La espera se me ha hecho eterna. Dos largos meses en los que
nada ha faltado.
España ha seguido convulsa mientras los españoles adormecían
en las playas.
Los incendios han arruinado a toda una comunidad.
Los inmigrantes, pobres desgraciados, alcanzaban nuestras
costas perdiendo en el camino a muchos compañeros de
hambruna.
El euribor ha seguido subiendo y, con él, aumentando el
riesgo de no poder pagar la hipoteca, mientras miles de
viajeros desesperaban en el aeropuerto de “El Prat” y los
equipos de fútbol soltaban euros a raudales para hacerse con
éste o aquél fenómeno de la pelota.
Ni uno solo de los problemas que adornan nuestras vidas ha
sido solucionado pero, eso sí, en los próximos días
Zapatero, según ha dicho, moverá ficha para revitalizar el
dormido “hermanamiento” con E.T.A.
A pesar de todo, según he podido leer, nuestro cerebro posee
un área, denominada corteza prefrontal ventral medial, que
se activa al escuchar chistes buenos. Así lo dice la
información. Eso nos salva, por eso reímos ante una gracieta.
Pero, además, el ser humano, afirma el mismo artículo, ha
expandido lo placentero de ciertas relaciones
interpersonales. Para el ser humano reír o sonreír significa
activar una parte del sistema nervioso, el sistema
parasimpático, que proporciona bienestar.
Ja, ja, ja.
¿Ven como es verdad? Acabo de reírme, pero casi me da
vergüenza hacerlo, menos mal que nadie me ha visto porque se
preguntarían: Y este idiota ¿De qué se ríe? No, de nada, lo
siento, perdón -contestaría yo-.
Desde hace unos meses tengo guardada una carta en la que una
persona de avanzada edad me transmitía sus lamentos porque,
según decía, había perdido la risa. Eso sí es una tragedia.
¿Han pensado cuánto tiempo hace que no se ríen? ¿Se dan
cuenta de lo poco que reímos? ¿Creen que vivimos tiempos
felices?
Si contestan las preguntas no se reirán, mejor es aceptar el
reto de procurar, en el futuro, activar esa corteza
prefrontal ventral medial.
Hace unos años, más de treinta, vivimos en España una
campaña en la que los coches lucían pegatinas con la frase:
Sonría, por favor. Y recuerdo, perfectamente, que también se
podía leer en catalán y en vascuence. Era algo así como
Sonrieu, si us plau y Eripar eguizuaren. Bueno, la memoria y
los idiomas me han podido fallar, y pido perdón por ello,
pero en el olvido no debemos dejar la sonrisa.
Un mundo que no ríe es un mundo que llora, que se lamenta y,
poco a poco, va siendo más desgraciado.