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Aunque, en cuanto a virtudes y condición humana, el hombre a evolucionado bien poco desde esos tiempos no muy lejanos del taparrabos y los utensilios de piedra, la Ciencia y la Tecnología siguen su imparable evolución y, cada día, nos asombran con sus nuevos avances y descubrimientos.

Pero... (ya llegó el pero), la clase científica, los investigadores, estas inteligentes, tenaces y sacrificadas personas que un día nos sorprenden con su descubrimiento de un CD capaz de albergar 1 GB para que Vd. grabe sus películas, y, un mes más tarde, nos anuncian que ya los tenemos de 30 GB, y al mes siguiente de 500 GB, o que en unos pocos años nos han hecho pasar de las señales de humo al superguay teléfono móvil con juegos, música MP3, correo electrónico, SMS, PDA, fotografía digital, Internet y hasta TV digital, estos investigadores, repito, ¿están todos en el campo de la tecnología o hay algunos en otras áreas como la Medicina, la Salud y un mejor aprovechamiento de las condiciones de vida de las personas?

En mi opinión, si tenemos en cuenta que la investigación en áreas tecnológicas es más productiva en el corto plazo, goza de un mercado amplio y siempre demandante y, sobre todo, carece de los condicionamientos que, sospechablemente, afectan a esas otras áreas de investigación ya referidas, el grueso de los científicos (y, posiblemente, los mejores) están en esos laboratorios de los que salen los móviles de última generación, pantallas de plasma de 90" y semillas que producen berenjenas de cuatro kilos.

Sabido es que los gobiernos, con excepción de los cuatro o cinco países punteros, dedican una ínfima parte de sus presupuestos a Investigación y Desarrollo -la famosa y manida I+D-. ¿Motivos?Referidos a España, que no hay dinero y no se puede detraer de otras partidas que tienen prioridad. Mentira podrida, como Vdes. bien saben. Vean, si no, los superávits de muchos miles de millones de euros que están presentando las cuentas de los presupuestos generales del Estado de los últimos años en este país de nuestros pecados.

Para saber con exactitud los motivos habría que estar presentes -pero invisibles- en ciertas reuniones de despachos ministeriales, pinchar los teléfonos privados de los mandamases de determinadas empresas y, muy principalmente, asistir a las reuniones anuales del Club Bilderberg (véalo aquí). Nos enteraríamos, sin duda, de cosas que nos pondrían los pelos de punta... Pero, como hablar de este tema sería emborronar estas sencillas letras con asuntos de alta política -¿o filosofía?-, mejor lo dejamos y pasamos a ver unos ejemplos de cómo funcionan algunas de las leyes en la religión del poderoso dios don Dinero.

Uno de los mercados más productivos y rentables en todo el mundo es, sin duda, el de los Laboratorios e Industria Farmacológica.

Si nos fijamos que existen -un poco así a vuelapluma- varios centenares de enfermedades, perfectamente descritas y conocidas (diabetes, artritis reumatoide, hepatitis, SIDA, Parkinson, etc. -súmenle las llamadas Enfermedades Olvidadas, que sufren en países menos desarrollados-) que son sufridas a diario por millones de pacientes desde tiempo inmemorial, y reparamos en que hace varios decenios que no se descubre ningún medicamento con auténtico poder curativo, que todo cuanto se descubre son paliativos y remedios que mantienen al paciente amarrados al potingue toda su vida -y a pagar su precio-, llegamos a la conclusión de que la gallina de los huevos de oro existe, y que, lógicamente, nadie está dispuesto a matarla. ¿Se imaginan que un laboratorio "descubriera" una molécula capaz de curar definitivamente la artritis reumatoide o la diabetes y pusieran el fármaco a la venta?

Por la misma e inmutable regla, los Laboratorios Farmacéuticos, macro-industria perteneciente a unas pocas multinacionales, se niegan a conceder sus patentes o vender sus productos a precios mínimos a los países menos desarrollados o del tercer mundo. La consecuencia es la muerte de millones de personas y otras tantas que, como un castigo añadido a su miseria, viven en deplorables condiciones de salud.

Por la misma regla, pero en el otro extremo, tan indigno, injusto y aberrante como lo anterior -y sin que se asome por ningún resquicio a la luz pública-, podemos presumir la existencia de avances científicos, terapias y tratamientos médicos de última tecnología para uso exclusivo de gente de grandes fortunas. Ello es obvio, y como ejemplo, no ya sólo el que empresarios, artistas y demás personal pudiente se marche a los Estados Unidos a curarse sus males -que es conocido de todos-, sino que basta echar un vistazo a las listas de espera para trasplantes de riñón, hígado o cualquier otro órgano para advertir que en sus largas nóminas no existe el nombre de persona alguna de los que tienen cuentas corrientes con muchos ceros.

Conclusiones: 1ª La investigación científica en el área de la Medicina y la Salud, a diferencia de la imparable velocidad con que lo hace en áreas de la Tecnología, sólo avanza en la medida que le interesa a los señores propietarios de la Industria, es decir, al Capital. Y 2ª El uso y disfrute de los avances conseguidos en esa área -pocos o muchos-, depende exclusivamente del status económico de quienes los precisan.

Se le olvidó a Dios cuando hizo el mundo poner un Departamento de Quejas y Reclamaciones para que, por lo menos, los humildes, los que no pertenecemos a ese selecto grupo de poseedores del poder y del dinero, dueños absolutos de nuestra salud y de nuestras vidas, tuviéramos la opción de llegar y cagarnos en la madre que parió a tantos hijos de puta.

Sin más comentarios...






 

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