En circunstancias de presión surgen siempre los instintos
básicos de la naturaleza humana, aquellos que intentamos
controlar bajo la condición de mostrarnos “cultos e
inteligentes”. No somos más que animales domesticados ante
nuestros semejantes, pero al primer descuido salta la fiera.
La defensa de la vida, la comida y el territorio disparan con
demasiada facilidad los más bajos instintos y el amor no se
queda atrás con su pasión. En esta época de apetitos sexuales
reprimidos e insatisfechos, se producen unos fenómenos que
alarman a algunos y dan la razón a otros: aún no sabemos el
origen de lo que nos mueve.
El temor de que otra persona pueda ser preferida a uno, o que
ella disfrute de algo que uno querría para sí nos lleva al mundo
de los celos. El escándalo que ahora vive la NASA protagonizado
por una astronauta que intentó agredir a su rival causa estupor
entre los ciudadanos de a pie (los que no tripulamos
transbordadores) y cierto malestar entre los privilegiados
trabajadores de la agencia espacial.
Que exista un triángulo amoroso entre personas que deben vivir
situaciones extremas y estresantes juntas, y que su dependencia
del otro en un momento determinado de la misión sea absoluta, o
que debido al intensivo tiempo de convivencia los acerque
sentimental y/o sexualmente no es nada extraño.
Lo que causa desconcierto es que una profesional que ha pasado
las más duras pruebas de selección y que ha sido entrenada para
el autocontrol, viaje 1.500 kilómetros armada con una pistola y
un cuchillo para secuestrar a su rival y, posiblemente, hacerle
algún tipo de daño.
Cabe preguntarse cuales son las políticas de selección para
ingresar a la Nasa o el seguimiento que se le hace a los
comportamientos de su gente. Los astronautas no son seres
extraordinarios, son humanos, pero el control de sus emociones
debe ser ejemplar y salirse de casillas en un ataque de celos se
pasa como un incidente menor si la cuestión sucede de inmediato:
una bofetada, un grito, una escena de llanto. Pero de allí a
recorrer cientos de kilómetros con una idea de venganza en la
cabeza hay un largo trecho, más lejano que cualquier distancia
espacial.
Si esto sucede con los privilegiados soldados de la guerra de
las galaxias ¿Qué será de la conducta, aficiones y aventuras de
los marines que ven perder la vida de sus compañeros en las
guerras generadas por el poder? ¿Controlarán de igual manera sus
emociones ante los civiles que nada tienen que ver con las
misiones que se les encomiendan?
Poco se sabe, pero cuando la historia los juzgue saldrán, los
emperadores del momento, a decir en nombre de la Nación que
"está profundamente consternada por este trágico acontecimiento"
y que “no se inmiscuye en las cuestiones personales”.