Ay, si la gente supiera
que los cuadernos adornas
con exóticos dibujos
de imaginarias corolas;
que pones grecas al margen
-como escribano- en las hojas
como dulces miniaturas
de aquellas fechas remotas,
en el rincón del desván
en las clandestinas horas
de la inerte madrugada.
Ay, si la gente supiera
que el que vende las escobas,
las macetas, las naranjas,
escribe encendidas odas
en un cuaderno florido
(con lágrimas como orlas),
que el cuaderno está embriagado
con plenitudes de rosa
y encierra versos ingenuos
de joven que se ilusiona
entre libros y dibujos
y proyectos que le arropan.
Ay, si la gente supiera
(y a la gente; ¿qué le importa?)...
Pero, como así es la gente,
cuando se entera, se asombra,
las manos en la cabeza:
-Ay, Dios, se ve cada cosa...