“Se esconde
el sonido del tiempo.
Unos pasos se olvidaron
Y regresan a buscarlo.
El latido de la vida
Tañe hoy con fuerza.
Vas conmigo.
¿Qué me importa el tiempo?” (A.S.R.)
“PORQUE ES QUE RESULTA / QUE YO SOY ASÍ...”
DATOS BIOGRÁFICOS
Miguel
Ángel Fernández escribe una poesía que se aproxima a la prosa
por su candencia y que sólo pretende plasmar sus sentimientos,
su manera de pensar. Ni más ni menos. Es, por así decirlo, su
desahogo personal, aunque él sabe bien que le faltaría mucho
tiempo y mucha dedicación para escribir versos perfectos; pero
no es ése su propósito ahora y, como nos parece tan legítimo
como aquel que quiere hacer de su obra una pequeña joya
perfecta, pues hemos decidido dedicarle estas líneas. Con ello
queremos animar a aquellas personas que creen que no vale la
pena lo que escriben, siempre vale la pena si hay un motivo, si
hay una intención. Miguel Ángel escribe para calmar su interior,
para sosegarse, para hacer una pequeña crónica de su vida y
escoge el verso acaso porque le parece más directo y más
preciso, porque lo que él quiere decir encaja perfectamente en
los parámetros de una composición.
Sus poemas se acercan más a la canción popular porque es amante
de las repeticiones, de los ritmos fáciles y cercanos, de la
proximidad. No trabaja sus poemas como un artesano, sino como un
hombre que los usa como herramienta para entenderse a sí mismo.
Sabe bien que le queda mucho por hacer, pero es obstinado y
tiene empeño y tiene ganas de aprender. Sirvan sus versos como
homenaje a todas aquellas personas que también escriben para
conjurar sus demonios, para no estar solos, para, en fin,
aprehenderse un poco más a sí mismos.
De Miguel Ángel podríamos decir que nació un 1 de febrero de
1966 en Madrid, concretamente en Puente Vallecas. Allí vivió
durante su niñez, adolescencia, juventud y primera madurez,
hasta que, por causas personas, se trasladó a Cataluña, en donde
vive desde hace casi tres años. Se ha adaptado bien al nuevo
ambiente y ha aprendido varias cosas, a ser más paciente, a ser
más fuerte, a confiar más en él mismo y a mirar con optimismo
cada amanecer.
Miguel Ángel estudió de mayor y se diplomó en Biblioteconomía y
Documentación. Su ilusión es poder llegar a trabajar algún día
en una biblioteca. Y, mientras, trabaja de Vigilante de
Seguridad, aunque ha ejercido distintos oficios.
Es también una persona inquieta y muy curiosa que se ha hecho un
poco a sí mismo y que mira todo con asombro, como si quisiera
hacerlo suyo e interiorizarlo. En muchos aspectos se puede
considerar autodidacta, como en el de la escritura. Escribe
tanto en catalán como en castellano porque trata, por todos los
medios, de hacer también suya la tierra de acogida, aunque sin
renunciar a sus raíces. Allí quedaron, para siempre, su abuela
Saturia y su madre Manoli, a quien dedica versos emocionados
desde el recuerdo. En Guadalajara, en Yunquera de Henares,
reside su padre, Ángel, un virtuoso de la marquetería y su
hermano Raúl, su cuñada Sofía y la niña de sus ojos, Inés, la
sobrinita a la que tanto quiere.
Mi papel en este estudio es bastante comprometido puesto que yo,
si me permiten la inmodestia, soy la receptora, en la inmensa
mayoría, de sus poemas, ya que desde el 15 de octubre de 2005
soy su esposa. Así que en estas líneas, a menudo, me sonrojaré,
porque es difícil separar, aquí, lo personal de lo profesional.
Los posibles lectores sabrán perdonarme. Insisto, eso sí, que no
trato de analizar la calidad literaria, sino la humana, la
emoción, los deseos de comunicarse, el intento de apresar el
instante que tiene Miguel Ángel.
