EL AUTOR Y SU ENFERMEDAD
(y 4)
Su evolución contado por el propio paciente
por Alfonso Estudillo
2000-2006
Durante casi tres años no aparecí para nada por la consulta de
Reumatología, pero, hacia finales del 2000, instigado por mi
médico de cabecera, Dr. Martín Almeida (al que tenía que ver con
frecuencia para que me recetara los corticoides), que,
profesional serio y responsable, me hizo ver que mi actitud de
no continuar el seguimiento de mi enfermedad por los
especialistas ni tomar los medicamentos que me prescribían era
para él una gran responsabilidad, me vi obligado a volver por la
consulta.
No sé qué impresión le causaría mi aspecto al reumatólogo (por
cierto, viejo conocido desde mis primeras visitas), pero debió
verme muy mal, porque, en lugar de seguir el procedimiento
habitual de cambiarme los medicamentos por otros, me mandó
hacerme un chequeo y analítica general, chequeo que comprendía
un hemograma completo (Medicina Nuclear incluida), análisis de
orina, radiografías de manos, pies, pecho, abdomen, etc.,
ecografía abdominal y pruebas de densitometría ósea.
Sorprendentemente, los resultados fueron favorables, salvo una
ligera poliglobulia (que el hematólogo diagnosticó como
"probablemente secundaria a tabaquismo").
Así, pues, no sólo continuaba vivo sino que, aparentemente, los
varios años que me llevé tomando a diario los diversos potingues
prescritos no me habían causado lesiones en el páncreas, hígado,
estómago, etc. Incluso, hasta la persona encargada de hacerme la
densitometría ósea me la tuvo que repetir porque no se creía
aquellos resultados tras siete años tomando corticoides. Tampoco
se apreciaba que la enfermedad me hubiese producido deformidad
en manos o pies ni, según las radiografías, daños apreciables en
las articulaciones.
Como me dieron copias de estos resultados por escrito, se las
enseñé a mi médico de cabecera al tiempo que le ratificaba mi
decisión de no someterme a más pruebas ni tomar ninguna otra
cosa que los corticoides (a menos que hubiera nuevos
descubrimientos de probada eficacia en el tratamiento de la
artritis, como es lógico).
Y fue entonces cuando comenzaron mis investigaciones y la
aplicación de pruebas con la alimentación.
Todavía por aquellas fechas, años 2000 y 2001, continuaban los
dolores, pero, a medida que cambiaba mi alimentación, advertía
claramente que iban disminuyendo, y las crisis, los episodios
más dolorosos, se iban distanciando en el tiempo cada vez más.
En los últimos años, a partir del 2002, los habituales dolores,
incluso los de las manos, se fueron perdiendo de manera muy
apreciable, y las pocas crisis que sufría, más bien de escasa
intensidad y ya muy de tarde en tarde (podían aparecer cada dos
o tres meses), pienso que más bien podrían ser consecuencia de
algunos trabajos hechos en casa que requirieron algún esfuerzo
más de la cuenta. También es reseñable que los nódulos
subcutáneos que me aparecieron en los nudillos de las manos y en
los codos se fueron reduciendo hasta perderse casi por completo.
En fin, que tengo que reconocer que, al día de hoy, finales del
año 2006, doce años después de que me fuera diagnosticada la
enfermedad (o algunos más si contamos desde los primeros
síntomas), si bien sé que la enfermedad no ha desaparecido por
completo, me encuentro en un estado bastante satisfactorio.
Naturalmente, sigo tomando mis corticoides cada día (media
pastilla, 15 mg.), pero, incluso, mantengo cierta esperanza de
poder dejarlo (aviso que los corticoides no se pueden dejar de
tomar de golpe tras su ingesta en períodos prolongados). Ahora
mismo llevo tres meses quitándole un trocito de 3 mg. a cada
pastilla, por lo que estoy tomando sólo 12 mg. Quiero hacer
notar -y recalcar- que esto mismo lo había intentado antes en
muchas ocasiones, con el resultado de que a los pocos días,
aunque parezca increíble, me comenzaba a subir el dolor de las
manos, hasta dejármelas inútiles, y tenía que volver a esa dosis
mínima y crítica de 15 mg. En cuanto a los antiinflamatorios,
que, sin duda, tienen una probada eficacia en la remisión del
dolor, yo aconsejaría tomarlos, exclusivamente, en casos muy
puntuales (sólo en las crisis), limitándolos al máximo y, a ser
posible, inhibidores selectivos prescritos por el médico u otros
de nueva generación y con menos efectos secundarios (Ibuprofeno,
etc.).
