“Escribimos porque no entendemos” Teresa Martín Taffarel
-PERFIL BIOGRÁFICO Y OBRA
Teresa
Martín es una humanista en el sentido amplio del término.
Profesora de lengua y literatura españolas, profesora de
profesores, escritora, toda su actividad laboral y vocacional
gira en torno a la literatura.
Teresa Martín Taffarel es argentina, de Buenos Aires, aunque de
padre manchego. Su infancia, sus recuerdos se hallan al lado de
dos ríos, el Paraná y el Gualeguaychú. Allí quedaron sus
primeros años y allí permanece, intacto, en su mente su paraíso
perdido. A los 8 años volvió a Buenos Aires y allí estudió, se
casó y trabajó durante años, hasta que en 1983 se vino, con su
marido y sus hijas, a Barcelona. Desde entonces, Teresa tiene
dos patrias, ésta, y la argentina y no ha querido renunciar a su
acento que la vincula cada día a sus raíces.
Teresa Martín Taffarel es Licenciada en Filología Hispánica se
dedica a la enseñanza y a la creación literaria; aunque hay
mucho más que eso en su quehacer porque Teresa hace algo muy
difícil: contagia la literatura. Hace que quien la escucha o la
lee tenga ganas de escribir, de leer, de crear, en suma.
Teresa Martín Taffarel es, en la actualidad, Profesora en los
cursos de Formación permanente del Colegio de Doctores y
Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias de Barcelona,
Tarragona, Gerona, Lérida y Baleares. Algunos temas que ha
trabajado son:
- Método de enseñanza creativa: cuento y poesía.
-Temas de literatura española:
-La novela del siglo XIX.
-La novela histórica.
-Narrativa española del siglo XX.
-Los autores contemporáneos.
-Narrativa y poesía de Hispanoamérica y un largo etcétera.
También ejerce como Profesora en l’ Escola d’Escriptura i
Humanitats de l’Ateneu Barcelonés donde imparte:
-Cursos de formación literaria.
-Técnicas de escritura del cuento y otros más.
Del mismo modo, Teresa Martín ha presentado Ponencias y
comunicaciones en Jornadas y Simposios dedicados a la enseñanza
de la Lengua y la Literatura: Lérida (1987), La Almunia (1991),
Madrid (Asociación de Profesores de Español, 1994), Barcelona
(Jornadas de Espasa Calpe para Profesores, 1997), Barcelona-Gornal
(Escuela Pineda, 1996 y 1999)...
Cabe señalar también su labor como conferenciante en Institutos
de Enseñanza Secundaria e instituciones diversas, sobre temas
diversos y en distintas fechas:
-La literatura de Ernesto Sábato
-La literatura de Julio Cortázar
-La literatura de Jorge Luis Borges
-La literatura de Federico García Lorca
-La literatura de Juan Marsé
-La literatura de Carmen Martín Gaite
-La literatura de Miguel Hernández
-Los escritores del 98
-Barcelona en la literatura
-La lectura de los clásicos
-La poesía del tango
-Las tertulias literarias y muchos más.
No hay que olvidar tampoco que es, en la actualidad, una de las
profesoras de la Escuela de Escritores Alonso Quijano, instalada
en el Hotel-Convento Santa Clara, en Alcázar de San Juan. Esta
escuela, de creación reciente, merece la pena destacarse porque
por sus aulas han pasado y pasarán profesores y escritores de
relevancia y prestigio.
Mucho más se podría decir de la actividad profesional de Teresa,
como que organiza grupos de escritura y tutoría de obras de
creación literaria o que también ha colaborado en la Editorial
Círculo de Lectores como correctora de estilo y redacción.
En cuanto a sus trabajos de escritura y creación literaria, no
menos importante, podemos comentar los siguientes aspectos:
-Su dirección de la colección Clásicos Onda, edición de las
obras y elaboración de los cuadernos de estudio del texto, el
autor y la época, correspondientes a cada una: “El sombrero de
tres picos” de Alarcón, “Juanita la Larga”, de Pereda, “Los
Pazos de Ulloa”, de Pardo Bazón, “Dos novelas ejemplares” de
Cervantes, “Cuentos” de Rubén Darío, “Episodios Nacionales” de
Galdós.
- Su coordinación de la colección Abrapalabra en la editorial
Octaedro.
Teresa, además, es autora de:
-El tejido del cuento, Octaedro, 2001.
-Caminos de escritura, Octaedro, 2002.
