocos los defienden y los protegen. Sierra i Fabra se
mete en la piel de muchos de esos niños y se sumerge con ellos
en sus vidas diarias, en sus vidas grises, llenas de
sufrimiento, llenas de oscuridad, para denunciar lo que acaso no
queremos oír en nuestro primer mundo, bien resguardados ante
tantas miserias. Y lo que es más conmovedor es que estos niños
aceptan su realidad, su presente sin dar muestras de odio ni de
rencor.
Sierra i Fabra es la voz de estos niños sin nombre, de estos
olvidados. En cada uno de los cuentos personifica un Derecho del
Niño que se está incumpliendo, ahora mismo, a cada momento, sin
que a nadie le importe demasiado... al menos hasta ahora.
Sierra i Fabra une calidad literaria a calidad social y teje un
conjunto de 18 cuentos que son como estampas, como momentos de
una realidad vigente, que no hay que ignorar y que no siempre
está tan lejos de nosotros como nos parece.
No obstante, no todo es negativo, en absoluto, porque al lado de
Sierra i Fabra, delante o detrás, caminan otros organismos,
miles de personas anónimas que tratan de contribuir a que esta
situación se solucione o que al menos no se agrave. Y es posible
que suceda así. Quizá quien lo lea ya esté contribuyendo al
cambio divulgándolo.
Cada uno de los cuentos viene ilustrado por una fotografía, que
le da pie, una fotografía que trata de poner la imagen a las
palabras, a la narración del autor y lo logra puesto que son
instantáneas que impactan, que se te clavan en la retina y en
corazón.
Todos estos cuentos nos invitan a una lectura reflexiva y a
hacer un ejercicio de responsabilidad, a la vez que nos permiten
tener un espacio de ficción, puesto que estas situaciones pueden
ser reales... o no serlo. Ahora bien, estos “Cuentos crueles”
impiden que el lector vuelva la mirada y quiera hacer otra cosa
porque, de alguna manera, te dejan clavado en la silla mientras
los lees.
Son cuentos breves, escritos con mucho dinamismo que se centran
en un episodio, en un momento, al que Sierra i Fabra pone ojos,
pone voz y pone luz. Cada cuento es, por así decirlo, el embrión
de una historia mucho más larga porque detrás de estos 18
relatos se esconden, seguro, 18 novelas y lo que es mejor aún,
18 vidas.
Por lo tanto quien, al leer el título del libro, crea que va a
encontrar algo morboso, pues se llevará un desengaño (y nos
alegra), puesto que este desengaño tal vez le haga ser más
sensible con la realidad del mundo en el que vivimos, ahora
mismo, aquí, sin ir más lejos.
Vamos a ver más de cerca estos cuentos:
I.
“La niña de Bogotá” nos habla de una niña que pide limosna por
las calles de Bogotá. Una niña con cara y nombre, Adriana, que
impacta en un turista europeo. Esta niña simboliza una historia
marcada por la guerra y el hambre. Al pie del relato, el
escritor declara que él es el turista europeo que se conmocionó
ante esta niña que es capaz de resumir su vida con unas pocas
frases: “Yo vivía en el campo, en una tierra muy hermosa, muy
feliz. Pero un día llegaron las FARC y mataron a mi papá. Y
después llegaron los “paras” y mataron a mi mamá. Y después unos
y otros dijeron que estábamos con el enemigo. Así que tuve que
venirme para acá, con mis abuelos –se estremece-. Aunque aquí
hace mucho frío, ¿sabe, señor? Me gustaría regresar a mi pueblo.
No me gusta el frío. Nunca lo había sentido. Esto es lo peor”
pág. 9).
II.
“La muñeca de Zimbabwe” es la historia de la pequeña Ngabe quien
ya empieza a dejar atrás su niñez y ha de sufrir, como una
tradición inexcusable, la ablación del clítoris. Esta niña
personifica todos sus miedos en su muñeca Mambé y trata, así, de
consolarse de lo que vendrá. Ha oído, sabe del dolor, pero no
sabe muy bien qué pensar. Cree que con su muñeca se acaba la
pesadilla, pero no... la pesadilla empieza con ella: “Quizá sea
verdad que duele muy poco y que la muerte solo se lleva a las
niñas que ya están enfermas, aunque ellas no lo sepan” (pág.
15).
