¿Lo ve usted, Sr. Presidente como le vendieron la burra? Con lo
clarito que estaba que esa burra era coja, tuerta y con
lombrices...
Es posible que muchos -incluido el Sr. Presidente- piensen que
el atentado de Barajas del pasado día 30 sea un aviso de ETA
para a ver qué pasa, un requerimiento con el objetivo de
advertir que siguen estando ahí y, desde su habitual postura de
fuerza, dinamizar un diálogo que -al parecer- no es el que
deseaban.
Podría ser creíble si no fuera porque -lógica, razón y
experiencia obligan- cualquier acción formal tendente a una
negociación por parte de esta banda de mafiosos criminales de
llegar a un acuerdo para deponer las armas a cambio de algo que
les sirva a sus pretensiones es puro camelo, cuento chino,
absurda e ingenua historieta para políticos ingenuos (como el
propio Otegi califica en reciente intervención al Sr.
Presidente).
Si reflexionamos un poco sobre las supuestas "pretensiones" de
ETA: la autodeterminación del País Vasco (entendida como
secesión), la anexión de Navarra y la amnistía para sus presos e
implicados en crímenes, de inmediato nos damos cuenta de que son
antidemocráticas, que transgreden leyes fundamentales y que,
además, son atentatorias contra los propios derechos de los
ciudadanos (los navarros se manifiestan explícitamente en contra
de esa anexión). Son, por tanto, imposibles de negociar, no digo
ya en Las Cortes y ante los legítimos representantes de los
ciudadanos -única vía legal-, sino en ninguna parte.
Pero -por seguir con el absurdo-, aun cuando dichas pretensiones
se pudieran negociar fuera del Congreso y demás instituciones
democráticas ¿quién y cómo podría llevar a efecto lo
pactado?, ¿se cambiarían las Leyes constitucionales?, ¿se
obligaría a los navarros a perder su identidad nacional por
decreto-ley?, ¿se obligaría al Poder Judicial a firmar
sentencias absolutorias para todos los criminales de ETA?, ¿se
podría contentar a los familiares de las víctimas con unos
golpecitos en la espalda?, ¿se podría mirar a la cara a una
inmensa mayoría de españoles que aún conservan la vergüenza?
Continuemos la reflexión...
A pocos se les escapa que los individuos que forman e integran
en cada momento la banda terrorista ETA distan mucho de ser
personas que luchan por la defensa de unos derechos -puesto que
contamos con una forma de gobierno accesible a cualquier
reivindicación lógica-, ni siquiera se pueden denominar
disidentes, puesto que su absurda pseudofilosofía política no es
admitida ni seguida -ni creída- por nadie, ni siquiera por sus
propios conciudadanos. Luego están sus estrategias y métodos de
"lucha": la extorsión, el chantaje, el tiro por la espalda,
bombas que matan inocentes, los incendios y siembra del terror
callejero -las más de las veces entre sus propios
conciudadanos-, etc., actitudes que nada tienen que ver con una
posible defensa de intereses de un pueblo ni reivindicaciones
históricas ni nada que se le parezca. Por tanto, la única
explicación que justifique su existencia es exactamente la misma
de cualquier otra mafia o banda delictiva dedicada a la
extorsión y el pillaje. Gente sin escrúpulos, poco más que
vulgares chorizos, que, conscientes de la enorme competencia que
encontrarían en cualquier otro campo delictivo, han elegido como
medio de vida el ejercicio de una fórmula más novedosa y
refinada.
Estos individuos, sobre todo los que componen la parte dirigente
-que son los que promueven el invento, y sacan tajada y viven
del chollo-, saben perfectamente qué es lo que hacen y por qué
lo hacen. Son muy conscientes de lo absurdo y disparatado de sus
pretensiones -esas quimeras que ponen sobre la mesa de algún
ingenuo cuando se ven acosados y necesitan ganar tiempo para
recomponer su tinglado-. Y también saben que su fin, su único y
posible fin, es, indefectiblemente, terminar entre rejas.
Mientras tanto nos seguirán vistiendo de luto y poniendo dolor
en nuestros corazones. Quizás hasta que a un ingenuo presidente,
en sus terribles pesadillas de alto el fuego, desarmes, diálogos
y estallidos de bombas, se le ilumine la luz del entendimiento y
salte de la cama convencido de cuál es la fórmula para acabar
con quienes no tienen el menor respeto por los derechos y las
vidas de los demás.