Tenía 20 y parecía de 60, no exagero. Lo llamaban El Abuelo. La
música era su pasión, el rockero Kurt Cobain su ídolo y,
siguiendo el ejemplo de éste, resolvió que ya había vivido
demasiado y en consecuencia no le cabía otra alternativa que el
suicidio.
¡Pero le daba una hueva…!
Entonces se pintó una raya en torno a las muñecas de sus brazos
con esta leyenda: "corte aquí".
Y anudó su cuello con una soga con esta leyenda: "jale aquí".
La gente en la calle sonreía y lo miraba a los ojos. Otros no,
desviaban la vista y apresuraban el paso. Una viejita lo paró y
le dijo: "joven, con la muerte no se juega".
El Abuelo se puso entonces a pensar y le entró la duda: ¿y si
después de suicidarse se arrepentía? Y corrió al lavabo a
limpiar sus muñecas mientras se quitaba la soga del cuello.
Ya nadie le dice El Abuelo. Y su ídolo dejó de ser Kart Cobain,
reemplazado por Ricky Martin.