III.
“Canción dulce del Nilo” tiene como protagonista a Selima, la
niña que ha de acarrear agua continuamente porque en su poblado
se sufre la sequía. Sierra i Fabra dota a Selima con una gran
imaginación, la crea llena de historias y de palabras para que
así soporte mejor su peripecia. Y es que el autor es benevolente
con sus criaturas de ficción y le gustaría que eso mismo se
traspasase a las reales, ya que él se duele de ese destino:
“¡Vedla caminar, como cada día, eterna, sosteniendo el cántaro
en la cabeza! ¡Vedla moverse, como una diosa terrena, alta,
esbelta, con su piel oscura desafiando al sol y sus gráciles
pasos sobrevolando la tierra que apenas parece pisar! ¡Vedla
cantar, y sonreír, cargada de sueños, llena de las esperanzas
que surgen de su cabeza a impulsos de sus trece años!” (pág.
21).
IV.
“Caminos de Guatemala” nos habla de Néstor, un niño guatemalteco
que tuvo la desgracia de pisar una mina personal y perder la
pierna, pero el día en que sucede el relato va a acudir a una
ONG que le prestará una prótesis para su pierna y tal vez pueda
tener una vida normal, aunque a Néstor, niño al fin, sólo le
importa saber si volverá a jugar al fútbol alguna vez.
V:
“Alfombra de la India” es un cuento que golpea en nuestras
conciencias ya que narra los avatares de los niños tejedores de
alfombras en la India, sometidos por culpa del capitalismo que
así lo exige. El relato es demoledor puesto que unos turistas
ven el caso, son testigos de estos niños esclavizados, haciendo
nudos con sus dedos frágiles y sin embargo miran hacia otro lado
y acaban comprando las alfombras porque, dicen, ellos “viven
así” y “no hay que mirar a la India con ojos occidentales”. Y se
quedan tan contentos y siguen su camino.
VI.
“Un paraíso en Tailandia” es uno de los cuentos más duros ya que
habla de la prostitución infantil y se centra en la pequeña Liu
que ha sido vendida a un burdel, “El Paraíso” para prestar sus
servicios y encima ha de estar contenta porque “podrá comer y
será bien tratada”; pero, eso sí, la adoctrinan las niñas con
más experiencias, mejor que finja que se lo pasa bien, así todo
cesará antes.
VII.
“Un televisor en Caracas” es otro cuento doloroso que se centra
en los niños convertidos en sicarios por algo mínimo como puede
ser un televisor. El cuento es estremecedor porque al final
descubrimos, en los ojos horrorizados de la abuela Graciella,
que el pequeño Justito ha cometido un asesinato, a cambio de un
televisor. Y todo porque la vida, allí, es “así de difícil”.
VIII.
“Montañas de México” habla de los niños que recogen la basura en
México y que viven de lo que otros tiran, en montañas
pestilentes, llenos de lo que otros no quieren. Manuel aquí es
el niño quien, en su ingenuidad, aún cree que encontrará un
tesoro entre tanta basura... algún día.
IX.
“Jugando de Vietnam a Hong Kong” es otro cuento de denuncia
social, que se centra en los refugiados de Vietnam y en sus
deplorables condiciones de vida; tan deplorables que envidian al
sol que es el único libre de todos. Los niños, pese a todo, se
adaptan y juegan y sueñan porque algún día dejarán “de ser
refugiados para convertirse en americanos, o canadienses , o en
viejos europeos” (pág. 60).
X.
“Orillas de Marruecos” es otra vuelta de tuerca al drama de los
niños que cruzan el estrecho de Gibraltar en pateras y que son
engañados ya, desde el principio, por las propias mafias de su
país. En este caso, el protagonista embarca y acaba su periplo
en otro lugar, pero del mismo Marruecos, para mayor frustración
y desconsuelo, ya que ha gastado todo el capital de la familia.
XI.
“Favelas de Río” recoge la vida de los niños de las favelas de
Río de Janeiro, cuyas existencias no valen nada en absoluto y
que viven siempre pendientes de un hilo y continuamente
degradados a causa del pegamento que esnifan para seguir de
alguna manera vivos.
XII.
“El soldado de Sierra Leona” es un cuento cruel con el niño como
protagonista, un niño guerrillero que se ve obligado a matar
porque así están las cosas en su país y que se hace hombre al
matar, ni más ni menos así lo entienden sus superiores.