Hasta ahora sus poemas están inéditos y les falta el barniz del
reposo y del trabajo de pulidor, pero ya se adivinan sus
intenciones. Por eso agradezco que me los haya dejado, dejando
el lógico pudor a un lado, para que yo los comparta con los
posibles lectores de esta sección. Sí ha publicado algún relato
en “Miscelánea literaria” y en el libro conjunto
“Reminiscencias” (2006). Hay algo suyo también, esporádico, en
prensa local y, sobre todo, muchos y muchos proyectos que,
despacio, irán cuajando. Son poemas que ha ido escribiendo en
los últimos tiempos, por lo tanto, tienen la cualidad de lo
reciente, de lo oloroso y aún virgen.
A Miguel Ángel, haciendo honor a su nombre de artista
renacentista, le interesa todo, el cine, la cocina, la historia,
la política, la religión, la actualidad, en suma. Porque, como
diría el autor clásico Terencio: “Es humano y nada de lo humano
le es ajeno”.
Vayamos, pues, a tratar de trabajar algunas de sus constantes.
Empezaremos por los poemas, a los que dedicaremos casi todo el
estudio y cerraremos con unas pinceladas en torno a la prosa.
FINAL DE LA SOLEDAD Y PROMESAS
Miguel Ángel se confiesa enamorado y feliz por haberse unido a
su mujer y lo dice de manera muy sencilla, pero efectiva:
“Alguien en quien confiar,
alguien en quien desahogarme,
alguien en quien consolarme,
alguien que me sirviese de apoyo,
alguien con quien compartir proyectos,
alguien con quien compartir alegrías,
alguien a quien querer,
alguien a quien amar” (“Desde el corazón”).
No duda en agradecer a la mujer y hacerla centro de su vida y
causa de sus cambios:
“Me has hecho más seguro,
me has hecho más decidido,
me has hecho más luchador,
me has hecho una persona
que se crea más lo que es
que contigo a mi lado
se siente feliz” (“Desde el corazón”).
En algunos de sus poemas también habla del noviazgo, de esos
preliminares dulces de cualquier relación amorosa. A finales de
octubre de 2003, su Alteza Real el Príncipe Felipe anunció su
compromiso con Letizia Ortiz; pues bien, esa fecha emblemática
va unida a la relación de Miguel Ángel porque entonces empezó a
pensar que él también estaba enamorado:
“El anuncio
de una boda real
fue el impulso” (“Con todo el sentimiento”).
Escribe también sobre los viajes en tren que hacía para ver a su
amada, de las despedidas, de los momentos de añoranza, en suma,
de la nostalgia por no verla cada día, del deseo de ir a vivir a
su lado. Son esas pequeñas piezas del puzzle de su vida, de
nuestra vida.
Miguel Ángel, de vez en cuando, tiene dudas y momentos de
debilidad, es entonces cuando acude a su mujer, como la roca que
cree que es y le promete:
“Quiero, en definitiva,
ser la persona
que siempre has querido
que sea” (“Con todo el sentimiento”).
Reconoce que, con ella, se acabaron las soledades:
“Lo que antes hacía solo
ahora lo hago contigo,
cariño” (“En mis raíces contigo”)
LA BODA
El día de su boda fue especial para él, tanto que escribió, un
año después, un conjunto de poemas, “Desde el corazón” con el
animo de revivir, en parte ese día. La boda se celebró en la
Ermita de la Virgen de la Pineda de Vila-seca y así se refleja:
“Estoy en el altar mayor
con la Virgen de la Pineda de testigo
y aparece ella por la puerta.
Radiante”.
Vemos, pues, que la constante de la poesía de Miguel Ángel es la
precisión, el uso de verbos porque le interesa mucho destacarlas
acciones. No emplea excesivos adornos y va muy directo al eje
semántico que quiere destacar. En otros momentos habla de cómo
transcurrió la celebración y se detiene en la tuna que animó la
fiesta y puso la capa sobre su esposa.
