Más de cien muertos son un fracaso, dicen políticos y
responsables de la DGT. Pero también es una desgracia.
Aunque, puestos a pensar, y a calificar, desgraciados los
que murieron, y aún más los que mataron por adelantar sobre
rayas continuas. Desgraciados los que invadieron los
carriles contrarios, los que abusaron de la potencia de sus
coches y, en un alarde de velocidad extrema, se amorraron
con el indefenso padre de familia que cantaba con sus niños,
mientras conducía, sencillas canciones infantiles.
Desgraciados aquellos que se enfrentaron a un volante
saturados de alcohol, de hierbas diversas o de pastillas
adquiridas en una clandestinidad casi oficial. Desgraciados
los que murieron, pero desgraciados, y más, los que fueron
muertos.
Las carreteras secundarias, como medida extrema y panacea de
los males, verán reducida la velocidad, de los que por ellas
circulen, hasta límites que hoy no alcanzo a ver: ¿60, 50,
40? Pero de arreglarlas nada de nada. No sé muy bien como
están las carreteras secundarias en la rica periferia de
nuestro país, pero si sé, y conozco bien, las del interior,
las mesetarias que llevan a todas partes, y en esas dicen
que hay muchos accidentes, pero no dicen que por aquí lo que
no hay son autopistas ni autovías, solo carreteras que,
aunque nacionales, son secundarias y por ellas nos quieren
hacer circular a paso de burro.
¿Se han fijado ustedes que muchos coches de Cataluña llevan
una pegatina con la silueta de ese animal? Pienso que no es
alegórico, ni en recuerdo de persona alguna, más bien creo
que es un homenaje a los burros.
Hace años, muchos, existía en Cataluña una raza de asnos que
decían única y que creo ya ha desaparecido o pocas parejas
quedan en sus cuadras, y que hoy es recordada gracias a esas
pegatinas, y gracias, también, a quien procurará la
disminución de la velocidad en carreteras secundarias.
Como siempre, los catalanes tienen suerte, y además se
llevarán el negocio con el que rellenar sus arcas para
satisfacción y riqueza de sus dirigentes, y todo merced a
unas carreteras en mal estado cuando desde allí, desde las
tierras catalanas, se nos ha dicho que el dinero del Estado
sólo se gastaba en las carreteras de Castilla. Vengan y vean
nuestros baches, nuestras cunetas en escalón, nuestras vías
rápidas por las que se circula en caravana y siempre
precedidos de una interminable cola de camiones que cruzan
la península.
Pero a lo que iba: pónganse, los catalanes, a criar
pollinos, que nosotros, los españolitos a los que nos gusta
viajar, no tendremos otro remedio que comprarlos. Esperemos
que ayudados por un plan prever.