Catecúmenos de rosa y celeste han llegado para demandar el
perdón de las alcantarillas, ahora perfumadas con el petróleo
ensangrentado de la libertad y el negocio democrático.
Negros de África se momifican en las Bermudas mientras los capos
liberales cortan las amarras al suicidio colectivo del hambre:
piratas sin papeles y con sueños malvendidos en el altamar del
silencio; leones sedientos con las velas partidas hacia el aire
sucio de un futuro prohibido.
Lágrimas de volcán y azufre, de tierras que reclaman a los
dioses mudos de tanto profanar los sepulcros del miedo: cenizas
para apaciguar las dádivas de los poderosos y comprar los
favores de los gurús de la ira.
Fantasmas en hojalata y cartón reclamando luces y sombras por
las esquinas del mundo, arrastrando cadenas oxidadas mientras
los orondos urbanitas del bien y el mal sentencian fatuas de
cumplimiento obligado con amenaza de pólvora o exterminio.
(Amina odia a los blancos rubios que quisieron arrebatarle el
chador para dignificarla, después de matar a sus hermanos en una
razia vengadora. Amina odia, también, al mulha de su aldea, que
demonizó a su marido convirtiéndolo en mártir del dolor y el
fanatismo)
Inútiles fantasmas para el disfrute de los inversores de la
muerte ajena...