Siempre, desde que el hombre es hombre, han existido profetas,
videntes, augures; personajes dotados de, entre otras cosas, un
especial sentido de la oportunidad que, generalmente, basándose
en la credibilidad, buena fe y desconocimiento de los demás -y
siempre sustentado en intereses propios- aventuran presagios y
conjeturas sobre lo que va a pasar.
Los nuevos profetas, Isaías, Jeremías y Ezequieles siglo XXI, no
van por libres: se integran en grupos con sensibles nombres que
evocan la Naturaleza, como "ecologistas", "verdes", "amigos de
la Tierra", etc., y no parece que les mueva ningunos otros
interés que sus propias convicciones para lanzar a los cuatro
vientos sus nefastos y calamitosos augurios.
En el caso que nos ocupa, la posible destrucción del planeta por
la acción del hombre, y para cuyas teorías y su afianzamiento
manejan expresiones como el cambio climático, efecto
invernadero, destrucción de la capa de ozono, retracción de los
casquetes polares, aumento de la sequía, subida del nivel del
mar, cambios de las corrientes marinas, etc., etc., lo tienen
bien fácil por la evidencia de la mayoría de los efectos.
Y, si bien es verdad que todos debiéramos colaborar en mantener
un medio ambiente más limpio, saludable y equilibrado -por
cuanto es lo que dicta la razón y la lógica-, de ahí a decir que
estamos provocando una irremediable destrucción del planeta va
un abismo.
Las causas de tanto alarmismo catastrofista son múltiples y
vienen originadas por intereses de muy distinta procedencia.
Podríamos enumerar los más sobresalientes de la siguiente
manera:
1º) Individuos listos y mañosos que, aprovechando la conciencia
colectiva de otros muchos -que actúan de buena fe y por propio
convencimiento-, crean o se afilian a grupos políticos, ONGs o
asociaciones diversas, cuya filosofía -y nombre- parece tener
por base la defensa de la Naturaleza, con el único y exclusivo
fin de asegurarse un bien retribuido futuro laboral y seguro
sustento.
2º) Los medios de comunicación existen, y tienen que rellenar
cada día sus páginas, espacios y programas ...haya noticias o no
las haya.
3º) Intereses particulares del personal más pudiente -incluidos
gobiernos- y su nutrida caterva de fieles vasallos, tiralevitas
y apesebrados.
En este último apartado -que englobaría capitalistas, burguesía
y sectores sociales más avanzados- puede que se advierta la
existencia de una confrontación de intereses entre los que
defiendan la continuidad del consumismo bestial al que nos
tienen acostumbrados los que manejan los hilos financieros
(petróleo y todo tipo de artículos) y los que se decanten por un
consumo más racional de determinados recursos. En general, puede
que al capital no les interese promocionar el ecologismo, pero
sí muchas de sus facetas. Por ejemplo: "Si yo consigo que cien
personas consuman tan sólo diez litros de agua al día, en lugar
de los quinientos que están gastando, me aseguro que no falte
agua en mi piscina ni en los regadíos de mis haciendas ni en mis
campos de golf favoritos..." O sea, que toda la parafernalia del
ecologismo y las banderías verdes existen, se permiten y se
promueven porque la salubridad general y el que no falten
recursos en el planeta afecta también a los dueños del cortijo.
Si no de qué...
Las causas reales de los cambios climatológicos hay que
buscarlas en la cruda realidad que nos demuestran los estudios
de muchos científicos: Agassiz, Milankovitch, Köppen, Spoerer,
Maunder, Emiliani, etc. La Tierra, como todo cuerpo celeste,
está sometida a una serie de leyes físicas que la acompañan en
sus movimientos de traslación y de rotación alrededor del Sol.
La inclinación del eje de rotación, la excentricidad de la
órbita y la precesión (o bamboleo del eje de rotación),
causantes de las variaciones entre las estaciones, son los tres
factores que el astrónomo yugoslavo Milutin Milankovitch, a
principios del siglo pasado, estudió y propuso como mecanismo
astronómico para explicar los ciclos glaciales (confirmados,
experimentalmente, por Cesare Emiliani en la década de 1960). No
olvidemos que la Tierra, a lo largo de sus 4.500 millones de
años, ha sufrido -y seguirá sufriendo- las llamadas
glaciaciones, ciclos que se producen con una frecuencia no
exactamente determinada (pero superior a los 100.000 años), y en
las que los hielos alcanzan a cubrir buena parte del planeta.
Estas glaciaciones han sido causa de varias de las grandes
extinciones masivas de vida en la Tierra (de las seis que se
conocen, tan sólo la última, la extinción masiva del
Cretácico-Terciario, hace 65 millones de años, se sabe con
cierta exactitud que fue un meteorito el causante), por lo que,
si nos ponemos las gafas de ver la realidad, si nos despojamos
de toda la soberbia con que deambulamos por la vida, dejaríamos
de buscarle tres pies al gato y de echarnos las culpas de algo
que no es más que unas jodidas leyes naturales que, con o sin
intervención del hombre, se siguen cumpliendo.
Según estudios científicos, la última glaciación, llamada de
Würm (o Wisconsin en América), comenzó hace unos 80.000 años,
alcanzó su máximo hace 18.000 años e inició su retroceso 8.000
años después. Estamos, pues, en una época post-glacial o cálida
(comenzada hace 10.000 años) que aún seguirá su avance durante
unos cuantos miles de años antes de pararse para comenzar el
retorno a una nueva glaciación. Pero, como hemos de tener en
cuenta los llamados períodos interglaciales (pequeños períodos
entre ciclos glaciares con acusados cambios climáticos, que
tienen los mismo orígenes, pero cuyos efectos tienen lugar en
espacios de pocos cientos de años), no contribuyamos a que esas
manifestaciones climáticas se acentúen procurando hacer un
consumo más racional de todos los recursos naturales del
planeta.
Cuánto más aceptados, creíbles y acreditados estarían todos los
pregoneros y augures de las miserias climáticas si, en lugar de
a sus profecías, tan nefastas como mal explicadas y tan
inevitables como lejanas en el tiempo, dedicaran sus esfuerzos a
combatir cualesquiera otras de las muchas miserias reales que
afligen cada día a la humanidad: Las miles de personas que
mueren de hambre cada día, los que mueren por falta de
medicamentos y asistencias mínimas, los centenares de muertos
que se producen a diario en esas guerras y confrontaciones
movidas por el único y exclusivo fin de los intereses de unos
cuantos...