Por esa ineptitud tan manifiesta
para entender los textos filosóficos,
recordar fechas, interpretar mapas,
aprender lenguas de una vez por todas,
para el rigor científico debido,
y la contaduría y cuanta cuenta
exacta es menester,
y en general mi incapacidad para
lo práctico o inmediato o lo tangible,
me hice profesor. Usted perdone.
EXPERIENCIA PROFESIONAL (I)
A ver si me escucháis algo, chavales.
Bueno decía que hoy lo que tocaba...
Benito, deja de pelar la pava.
Ana, no envíes notas a Morales.
¡Ahora me perdí! Iba por cuáles...
¡Bonita diversión, señor Villaba!
Borrarlo con la lengua te mandaba
A ti el pupitre. ¡Vaya unos modales!
Consiste este poema... ¡Qué zoológico!
Deja de hacer, Alberto, ya el mongólico.
...En dos cuartetos y otros dos tercetos
Cuyas rimas... ¿podéis estaros quietos?
¡De cinco a seis mañana, y quien se mofe...!
–Es que yo tengo que ir a judo, profe.
EXPERIENCIA PROFESIONAL (y II)
Después de tanto ahínco y tanto esfuerzo,
de tanto pelear contra mesnada
probando a desasnar tanto mastuerzo,
después de soportar tanta tontada
y tanta indigestión tras el almuerzo,
se mostró todo vana mascarada,
inane pasatiempo mientras tuerzo
recovecos del río hacia la nada.
Tuve afán por ser un digno maestro...
¿y al servicio de qué fue la molestia?
Vi que valdría más ser menos diestro
en cobrar golpes, ya puesto a ser bestia.
Renuncié a ser quien fui y, con la manada,
hozo y embisto, bestia redoblada.