-Sobre las hadas, Editorial Óptima, en prensa.
-La soledad y los días, poemas, Meteora, en prensa.
Sin mencionarlos explícitamente, es importante también la labor
de Teresa Martín como articulista sobre diversos temas de
literatura en distintas publicaciones literarias y pedagógicas.
En las líneas siguientes, nos ocuparemos de su labor poética, o,
al menos, introduciremos un par de poemarios de Teresa Martín,
“Mínimo Equipaje” y “Lecciones de Ausencia”. Otro día
trabajaremos su labor filológica, aunque queda bien clara que es
múltiple, rica y diversa.
-MÍNIMO EQUIPAJE, Barcelona, Meteora, 2003
Teresa Martín, en Mínimo Equipaje estimula nuestra sensibilidad
porque Teresa Martín Taffarel es una mujer de palabra cálida, de
pensamiento profundo y de cordialidad sin límites.
“Mínimo equipaje” es un título alegórico que recoge la esencia
de la vida de Teresa. Dicen que los mejores aventureros (no los
turistas) viajan con lo mínimo porque luego les estorba. Eso es
lo que hace Teresa, desecha lo inútil y se centra en las cosas
verdaderas que han tejido la esencia del su vida (sus afectos,
sus hijas, sus seres queridos, su primera nieta, sus reflexiones
profundas...) y nos las ofrece con total generosidad porque sabe
que nosotros también hemos sentido (o sentiremos) en algún
momento eso mismo... sólo que no sabremos cómo darle forma, la
forma que sí le da Teresa. El poemario se divide en 47 poemas
escritos a corazón abierto que divide en ocho momentos.
El tiempo, la palabra, la infancia de sus hijas, el amor, el
recuerdo, la memoria, el poder fantástico de la evocación, la
patria, la nueva tierra... todo ello se ensarta para ofrecernos
un libro unitario lleno de verdad, lleno de fuerza y ternura.
Destacan las ilustraciones muy personales y queridas por la
autora, porque fueron hechas por su marido y por su hija.
Y como dice Teresa “y estar donde cada mañana me levanto en la
memoria de los que siguen inventado mi leyenda”.
-LECCIONES DE AUSENCIA, Canet de Mar, Candaya,
2005.
Lecciones de ausencia se vertebra en torno a cinco partes más un
primer poema y un poema final. Cada una de esas partes recibe un
nombre en plural: Instantes, Desvelos, Adioses, Lejanías,
Signos. El título es ya muy significativo porque nos habla de
cómo hay que aceptar el paso del tiempo, pero no sólo eso, sino
que nos lo dice una voz sabia que ha sabido entender la vida y
sus vaivenes y quiere hacernos el regalo de su experiencia, de
sus intuiciones. El tiempo, la infancia, el abrazo que se fue,
el momento especial que ya no está... todo ello forma parte de
la ausencia, pero la ausencia también puebla nuestras vidas y es
ahí donde conviene tener presentes las lecciones que nos da
Teresa.
Ella acude a la sobriedad, a la contención, al propio silencio
porque Teresa es una mujer de silencios, a la que le gustaría
poder explicarlo todo sin tener que hablar, en un largo diálogo
de miradas, aunque eso no es posible porque el silencio no es
suficiente para explicarnos el tránsito de la vida; de ahí que
acuda a la palabra, pero a la palabra íntegra, esencial, sin
adornos, despojada de todo lo que no sea necesario, incluso de
los signos de puntuación y de las mayúsculas. Nada debe
distorsionar este momento íntimo en que vamos a encontrarnos con
lo que fuimos y con lo que tanto echamos de menos.
Su poesía nos trae el recuerdo de un tiempo, de un espacio, de
unos cariños, de unas caricias que no volverán porque ya se han
ido, porque ya ha pasado su momento; pero nos han dejado la
huella indeleble que tienen las cosas esenciales y verdaderas,
las más necesarias: el amor, el abrazo, la ternura. Aprendemos a
encontrarnos a nosotros mismos y a entendernos en aquello que
fuimos, en ese paraíso perdido que se ha quedado en un lugar de
nadie, en un lugar sin tiempo, entero, guardado, para nosotros.
Teresa se atreve a entrar en ese mundo y no siente dolor al
hacerlo, sólo nostalgia y ausencia, mucha ausencia. Los poemas
de Teresa no son dolorosos, son reposados, son sobrios, son
esenciales, son, en suma, lecciones para el buen vivir y para el
buen recordar.