Como conclusión a toda esta historia, y por si acaso alguien
pudiera pensar que, con mi actitud de renunciar a que los
especialista en Reumatología continuaran con el seguimiento de
mi enfermedad, lo que pretendo es desvalorizar su
profesionalidad o poner en dudas sus conocimientos y capacidad
como médicos, tengo que decir que nada más lejos de mi
intención: todos los reumatólogos que me atendieron desde el
principio gozan de mi mayor respeto y consideración y mi total
reconocimiento a su profesionalidad. Sí, en cambio, he de
criticar el sistema observado en el tratamiento a los pacientes
(culpa exclusiva de quienes rigen estas materias en la Seguridad
Social, en el Servicio Andaluz de Salud o, directamente, en el
Hospital Puerta del Mar de Cádiz, lugar de las consultas), tanto
en el excesivo tiempo entre visitas (seis meses), como a que
sean distintos especialistas los que te tratan en cada una de
ellas. Entiendo que para un correcto y eficaz seguimiento de una
enfermedad, la que sea, debiera ser siempre el mismo médico (o
equipo) el que aplique sus criterios. Lo contrario, o sea, cada
visita un médico distinto (todos sabemos que "cada maestrito
tiene su librito"), supone que haya cambios en los métodos, que
los tratamientos y sus resultados sean evaluados con criterios
distintos y, principalmente, que no exista la debida confianza y
posible amistad que generaría la continuidad siempre con el
mismo doctor (tan apreciable y necesaria en casi todas las
enfermedades). Lo que quizás debiera reprocharle a los
especialistas es que, bien por su falta de fe en las mismas (no
puedo suponer que las desconozcan) o por una posible desidia,
jamás me hablaran ni me recomendaran unas pautas alimentarias
adecuadas a la enfermedad que sufría.
Aclarado esto, me queda por explicar lo de la cuasi "milagrosa
curación" (yo la llamaría sólo "extraordinaria mejoría").
Naturalmente, no hay ningún milagro. La artritis reumatoide
cursa de modos muy variados y con intensidades o gravedad
distinta en unos u otros individuos. Las personas con factor
reumatoide alto y nódulos subcutáneos -cual era mi caso- parecen
presentar casos más severos de la enfermedad. También se sabe
que quienes desarrollan la artritis a temprana edad presentan un
progreso más rápido. Es probable que, en algunos casos, se
presente la remisión en el primer año y la probabilidad
disminuye con el tiempo. Después de un diagnóstico de 10 ó 15
años, cerca del 20% de las personas presentan remisión. Del 50
al 70% de las personas afectadas pueden, incluso, continuar
trabajando tiempo completo. Después de 15 ó 20 años, sólo el 10%
de los pacientes llegan a estar severamente inhabilitados e
incapaces de realizar las actividades del vivir cotidiano
(lavarse, vestirse, comer, etc.). Otros datos son que, con esta
enfermedad, la expectativa de vida promedio puede verse reducida
de 5 a 7 años, y que los pacientes con formas severas de
artritis reumatoide pueden morir de 10 a 15 años antes de lo
esperado. En algunos casos, sobre todo si existen complicaciones
que afecten o comprometan órganos -también bastante frecuente-,
la muerte puede sobrevenir en unos pocos años.
En mi caso, a pesar de su indiscutible severidad, y sin que
pretenda hacer una apología de la autosugestión, lo que hubo fue
un total convencimiento y una firme voluntad de luchar contra la
enfermedad hasta vencerla sin más. En esto, como en la vida
militar, "creer en la victoria es tener media batalla ganada".
Añadamos que, por alguna referencias, estudios y muchas
deduciones lógicas, adopté ciertas medidas y cambios en mis
hábitos y dieta alimentaria (ya lo iré contando).
Por último, yo aconsejaría a todos aquellos que padezcan
artritis reumatoide:
1º) Como más importante, que se pongan en manos de un buen
especialista, a ser posible, de reconocidos aciertos y
profesionalidad (no olviden que en todas las profesiones hay
buenos y malos profesionales), que, además, debería indicarles
unas pautas alimentarias adecuadas.
2º) Que sigan fielmente los tratamientos e indicaciones, pero
sin olvidar que cuanto menos medicamentos, mejor.
3º) Que no se dejen abatir por muy grave que aparente ser la
enfermedad. Es realmente difícil, pero no imposible. Afrontarla
con buenos ánimos y con el convencimiento de que se puede
vencer, es fundamental para que la mejoría, cuando no la
curación completa, se produzca.
4º) Que tengan cuidado con lo que comen y que procuren comer
cuanto menos mejor de ciertos alimentos, si bien, en próximos
artículos trataré de exponer ciertos estudios e investigaciones
de probada solvencia sobre la Alimentación y la Artritis
Reumatoide y mis propias experiencias sobre este tema.
NOTA: Para saber todo cuanto siguió a continuación, lea la
sección de "Últimas experiencias".
Nota:
En La Web de la Artritis Reumatoide, además de
un consultorio on line, dispone de descripciones de
otra muchas patologías comprendidas entre las reumatológicas,
neurológicas y autoinmunes en general.