Extraño el silencio cómplice de tus labios
el último día que conversamos;
miradas entrecruzadas y palabras cortantes
ensalzadas con la cotidiana realidad.
No puedo pensar en ti
más que en los sueños fugaces e incoherentes;
las madrugadas se salpican de nostalgia
martirizando mi tenue descanso.
Quizás la vida sea ambigua
y la imprecisión de una esperanza
precipite el caos de una existencia
contradictoriamente consistente e insatisfecha.
La incertidumbre melancólica
agita las ventanas de un corazón claustrofóbico y apasionado
que grita en la oscuridad de un recuerdo
y muere en la indefinida frontera de la correcta hipocresía humana.
No digas nada:
los besos saben mejor que las palabras.
LA RESPUESTA
¿Me amas? – le preguntó la esperanza
y me mordí los labios esperando una respuesta.
No la hubo;
sólo un adiós prematuro
y un suave beso en la mejilla.
ENAMORARSE ES ASÍ
Deseo tu cintura entre mis brazos
con la inocente lujuria de un niño
enamorado de su maestra.
Un beso robado a riesgo de perderte
de mi estrecho círculo de aciertos;
la armonía de tus tiernos desfiladeros,
valles de la perdición que incitan
a cometer actos imperdonables.
Error de los hombres de entregar
el corazón completamente;
imposible fraccionar la presión
que revienta las venas de la insaciable
pasión por la belleza humana.
Palpito en ti con la intensidad de la
carne convertida en locura infinita;
grito para que sepas que sufro
cuando me castiga tu cuerpo.
¿Enamorarse es así?
Imperdonable que la víctima escoja
el instrumento que empuña el verdugo
para arrancarle el alma.