En el primer poema ya precisa cómo, en un momento, todo lo que
la rodea, todo lo que ella siente se organiza con el único fin
de “darme su lección de ausencia” y ella se entrega con pasión a
este conocimiento en las siguientes páginas.
La I parte, Instantes, se inicia con unos versos de Manuel
Machado, “pasamos como nubes, como naves, como sombras” y los
instantes recogen ese pasar, la lluvia (“y se mira la lluvia /
como se miran los días que no vuelven”), el tiempo (“el tiempo
pasa / en la sola tarea de su propio pasar”), el río, las voces
perdidas, el otoño y la madurez (“me recogeré / en la serena
elegía del otoño”), las sombras que regresan (“tanta sombra
acechando desde dentro”), la infancia y las enfermedades que se
curaban con “agua de tomillo / zumo de limón / unas gotas de
miel/ sueño y reposo”.
La II parte, Desvelos, se vuelve hacia el tú, hacia la búsqueda
de un nombre que sólo cobra su sentido al ser nombrado. La
esperanza del reencuentro: “y el río que atravesó mi corazón /
renacerá en el mar”, la implacable fuerza del paso del tiempo
(“seguirán estando los espejos / que en vano intentarán
mostrarnos quiénes fuimos”). La imposibilidad de volver adonde
estuvimos y el deseo de retener esos momentos en nuestras manos,
esa presencia, ese amor, ese nombre que tuvimos en los labios y
nos llenó desde dentro. Quizá sea mejor callar, guardarlo todo
dentro, quizá sea mejor tratar de olvidar y renunciar a todo,
pero ese sería renunciar a lo que uno es y no es lo que pretende
la autora: “entender todo / o tal vez casi nada/ y negar las
respuestas incompletas / para poder renunciar a la nostalgia”. Y
la gran verdad, la realidad que se impone, la certeza de que “y
llegarán los días del principio / de madurar sin miedo/ para
saber entonces que la ausencia / es no necesitarnos”. Irrumpe el
desvelo más grande que es la soledad: “me he quedado sin ti
/sola conmigo / y aprendo a consolar mis pasos / con la ausencia
que quiebra este quererte”. Y de nuevo el silencio, el gran
consuelo de la poeta: “después vendrá el silencio / entonces
estaré contigo”.
La III parte, Adioses, se inicia con unos versos de Martí i Pol.
Es un momento de sosiego, llega la hora de constatar el vacío,
el adiós y, sin embargo, ese adiós no se ha llevado el recuerdo
ni lo que se vivió ni lo que se amó, “partir / esperar /
perderse”. Las despedidas a veces son necesarias para el
reencuentro: “y me alejo de ti / para poder estar contigo”). La
escritora es paciente, no se deja vencer y “te aguardo con
paciencia / en cada amanecer / puntual / restablecido / tras un
largo desvelo”. La espera, el aguardar a alguien son motivos
importantes de esta parte del libro, porque somos como “ángeles
/ desvelados / que no se resignan a otra despedida”. Y la
infancia, y de nuevo el paraíso perdido y el hueco que dejó en
la memoria: “hay días como hoy que sin saber por qué / todo
tiene sabor a desconsuelo / y duelen los surcos que dejó el
amor”. El otoño con su carga de madurez deja paso al invierno, a
la estación del frío, del desconsuelo, “y el invierno amenaza
quedarse para siempre”. Nos queda la duda de saber si lo hicimos
bien o si tuvimos tiempo de despedirnos porque a veces las
despedidas son brutales, para siempre “y alcanzamos los confines
/ donde aguardan los adioses / que nunca pudieron pronunciarse”.
La IV parte, Lejanías, concentra ese querer alcanzar lo que se
ha ido, lo que ya no podemos asir porque ha desaparecido, ya no
existe, sólo en nuestras almas: “y un deseo interminable de
alcanzar las alturas / aquellas serenas lejanías donde habiten /
los sueños y el olvido”. La necesidad de volver a ser lo que se
fue, el deseo de regresar, de encontrar el camino que nos lleve
de nuevo a casa: “allá estará el comienzo / todo el ayer
acumulado en una rama / y la tierra escribiendo lejanías”. De
nuevo el río, el árbol, el otoño, la lluvia y el Sur, poderoso y
eterno, “demudada corriente en un cielo sin cauces / superación
del aire / materia compasiva”. Aunque llega la hora de
aceptarlo, de entender que la lejanía se impone y “llegará la
niebla / las distancias se volverán inesperadas / brotará una
luz que nos revele / el porqué de tanta incertidumbre”. Teresa
se siente desconcertada a veces y no sabe cómo responderse,
aunque sí sabe cuál es su sueño “lo que es sin querer / lo que
no ha sido / lo que un día será / y aquellos árboles que siguen
soñando junto al río”. Ya decíamos al principio que Teresa acude
a las palabras porque con los silencios no basta, pero es
consciente también de sus limitaciones “y renacer en ave
migratoria / para volver al nido sigiloso/ a evocar las palabras
/ que no supieron nombrar tu lejanía”.
