El mentiroso le dijo a su interlocutor: Ya no mentiré nunca
jamás.
El asesino, del mismo modo, afirmó: Nunca más mataré.
El interlocutor, que estaba ávido de triunfo y necesitado de
Paz, también de paz interior, les creyó a ambos sin
percatarse de que el mentiroso mentía y de que el asesino
preparaba sus próximos asesinatos.
Esto, que podría muy bien ser argumento de novela -o, al
menos, de un cuentecito-, es, sin embargo, una crónica de
lamentable actualidad que ninguno hubiésemos querido leer.
Es una barbarie el terrorismo y son una asquerosidad, un
deshecho, los terroristas.
Se puede, o no, estar de acuerdo con Rodríguez Zapatero en
las formas, pero todos debemos comprender, aceptar y
compartir el fin por él perseguido.
Parece que está fracasando en su empeño y algunos lo
temíamos, que no lo deseábamos. Parece que busca y necesita
apoyos que debemos prestarle, pero parece, también, que para
conseguirlos debería abrazar el camino de la verdad, de la
humildad y de la honradez con quienes espera que compartan
con él las dichas y, sobre todo, las desdichas del proceso.
En política no es bueno moverse por las medallas ni los
premios, tampoco es aconsejable caminar en solitario, como
un iluminado, sin reconocer más verdad que la propia pero
peor aún es comprar con dinero ajeno (léase Navarra), pagar
con los bienes de otros (léase independencia) o cambiar
cromos (léase presos) por muertos, sustrayéndolos a quienes
ninguna culpa tienen.
¿El fin justifica los medios? Pues va a ser que no.
Sin embargo, me temo que hay mucha gente ya desprovista de
conciencia, que la falta de moral, escudada en un laicismo
mal entendido, abunda en nuestros días y eso hace que los
valores humanos (base del cristianismo) se posterguen al
último lugar en cualquier escala que se utilice para la toma
de decisiones, ya afecten a lo público, a lo político o,
incluso, a lo vinculado con nuestras relaciones personales.
Así nos va: adolescentes y jóvenes que no respetan a nadie
ni a nada, mujeres que se venden por un abrigo de visón,
hombres que, con el ademán impasible, son capaces de hacer
cualquier cosa por conseguir un ascenso o unos miles de
euros para derrochar en ese mismo día. Podríamos citar
cientos de casos, podríamos hablar de amores, de odios, de
promociones y pelotazos.
¿Y en política? Lo mismo digo, y si nos ceñimos al
terrorismo que nos amarga, y hablamos de las conversaciones
del Gobierno con los etarras que nos aniquilan, podemos
también descubrir esa falta de principios ya citada.
¿Debe el Presidente del Gobierno (hoy uno y mañana otro)
negociar a toda costa? Pues sea quien sea el Presidente,
vista del color que vista, y previendo lo que el Estado
puede perder, yo seguiré diciéndole que no.