Era
lunes, día señalado para la llegada del bello animalito. Su
nueva dueña, una niña de siete años, había esperado un largo
tiempo para ver su deseo hecho realidad. Para merecer el premio
había aprendido a leer muy bien, y sacado muy buenas notas en
matemática.
El recién llegado era de un color común en los cachorros de
pekinés, su naricita y ojitos en perfecto molde... sin un
rasguño... medía trece centímetros de largo por cuatro y medio
de ancho. Era tan peculiar su tamaño, que se hizo una prueba,
introduciéndolo en una lata de perros calientes y sobraba
espacio. Venía esperando lo mejor de sus dueños, que pagaron por
él gustosamente la suma pedida por un perro de tanta alcurnia,
nacido un martes 13, día de la buena suerte.
La madre de la niña era capaz de todo por verla feliz, aun
sabiendo los riesgos que correría el animalito, entre abrazos y
pasiones infantiles que podían ser fatales. Como no tenía mucho
aspecto de perro, decidieron ponerle Cosita.
El primer día fue una prueba de fuego para el cachorro. Logró
sobrevivir a pesar de ser alimentado como un pastor alemán:
leche y boniato... una receta diabólica que parecía haber sido
inventada para campos de concentración de mascotas. Ya el
segundo día, el inteligente animalito acudió, por iniciativa de
su dueña, a sus primeras clases de lectura.
Fue colocado frente a un libro enorme, donde encontró la foto de
un gato legendario, capaz de burlar a todos los humanos con su
astucia. La imagen del gato le habló:
- Se te ve cansado... Yo te ayudaré, imagino la situación que
tienes... de tanto que te quieren podrías morir, trataré de que
sobrevivas. ¿Quieres escapar de casa o algo así?
- Gracias - contestó el perrito -, ¡al fin encuentro apoyo!
Fíjate no más, la mamá se fue de compras, dejándome con la niña,
la cual me tapó con una colchita con este terrible calor y
ahora, como ves, quiere que aprenda a leer frente a este libro.
No me quiero ir, solo quiero que me comprendan.
- Bien... lo único que se me ocurre es que vayas al patio de la
casa de al lado y busques la estatua de un perro enroscado, las
personas no lo saben, pero es el protector de los perros en
causas difíciles... solo él puede ayudarte. Acércatele sin miedo
y pídele protección contra abrazos, clases de lectura y comidas
en sobredosis... antes de que caigas en combate por exceso de
cariño.
- Así lo haré, gracias – respondió el cachorro esperanzado ante
este aliado sorpresivo.
La niña, que observaba a Cosita mientras miraba las páginas del
libro, notó algo raro y pidió a su madre que fuera expulsado el
gato que estaba en el libro. Al parecer, había notado una
supuesta armonía entre los animalitos, y no quedó complacida,
más bien se arrepintió de haberle mostrado aquel gato legendario
que, según el cuento, se hizo famoso por ayudar escapar
mascotas, tejiendo escaleras con sus hilos gruesos de muchos
colores... Como era muy precavida, tomó la decisión de que fuera
expulsado de su biblioteca y guardado en las gavetas de su
escaparate, al menos por el momento.
Al amanecer siguiente, Cosita logró evadir la vigilancia de sus
dueños y llegar al patio de la vecina, allí encontró la estatua
del dios perruno y le pidió ayuda. El perro de piedra miró al
indefenso cachorrillo y le dijo:
- A ver, algo importante debe pasarte para que interrumpas mi
siesta... ¿qué sucede?
- Es mi nueva dueña... al paso que me lleva me hará morir... es
muy buena, el peligro es precisamente por quererme tanto, dice
el gato tejedor que vive en el libro que solo tú puedes
ayudarme...
- Mira... yo soy el protector de los perros, incluso en causas
casi imposibles, he rescatado cachorros de la nieve, del fuego y
de naufragios. Pero en tu caso interfieren humanos y no puedo
hacer nada que cambie su destino, tu futuro está en tus manos...
solo dale una oportunidad a la niña... yo pediré que ella te
cuide y de amor no te mate, pero nada más. Ahora vuelve a casa,
que te deben estar buscando.
- Gracias – dijo Cosita, que era muy educado.
Al llegar a su hogar, aun no se habían despertado ni la mamá ni
la niña... el perrito se rompía la cabeza pensando en su futuro.
“¿Qué sucederá hoy? ¿Seré alimentado de nuevo con boniatos
enteros? ¿Me taparan con la colchita a pesar de haber 33 grados?
¿Me cargarán como si fuera un peluche? ¡Que el dios de los
perros me proteja!... Y de pronto, la imagen del gato se
materializó frente a él.
- Cosita... no te inquietes más, quizás las cosas cambien... la
verdad es que no eres maltratado, solo amado en exceso y eso no
puede ser malo, ¡ya quisieran muchas mascotas recibir tanto
amor! Ten paciencia, mastica despacio y aguanta un poco, que
creo que el instinto de tu dueña la enseñará a cuidarte cada vez
mejor, no dije a no pisarte... pero sobrevivirás. ¡Eres un
pekinés con suerte y podrás resistir!