Habiendo llegado el momento de liberar a los presos etarras
sin detenerse en el detalle de las penas acumuladas;
habiendo llegado el momento de repartirse la España dolorida
y sangrante; habiendo llegado, también, el momento de
reconocer méritos políticos y morales a la banda de asesinos
que, durante tantos años, intentó someter al Estado,
consiguiéndolo al fin, y estando cerrada la lista de los
representantes que, por ambos lados, se sentarán a firmar
los pertinentes documentos y actas de acuerdo de tan
histórico acontecimiento, creo, pues así se desprende de
múltiples informaciones, que tan solo queda por concretar el
lugar de la definitiva reunión.
Oigo y leo que son varias las ciudades europeas propuestas
por unos y otros, y alguna de ellas parece tener
posibilidades de hacerse más famosa gracias a un evento que,
a modo de cumbre internacional, dará a luz lo que podríamos
llamar el “Tratado de la Rendición”, o el “Tratado de la
Humillación”, o de la “Indignidad”, o de “la Ilegalidad”, y,
siendo mal hablados, pero correctos en la adjetivación,
podríamos definirle como el “Tratado de la Hijoputez”.
Pues para que el jodido tratado tenga un escenario acorde
con lo que se pretende, y con el fin de facilitarles luz y
taquígrafos a los participantes para que, con ello, alcancen
la publicidad deseada (unos por conseguir una paz de mierda,
y los otros en agradecimiento público al tiro en la nuca), y
basándome en la historia de sucesos acaecidos recientemente,
propongo, con un sustancioso ahorro a las arcas del Estado
por el concepto de desplazamientos, que la tal cumbre se
celebre en el cercano Estadio Independiente del Club de
Fútbol Barcelona, pues, no en balde se halla ubicado en país
extranjero.
Deberían disponer, en el círculo central, dos mesas, cada
una de ellas a un lado de la línea que divide los
territorios del escenario. En una se mostrarían, a modo de
símbolos, la paloma blanca, enjaulada, la ramita de olivo,
seca y ajada, y un lirio, símbolo de la estupidez.
Sobre la otra mesa, y como no podía ser de otra forma,
veríamos las armas humeantes, restos de ferrocarril, un
botecito de cloratita y un gráfico con la secuencia genética
de un ADN trágico y diferencial.
Las puertas del estadio permanecerían abiertas hasta
alcanzar el lleno total en sus gradas, tras lo cual, y en
evitación de tumultos y barbaries, se cerrarían.
Dada la prevista afluencia de público, podría solicitarse la
distinción internacional del premio Guinnes, ya que nunca
jamás se habrían reunido cien mil imbéciles en un evento
como el que ha de celebrarse, aunque sí se tiene constancia
de un ensayo general acaecido con motivo de un partido de
fútbol que quiso ser internacional al enfrentar a las
pretendidas selecciones catalana y vasca.
Desde la grada, los espectadores, repetirían, con
experiencia suficiente, el lanzamiento de porciones de
cochinillo y botellas de licor que los reunidos usarían para
recuperar a los escuálidos presos, ya liberados, merced a
una huelga de hambre indefinida que días atrás tuvo su fin y
que será ejemplo y pauta para los residentes en presidios
españoles.
El majestuoso espectáculo alcanzaría su punto culminante con
el enarbolar de banderas independentistas, con el entonar de
cánticos secesionistas y con el linchamiento de algún
político de la nueva extrema derecha que previamente habrían
detenido en un acto público y político, aunque pacífico, por
algún motivo de lesa gravedad.
Los restos del pobre derechista serían utilizados para
fabricar butifarras que, al finalizar el acto, se
distribuirían entre los asistentes, acompañadas de un
puñadito de alubias de Tolosa y un chupito de pacharán.
Con ello se daría por finalizado el acto de la vergüenza
dejando que los asistentes, y aquellos que, amontonados a
las puertas del estadio, no pudieron entrar, desfilasen por
las calles de la ciudad destrozando escaparates y
acorralando, hasta el acojone total, a los pacíficos
españoles que aún residan por allí.
P.D.
Att. Sr. Rodríguez Zapatero:
Desde este momento, y con carácter indefinido, el firmante
de la propuesta que en este escrito se recoge, cede, a favor
del próximo Premio Nóbel de la Paz, todos los derechos de
autor, si bien agradecería un tratamiento de favor para
acceder a los viajes del INSERSO, o cualquier otra chorrada.