XIII.
“La novia de Sri Lanka” narra una peripecia mucho más íntima, la
de la niña condenada a casarse con alguien que no quiere, sólo
porque así lo deciden sus padres, sólo porque así se sella un
negocio entre ambas familias. La vida de esas niñas no vale
nada, son esclavas; así duele en el alma la pregunta que lanza
el autor, ante la impasibilidad de todos que creen que sólo por
casarse, la chica ha de ser feliz y sin embargo no lo es:
“Entonces... ¿por qué llora la novia? ¿Por qué su mirada triste,
huidiza, su miedo, su fragilidad rota, su desesperación y su
angustia? ¿Por qué?” (pág. 89).
XIV.
“Ha nacido un niño en algún lugar de África” alude al parto de
una joven africana, un parto difícil y doloroso, aunque ella aún
no sabe lo peor, ni el pequeño que ha nacido. No saben que lleva
la muerte en la sangre por el SIDA. No saben que es inútil ese
nacimiento porque está condenado de antemano.
XV.
“Día de posguerra de Bagdad” es otro cuento lleno de dolor
puesto que habla del terrorismo personificado esta vez es una
niña, a la que nunca han hecho mucho caso en su hogar, una niña
que lleva unas bombas a la cintura y que se inmolará en nombre
de algo que no sabe muy bien que es. Sólo en el último minuto,
cuando Yaila, ya ha accionado el disparador en el autobús, sólo
entonces, cuando no haya marcha atrás, descubre la mentira de su
acción; pero ya es tarde para ella... y para los viajeros del
autobús que va a saltar por los aires.
XVI.
“La ventana de Lhasa” alude a la mentira de la televisión. La
historia se ambienta en Tíbet y la televisión ofrece engaños
para que nadie entienda muy bien su situación. La globalización,
como dice el escritor, “es el futuro para unos. Y el gran
genocidio para otros”.
XVII.
“Historia de una piedra en Palestina” es una especie de alegoría
en la que una piedra es testigo de muchos cambios, desde formar
parte de un hogar hasta formar parte de la “intifada”; aunque a
nada le ve sentido, porque nada lo tiene, ni mucho menos los
niños que mueren cada día a causa del conflicto
palestino-israelí.
XVIII.
“Y en algún lugar de España, Europa...” retrata lo imposible que
es para Fátima luchar contra el destino, aunque viva en España y
esté escolarizada. Sus padres, marroquíes, han decidirlo casarla
con un hombre mayor que ella y Fátima sabe que tendrá que
acatarlo porque nadie jamás le va a preguntar aunque su corazón
grité de dolor.
Todos estos cuentos van acompañados de una explicación final que
los inscriben en el conflicto real y actual y que nos arroja
datos y cifras para que seamos conscientes del problema que
encarna cada cuento. Los cuentos de Sierra i Fabra vienen
firmados por el año (desde 1998 hasta 2005) en que fueron
escritos y por el lugar, la mayoría de las veces en los mismos
lugares (o parecidos) que retrata en los relatos que, con toda
seguridad, son fruto de lo que vio o intuyó en esos países o en
estos países, porque algunos no están tan lejos. Cabe añadir que
estos temas ya han sido tratados en otras novelas como “Noche de
luna en el Estrecho”, “Las alas del sol”, “La bomba” y otros
tantos; aunque nunca de una manera coral, como sucede en
“Material sensible”.
En definitiva, son cuentos narrados con sencillez, con un estilo
cortante, muchas veces, un estilo que no se detiene en
florituras, sino que hurga en la idea que a Sierra i Fabra le
interesa destacar. Las palabras están al servicio de la denuncia
y sin embargo no pierden ternura ni pierden emoción. Son cuentos
que se leen de manera rápida, pero sobre los que hay que
reflexionar después. Es un libro al que no hay que tenerle
miedo, pese a las historias que relata, puesto que en el
conocimiento de las realidades está la posible solución.
No nos parece un libro infantil aunque esté protagonizado por
niños, al menos no parece que un niño pequeño sea capaz de
entenderlo todo, a no ser que alguien le pueda explicar con amor
y paciencia esa otra realidad. Ahora bien, “Material sensible”
no va a dejar indiferente a nadie. Seguro.