La V parte y última, Signos, trata de encontrar las señales de
las ausencias, de discernir dónde se hallan estos límites, de
trazar el plano de la melancolía. Es el intento de localizar una
brújula “que oriente nuestro andar / hacia las ofrendas del
desierto”. La sabiduría llega aquí a su grado máximo y se
constata que “las viejas hilanderas / continúan tramando los
destinos / mientras los dioses del amor / mueren en grietas
legendarias”. La poeta sigue firme, aguardando ese signo,
aguardando aunque no sabe si llegará o si se perderá en otro
naufragio: “todo está sucediendo / mientras esperamos una señal
/ desde la tierra firme / para llegar a tiempo a la orilla
deseada / sin habernos perdido/ cuando la niebla borre hasta el
aliento”. Sólo ella sabe las claves, sólo ella sabe descifrar el
enigma, aunque no le sirve para lo que busca: “me deslizo/ por
un lenguaje secreto / que guarda las claves iniciales/ el
sosiego se alza / como un estandarte de niebla / y sólo alcanzo
lo que no buscaba”. Por fin parece rendirse a la evidencia, a la
llegada de ausencia y trata de vivir con ella: “ya no queda nada
/ nada más que unas manos / que buscan las formas de la ausencia
/ unos ojos cansados / unas cenizas que vuelven a la tierra”. Y
la lección que nos da es tan sencilla como importante. Antes no
sabía el porqué de las cosas y ahora tampoco lo ha aprendido,
porque es imposible volver atrás a hacer lo que no se hizo,
aunque algo sí sabe “que no es posible saber / lo que no supe
entonces”. Cuando la ausencia se impone “vuelve a reinar la nada
del principio” y hay que empezar de nuevo.
Teresa Martín acaba su libro con un espléndido Poema final que
supone toda una lección de vida, ya que trata de definir el
porqué de la escritura, el porqué de ella misma, de su esencia
de mujer y poeta. Un poema lleno de signos, de enigmas, de
búsquedas, lleno de mensajes, de secretos, de claves, de
ausencias, de amores y de nieblas.
El Poema final dice:
“escribimos para salvarnos de lo inacabado
porque descreemos de las definiciones
escribimos para romper los límites del grito
porque nos cerca la soledad
nos ronda la tristeza
y a veces nos alcanza la alegría
escribimos porque no entendemos
o porque entendemos demasiado
escribimos porque tarde o temprano
habrá que reconocerse más allá de los espejos
y porque seguimos recorriendo nuestros días
con una colección de silencios
para aprender los nombres de la ausencia”.
Cabe aludir a las imágenes que de Giordano Vaquero, que
reproducen los lienzos que con el título genérico de
“Atmósferas” tratan de poner recrear, con gran sensibilidad, los
poemas de Teresa. Y no hay que olvidar el CD que acompaña al
libro que será, sin duda, un regalo, para nuestra alma.
-HACIA EL FUTURO
Teresa Martín es una mujer de apariencia frágil, pero de gran
fortaleza interior. Una mujer que vive por sus hijas, por sus
nietas, a las que adora. Su gesto es siempre amable y nunca
tiene una palabra negativa hacia nadie porque Teresa Martín, es
una mujer de principios que ha aprendido que la vida es efímera
y que no merece la pena cargarla de lastres inútiles.
Con seguridad, su nombre ha de verse aún mucho más reconocido y
a eso quiero contribuir con esta breve semblanza, de una mujer a
la que considero amiga y maestra.
Ella sabe el secreto de las palabras y a un gesto suyo, todas
acudirán a su lado porque Teresa es como esas magas que tienen
un don, en su caso, el don de convocar, con la letra escrita y
la magia de su voz, todos los sentimientos que existen, incluso
aquellos que nunca habíamos percibido.