LA MUJER Y EL AMOR
Miguel Ángel busca en la mujer, en la esposa, cariño y afecto,
busca la ternura, la complicidad, el sosiego y la calma. Hace
suyas las palabras de don Antonio Machado cuando dice que buscó
en las mujeres: “ cuanto ellas puedan tener de hospitalario”:
“Sus manos son magia,
sus manos son fuerza,
sus manos son dulzura” (“Desde el corazón”).
En otro momento habla de su voz:
“Oigo su voz que me enamora,
oigo su voz que no abandona,
oigo su voz que me ilusiona” (“Desde el corazón”).
E, incluso, pondera su cuerpo:
“Un mundo de paz,
un mundo de fantasía.,
un mundo de ilusión”. (“Desde el corazón”).
Hace, Miguel Ángel, una especie de descriptio puellae a través
de varios poemas y no deja fuera los labios ni los ojos ni otros
aspectos de la mujer que ama. No olvida, por supuesto, las
aficiones y los gustos de su pareja, que respeta y trata de
compartir en la medida de lo posible, como es la afición a las
plantas –aunque él como hombre de ciudad aún no las distingue
bien- o los libros de ella, que él tanto aprecia, por vocación y
por estudios. Habla también de su peinado, de sus habilidades
(la gastronomía, la costura...), de momentos especiales que ha
vivido con ella (alguna que otra boda, la Confirmación...) y,
por supuesto, habla de sus enfados:
“Me lee la cartilla
porque me rindo antes de tiempo
sin ninguna necesidad” (“Con todo el sentimiento”).
Miguel Ángel a estos enfados los llama “en estado puro”:
“Me gusta verla
en estado puro
con otras personas que la molestan” (“Con todo el sentimiento”).
Agradece, por supuesto, los desvelos de su pareja y los alaba:
“Mi chica está pendiente de mí
desde que salgo
hasta que llego” (“Desde el corazón”).
Miguel Ángel es honesto y consciente de sus limitaciones cuando
dice:
“Nunca pensé
hacer poesía
hasta que apareció ella” (“Con todo el sentimiento”).
De su mujer destaca otros aspectos y le choca uno en particular:
“Me hace gracia
cuando hace
que no observa
y se entera
del que pasa alrededor” (“Sentimientos profundos”).
LA RELACIÓN DE PAREJA
Miguel Ángel escribe acerca de cómo se van sucediendo los días y
hace una ponderación de lo cotidiano, como si fuera una especie
de aurea mediocritas, él se siente final, se siente pleno
esperando a su esposa, escuchando la canción que más les gusta,
comiendo lo que ella le prepara. Es el elogio de la vida
doméstica, que tan poco aparece en poesía porque, a menudo, se
cree que la poesía debe referirse a la esfera de lo sublime y
Miguel Ángel Fernández la entiende como Ramón de Campoamor,
dentro de lo rutinario. Así escribe sobre actividades conjuntas,
paseos por la playa, conciertos y todo lo hace con sencillez.
Incluso, en el colmo de lo prosaico, alude al vehículo que los
lleva cuando van de viaje:
“Me gusta llevar en coche
a la mujer que me tiene enamorado” (“Desde el corazón”).
O bien dice:
“Llevándola a los sitios
se cree la princesa
del firmamento” (“Con todo el sentimiento”)
Nuestro escritor en ciernes trata de ser detallista con su mujer
y se regocija cuando lo consigue Le regala flores siempre que
puede:
“Pone las flores
en sus rincones.
Le encantan las flores
Con corazones” (“Sentimientos profundos”).
