Hemos de distinguir, para la finalidad de mi exposición, entre
dos aspectos del surrealismo. El primero, el que venimos desde
sus comienzos denominando como tal y que para mi intención he de
denominar sub-realismo. Éste describiría la realidad ya
fragmentada por la visión subjetiva del artista. Se fija en
detalles cuando la realidad queda descompuesta de sus tres
dimensiones y del aparato lógico que la conceptúa en los valores
sociales ya consabidos. La metáfora no es esencial a sus
recursos. Se evita el tema como contenido argumental. El
artista, en nuestro caso, el poeta, se descompromete de
cualquier referencia que haga su texto inteligible para una
lectura de comprensión inmediata y útil a los cánones culturales
vigentes. Puede, en principio, parecer absurdo lo que describe,
pero los rasgos aludidos, a pesar de su incoherencia, son lascas
de una garlopa desconsiderada que trabaja sin programa previo.
Esta actitud crítica y desmitificadora del poeta está
determinada por su repulsión a la realidad no sólo social y
lógica en sus categorías filosóficas de conocimiento, sino
también en su apariencia física. Por tanto, esa realidad maciza
y homogénea es objeto de análisis disolvente en cuyo
desmoronamiento aparecen relaciones de los elementos entre sí y
también con las ideas del poeta. Y no es necesario recurrir a
una crisis psíquica del que se enfrenta a semejante destrucción
de imágenes que evidentemente se refleja en el desconcierto ante
el lector, que intenta en vano comprender la ilación de los
componentes verbales que aparecen en la página.
¿Cansancio del poeta puro y reclamado en sus adentros por un
indomable anhelo de originalidad? ¿Desprecio por la visión
milenaria que ha sostenido la sociedad, a pesar de las teorías
convencionales del lenguaje?
Lo cierto es que el entramado lingüístico mantenido por siglos
de tradición, incluido el turno de escuelas estilísticas, al
poeta que tiene esta necesidad imperiosa de pureza artística, le
parece manido, lexicalizado y falto de sinceridad. Si los poetas
a la vieja usanza continúan con su discurso razonable y
apetecido por un público que se contenta con un mundo
racionalmente sometido a un método cartesiano incontestable y
servil al rodaje de la mayoría de los lectores, se sentirán
extrañados o indignados ya que no se emocionan con una
escritura, arbitraria a primera vista, pero interesante si nos
detenemos y observamos ese conglomerado de cosas e ideas que nos
ofrecen un sistema fragmentado y disuelto en sus primitivas
afinidades.
Es muy fácil caer en el esperpento cuando se procede a esa
sacudida de conceptos y vocablos. Pero el verdadero creador nos
proporcionará cómo repercute la realidad común en su
sensibilidad, qué capacidad tiene de analizarla en ese
desmenuzamiento próximo a la locura, pero con un encanto que nos
prepara para aproximarnos a otro fenómeno que le sucede al
sub-realismo y que es el superrealismo, lo que está sobre la
realidad, y que puede ser esa visión del poeta que nos ha
descompuesto lo que vemos todo sin problemas de comprensión y
que él ha desautorizado para, una vez bombardeado ese edificio
tradicional, sobre sus ruinas elevarnos a otro mundo -entendido
mentalmente- que nos promete unas emociones inéditas. A partir
de entonces el poeta indaga en un mundo entrevisto en un
relampagueo prometedor para él y esperanzado para los lectores,
en el que no cabe la lógica desgastada de las tres dimensiones.
De ahí la imposibilidad de hilvanar una sintaxis que no sea
fantasmal y sugeridora, que puede ser un vislumbre de mundos
nuevos (aunque estén en éste, como dijo Paul Eluard) por
comprender, por intuir y logicizar después cuando los niveles de
conocimientos se hayan consolidado.
En síntesis, los surrealismos -el sub y el súper- describen los
“entresijos” de las cosas y de las ideas mismas empleando la
personificación; en suma, la realidad oculta de los fundamentos
físicos, sociales y gnoseológicos, como si tomaran vida propia y
se fusionaran con los vínculos variantes más insospechados. Este
reto obliga al poeta a profundizar en una radiografía de lo que
ve y todo el mundo acepta sensorialmente en sus esquemas
superficiales por otro lado, necesarios para que la sociedad
tenga un suelo sobre el que construir el sentido común de la
vida. Pero hemos de advertir que esta deshumanización tiene un
punto de partida en la diferencia del “Noúmeno” y el “Fenómeno”,
categorías que Kant expone en la Crítica de la Razón Pura.
Cuando el poeta analiza, descompone y configura después a su
manera, ¿está realmente relacionándose con el “Fenómeno” o bien
está interpretando su propio “Noúmeno”, sus posibilidades de
conocer, dándonos con sus descubrimientos nada más que lo que él
refleja en su más o menos limitado registro de la realidad que
lo circunda y cuya esencia o fundamentos verdaderos y últimos,
como para el filósofo, quedan aún vírgenes “fuera” del cristal
con que mira? ¿No es posible un salto del surrealismo al
superrealismo? Oigamos lo que dice don Antonio Machado, nuestro
poeta-filósofo: “Dicen que el ave divina, / trocada en pobre
gallina,/ por obra de las tijeras/ de aquel sabio profesor /
(fue Kant un esquilador / de las aves altaneras; / toda su
filosofía, / un sport de cetrería), / dicen que quiere saltar /
las tapias del corralón, / y volar / otra vez hacia Platón...”
(Proverbios y Cantares, XXXIX).
Saltar, en nuestro caso, desde la psicología a la metafísica;
desde una realidad primaria y vulgar, mantenida por nuestras
limitaciones e intereses, a otra embrionaria en la que nos
sentimos felices a partir de un vislumbre de experiencias
espirituales, todavía no logicizadas, que apuntan a otra
dimensión -¿la cuarta?- en la que está la verdadera Poesía, el
Arte auténtico en estado de pureza, libre de los límites de la
individualidad dentro del espacio y el tiempo. No nos irritemos
con los intentos fallidos de algunos poetas por escalar las
tapias de ese corralón, sino que concibamos una germinal
esperanza en los poetas que están dotados de ese don de
trasponer vallas de absurdos y esperpentos, como la ganga que
aparece en el filón de un metal precioso que nos exige mucha
búsqueda, hasta mostrarlo limpio de todas las adherencias
preliminares. Mucha paciencia.