Hay personas a las que se puede despojar del nombre y no pasa
nada, se sigue sabiendo quienes son; Pablos hay muchos, por
ejemplo, Juan Pablo Montoya, Juan Pablo Ángel, Pablo el rey de
Grecia y padre de la Reina Sofía, Pablo Petróvich hijo de Pedro
III y Catalina II, pero Pablo Neruda hay sólo uno, y los demás
le llamaban "Neruda", y le llaman, así. Aunque él, en realidad,
se llamaba Neftalí Ricardo Reyes Basoalto.
Los nombres propios son como los trajes que visten las
mariposas, hay diversidad y color y eso es lo encantador de
verlas volar, que tal todos usando el nombre de un amigo mío que
es tan común, que cada vez que se presenta no le creen que así
se llame en realidad, que tal todos con su nombre y su apellido
de ejemplo: Pedro Pérez.
Hay nombres propios que por su sonoridad y diferencia te dan
ventajas competitivas a la hora de ser recordado, y hay nombres
tan comunes que se te escapan entre los laberintos de la
memoria.
Y hay nombres comunes que muchos sueñan con tener, sobre todo
porque suena a galán de telenovela, pero no voy a escribir ahora
sobre eso, ni tampoco sobre los nombres sacados del santoral y
que se descargan sobre el indefenso recién nacido, pues llamarse
Cayetano, Nepomuceno, Corintio o Deuterenomio por cuestiones de
nacer un día y no el siguiente no es mi asunto por ahora.
¿Cómo se llamaba aquel bolerista mexicano? Ángel Agustín Carlos
Fausto Mariano Alfonso del Sagrado Corazón Lara; ¿y aquel
pintor? Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno
María de los Remedios Crispín Crispiniano de la Santísima
Trinidad Ruiz Picasso. Por supuesto que para abreviar sus amigos
los llamaban Fausto o Crispín.
No niego que es más práctico llamarse Javier, a secas, que
Usarmi Jaramillo o Neil Amstromg Hoyos.
Estoy de acuerdo con alguien que me decía que en Colombia hace
rato dejamos de hablar español en la cédula de ciudadanía, pero
claro, si es que los nombres no son para que aparezcan en los
diccionarios, imagínense a los pobres tipos de la Real Academia
en la labor de describir cada uno de ellos, tarea imposible
además de inútil. Los nombres son para llevarlos, para ser
nombrados, para llamar, para distinguir, no para ser descritos,
y mucho menos para que queden limitados en una lenta lista que
se elabora.
No sé si estas críticas a los nombres de pila sean buenas o
malas, o todo lo contrario. Por un lado, pienso que los padres,
que son los que sostienen al niño, tienen todo el derecho a
ponerle el nombre que se les antoje: Warlehy, Katiushka, Mexsana,
Madeinusa o Redoxón. Pero al mismo tiempo supongo que de alguna
manera algunos nombres si están desenfocados.
Lo que sí tengo claro es que usar la Biblia para escoger
representa poca garantía; un tío mío que tiene cinco hijos
consultó las sagradas escrituras y los bautizó Eliab, Ocozías,
Jocabe, Nacubodonosor y Nerón, uno de mis primos me contó que
alguna vez su padre los llamó a gritos a la puerta para que
atendieran a un mendigo. A lo cual el pordiosero dijo aterrado:
-Señor: ¡no me dé nada si no quiere, pero no me eche los
perros...!
P.D.
Mi padre, que es un empedernido lector eligió mi nombre (Aymer)
por las siguientes causas:
- El Conde Aymer Aymerich se distinguió por sus grandes valores
éticos y su oposición a cualquier forma de violencia; en honor a
él se construyó el Vapor Aymerich, un edificio que data de 1909,
ejemplo de la más notable arquitectura industrial de la ciudad
de Cataluña y una de las edificaciones fabriles más bellas de
Europa (tal vez con esto mi padre quería que yo llegara a ser
obrero de fábrica).
- El Duque Aymer Taillefer se casó con Alicia Courtney, vivieron
en el castillo Marlborough hasta que su hija Isabel, se casó con
John 'Lackland' Rey de Inglaterra, el trono lo heredó su hijo
mayor Enrique III, sus demás hijos fueron William, Guy,
Geoffrey, Aymer y Alice; el menor hijo varón se llamó como su
abuelo materno y fue Obispo de Winchester (tal vez mi padre
quería tener una nieta que fuera reina de la arracacha, o un
bisnieto que fuera cura párroco).
- Aymé (Marcel), era un escritor francés (Joigny 1902-París
1967), autor de relatos y novelas en las que se mezclan sátira y
fantasía (La jument verte), obras de teatro y cuentos (Contes du
chat perché). (Bueno, al menos una de sus predicciones le salió
bien a mi padre y terminé siendo un junta-letras).
Agradezco al cielo que a mi padre le haya gustado sumergirse en
los libros y no en el cine o en las caricaturas, no me veo con
un nombre como: Schwarzenegger, Rambo o Batman.