Recibo de Anabel Sáiz Ripoll Puntos Cardinales, un conjunto de
brevísimas narraciones, 63 en total, editado por Ediciones
Cardeñoso. Cuenta con un prólogo de Teresa Martín Taffarell, una
semblanza por Miguel Ángel Fernández García y un epílogo de
Severino Cardeñoso Álvarez.
La primera impresión de un acercamiento al libro es de una
espontaneidad que se corresponde con el fin que se propone -me
supongo- la autora: atraer a la lectura a todos los que se
acerquen a los libros, y ello es debido a la brevedad de sus
relatos y a la fluida sintaxis de su entramado literario, de
manera especial a niños y jóvenes, aunque haya también capítulos
con los mayores como protagonistas. Sus dibujos de ingenuidad
lorquiana hacen los textos simpáticos, fácilmente navegables por
unas ideas sacadas de la experiencia inmediata.
Sabiendo que es difícil este género a pesar de su aparente
sencillez, nos adentramos en su desarrollo y observamos que la
autora parece seguir una intención, no moralista, pero sí
pedagógica, es decir, quiere “enseñar” ciertos comportamientos
sociales, como si ellos fueran paradigmáticos de la condición
humana, incluso a niveles muy elementales. Tenemos, por ejemplo,
el de “La inspiración no existe”, de comprensión familiar para
todos los que se dedican a la enseñanza:
“No creía en la inspiración, pero cuando veía a sus alumnos
mirando con los ojos en blanco hacia arriba, en pleno examen, se
decía que tal vez la inspiración no era una mariposa ciega y
asustada, sino un rayo de sol en las paredes o quizá un aliento
divino. Mas bien, concluía, era que el alumno no había estudiado
bastante y miraba al techo para disimular, en busca de quién
sabe qué respuesta que nunca llegaba, porque la inspiración no
existe”.
Esta muestra de directez en la exposición, con su gota de
ironía, es permanente en todo el libro y ello hace su lectura
entretenida.