Un día como todos los días compré el periódico de siempre en el
puesto de siempre. Pero esa vez no me vendieron "La Insignia" de
la fecha ¡sino del día siguiente! Ya copiaba yo, feliz y sin
hacer preguntas, el número del premio gordo de la lotería a
jugarse mañana, cuando el corazón me dio un vuelco ante un
titular:
“Marcos Winocur fue asesinado”. Un homónimo -me dije sin
esperanzas ¿qué otro güey se va a llamar así?- ¡Y era yo! Hasta
una foto mía, no de las mejores, cierto, tengo otra que... ¿Que
de qué estaba diciendo?
¡Que qué hacer...!
Ah, sí, ya, parece que me llegó la hora. Adónde vaya, la muerte
me dará alcance, está escrito, está agendado. ¿La lana de la
lotería...? Ya qué. Por lo menos queda a mi elección el lugar de
la cita con doña NOOjos , el periódico no lo informa... ¿Y dónde
la espero? ¿En mi casa entre tequilazo y tequilazo? Prefiero
morir en la calle. Caminé, a cada esquina aguardando el trágico
asalto. Hasta que sí, se armó la balacera en plena calle y yo
atrapado entre dos fuegos. Venga, me dije, de esta no paso.
Pam-pam-pam, traratata, pum. Ni idea de quiénes eran ni por qué
se daban en la madre. Hasta que tropecé con algo y caí, era un
tipo tirado en la calle, seguramente finado. Caí, y alguien me
ayudó a incorporarme.
-Gracias, joven.
-Soy periodista de "La Insignia". ¿Sabe usted quién es el
enfriado?
-¿Quién, éste? -alcancé a balbucear, señalando al tipo tirado en
el suelo.
Jamás en la vida lo había visto, pero algo me dijo que en la
respuesta me la jugaba, estaba barajando el futuro, la relación
entre mi persona y la fúnebre noticia. Debía optar por algo que
me permitiera seguir mañana con vida a pesar de la "crónica de
mi muerte anunciada", como diría Gabo. Y me escuché afirmar con
recuperado aplomo:
-Sí, cómo no. Es Marcos Winocur.
-¿El de "La Insignia"... o sea nuestro colaborador? ¿Se rasuró
la barba...? A ver si encuentro un fotógrafo...
Y salió volando. Cuando alguien me tomó del brazo, un policía.
Tendrá que acompañarme a la delegación a declarar como testigo.
Pero... Ningún "pero". Es que tengo que comprar mi billete de
lotería. Sí, sí, después. Es que soy hombre muerto... Sí, sí,
después... En la delegación, mientras esperaba, me enteré por el
radio del número de lotería premiado... ya no era hoy, era
mañana. ¿Qué número...? El que yo había anotado, naturalmente.
Bueno, no me habré enriquecido pero salvé la vida. Algo es algo.
Igual salí de la delegación arrastrando la cobija. Me vi en
plena calle con un periódico bajo el brazo. Era el diario de
mañana, bueno, el de hoy y, a ver, allí estaba la noticia de mi
muerte y más abajo ¡el desmentido! alguien había informado
mal... y esas últimas líneas, sacado de onda por la noticia, no
las había leído...
Les cuento que no fui el único. A no pocos familiares y amigos
les pasó lo mismo, y todo el día estuve recibiendo pésames y
condolencias por mi lamentable pasaje al otro mundo,
agradeciendo las palabras de consuelo "que tanto bien me hacen
en estos difíciles momentos". Yo, más muerto que vivo ¿o más
vivo que muerto?