Página anterior. Volver Portada gral. Staff Números anteriores Índice total 2007 ¿Qué es Arena y Cal? Suscripción Enlaces
Hemos de distinguir, para la finalidad de mi exposición, entre dos aspectos del surrealismo. El primero, el que venimos desde sus comienzos denominando como tal y que para mi intención he de denominar sub-realismo. Éste describiría la realidad ya fragmentada por la visión subjetiva del artista. Se fija en detalles cuando la realidad queda descompuesta de sus tres dimensiones y del aparato lógico que la conceptúa en los valores sociales ya consabidos. La metáfora no es esencial a sus recursos. Se evita el tema como contenido argumental. El artista, en nuestro caso, el poeta, se descompromete de cualquier referencia que haga su texto inteligible para una lectura de comprensión inmediata y útil a los cánones culturales vigentes. Puede, en principio, parecer absurdo lo que describe, pero los rasgos aludidos, a pesar de su incoherencia, son lascas de una garlopa desconsiderada que trabaja sin programa previo. Esta actitud crítica y desmitificadora del poeta está determinada por su repulsión a la realidad no sólo social y lógica en sus categorías filosóficas de conocimiento, sino también en su apariencia física. Por tanto, esa realidad maciza y homogénea es objeto de análisis disolvente en cuyo desmoronamiento aparecen relaciones de los elementos entre sí y también con las ideas del poeta. Y no es necesario recurrir a una crisis psíquica del que se enfrenta a semejante destrucción de imágenes que evidentemente se refleja en el desconcierto ante el lector, que intenta en vano comprender la ilación de los componentes verbales que aparecen en la página. 

¿Cansancio del poeta puro y reclamado en sus adentros por un indomable anhelo de originalidad? ¿Desprecio por la visión milenaria que ha sostenido la sociedad, a pesar de las teorías convencionales del lenguaje?

Lo cierto es que el entramado lingüístico mantenido por siglos de tradición, incluido el turno de escuelas estilísticas, al poeta que tiene esta necesidad imperiosa de pureza artística, le parece manido, lexicalizado y falto de sinceridad. Si los poetas a la vieja usanza continúan con su discurso razonable y apetecido por un público que se contenta con un mundo racionalmente sometido a un método cartesiano incontestable y servil al rodaje de la mayoría de los lectores, se sentirán extrañados o indignados ya que no se emocionan con una escritura, arbitraria a primera vista, pero interesante si nos detenemos y observamos ese conglomerado de cosas e ideas que nos ofrecen un sistema fragmentado y disuelto en sus primitivas afinidades.

Es muy fácil caer en el esperpento cuando se procede a esa sacudida de conceptos y vocablos. Pero el verdadero creador nos proporcionará cómo repercute la realidad común en su sensibilidad, qué capacidad tiene de analizarla en ese desmenuzamiento próximo a la locura, pero con un encanto que nos prepara para aproximarnos a otro fenómeno que le sucede al sub-realismo y que es el superrealismo, lo que está sobre la realidad, y que puede ser esa visión del poeta que nos ha descompuesto lo que vemos todo sin problemas de comprensión y que él ha desautorizado para, una vez bombardeado ese edificio tradicional, sobre sus ruinas elevarnos a otro mundo -entendido mentalmente- que nos promete unas emociones inéditas. A partir de entonces el poeta indaga en un mundo entrevisto en un relampagueo prometedor para él y esperanzado para los lectores, en el que no cabe la lógica desgastada de las tres dimensiones. De ahí la imposibilidad de hilvanar una sintaxis que no sea fantasmal y sugeridora, que puede ser un vislumbre de mundos nuevos (aunque estén en éste, como dijo Paul Eluard) por comprender, por intuir y logicizar después cuando los niveles de conocimientos se hayan consolidado.

En síntesis, los surrealismos -el sub y el súper- describen los “entresijos” de las cosas y de las ideas mismas empleando la personificación; en suma, la realidad oculta de los fundamentos físicos, sociales y gnoseológicos, como si tomaran vida propia y se fusionaran con los vínculos variantes más insospechados. Este reto obliga al poeta a profundizar en una radiografía de lo que ve y todo el mundo acepta sensorialmente en sus esquemas superficiales por otro lado, necesarios para que la sociedad tenga un suelo sobre el que construir el sentido común de la vida. Pero hemos de advertir que esta deshumanización tiene un punto de partida en la diferencia del “Noúmeno” y el “Fenómeno”, categorías que Kant expone en la Crítica de la Razón Pura. Cuando el poeta analiza, descompone y configura después a su manera, ¿está realmente relacionándose con el “Fenómeno” o bien está interpretando su propio “Noúmeno”, sus posibilidades de conocer, dándonos con sus descubrimientos nada más que lo que él refleja en su más o menos limitado registro de la realidad que lo circunda y cuya esencia o fundamentos verdaderos y últimos, como para el filósofo, quedan aún vírgenes “fuera” del cristal con que mira? ¿No es posible un salto del surrealismo al superrealismo? Oigamos lo que dice don Antonio Machado, nuestro poeta-filósofo: “Dicen que el ave divina, / trocada en pobre gallina,/ por obra de las tijeras/ de aquel sabio profesor / (fue Kant un esquilador / de las aves altaneras; / toda su filosofía, / un sport de cetrería), / dicen que quiere saltar / las tapias del corralón, / y volar / otra vez hacia Platón...” (Proverbios y Cantares, XXXIX).

Saltar, en nuestro caso, desde la psicología a la metafísica; desde una realidad primaria y vulgar, mantenida por nuestras limitaciones e intereses, a otra embrionaria en la que nos sentimos felices a partir de un vislumbre de experiencias espirituales, todavía no logicizadas, que apuntan a otra dimensión -¿la cuarta?- en la que está la verdadera Poesía, el Arte auténtico en estado de pureza, libre de los límites de la individualidad dentro del espacio y el tiempo. No nos irritemos con los intentos fallidos de algunos poetas por escalar las tapias de ese corralón, sino que concibamos una germinal esperanza en los poetas que están dotados de ese don de trasponer vallas de absurdos y esperpentos, como la ganga que aparece en el filón de un metal precioso que nos exige mucha búsqueda, hasta mostrarlo limpio de todas las adherencias preliminares. Mucha paciencia.






 

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