BATAS Y DELANTALES
Miguel Ángel tiene especial fijación por la ropa que lleva su
esposa y no quiere grandes trajes, no, busca lo más esencial,
así se detiene en su bata o en su delantal, algo que aparece con
frecuencia en su poesía. Podríamos pensar que nadie ha escrito
nada del delantal que tenga que ver con la poesía, pues Miguel
Ángel, sí, ésa es la gracia:
“Me ha abierto la puerta
con su delantal de flores
y estaba más guapa
de lo que es” (“Sentimientos profundos”).
O bien:
“Nos hemos comprado los dos
un delantal
que gusta un montón”.
E, incluso:
“Está guapa,
está risueña,
con su bata
de colores” (“Sentimientos profundos”).
Y así una serie de poemas que hablan de la ropa de ir por casa,
del aspecto más íntimo, más cercano, más diario. Eso a Miguel
Ángel le cautiva:
“El delantal de frutas
te lo he visto
o he soñado
que lo llevas” (“Sentimientos profundos”).
Y vuelve una y otra vez a este tema al que quizá debiera
dedicarle una Oda, como hizo Neruda con las cosas más sencillas:
“Porque cuando te veo
con un delantal
te veo más guapa
de lo que eres” (“Asuntos domésticos”).
Y, ay, se queja finalmente, medio en broma, medio en serio:
“Me prometes
que te pondrás delantal
y se te olvida” (“Asuntos domésticos”).
Es como si buscara lo esencial en su pareja, aquello que para
otros pasaría desapercibido es básico para Miguel Ángel.
EL CRISTO DE MEDINACELI
Hay en Madrid, en la Plaza de Jesús, muy cerca del Madrid de las
letras, la Basílica dedicada al Cristo de Medinaceli, un
Nazareno imponente, al que los devotos van a besar el pie cada
primer viernes de mes y, sobre todo, el primer viernes de marzo,
que es cuando se le pueden pedir tres deseos, porque él te
concederá uno. Miguel Ángel Fernández adquirió esa costumbre en
la niñez, de la mano de su madre, Manoli, y la sigue
manteniendo, tanto que la ha contagiado a su pareja y eso a él
lo hace muy feliz:
“Me ha hecho mi chica,
Anabel,
Un Cristo de Medinaceli
Para sentirlo con devoción” (“Con todo el sentimiento”).
El Cristo que ha hecho –que he hecho- es de punto de cruz, valga
la salvedad.
Al Cristo vuelve alguna que otra vez:
“Cristo de Medinaceli
que eres rey
de medio Madrid” (“”En tus raíces contigo”).
EL PAISAJE
Los lugares que visitan son importantes también para Miguel
Ángel y se quedan prendidos en su retina, como el Balcón del
Mediterráneo, en Tarragona, aunque a él le interesa destacar el
sentimiento que le produce:
“Contemplamos los dos,
unidos de la mano,
el mar,
desde el balcón del Mediterráneo” (“Sentimientos profundos”).
Madrid es el lugar por el que los dos sienten predilección, ya
que él nació allí y allí se conocieron. En el cuaderno poético
“En mis raíces contigo” escribe acerca de todos esos lugares
mágicos, como locus amoenus, a los que van cuando regresan a la
capital: el Palacio Real, la Plaza Mayor, el Teatro Real, la
Almudena, la Casa de la Panadería, la Plaza de Oriente, la calle
Mayor, el Campo del Moro, el Retiro y tantos otros lugares a los
que él une su relación sentimental –el encuentro, el primer
beso, la declaración de amor, las comidas típicas, el bocadillo
de calamares, las patatas con huevos rotos...-. Y todo,
presidido, por el cielo y la magia de los Jardines de Sabatini:
“En un rincón
con el sonido
de sus fuentes
nos besamos tú y yo” (“En mis raíces contigo”).
Dedica también poemas a su nuevo pueblo, a Vila-seca y a su
entorno y a esos lugares que ya ha hecho suyos, como Tivissa, el
pueblo de su suegra y lo hace en catalán, ya que cree que, así,
se aproxima más a la esencia que quiere recoger. Hace suyos los
sentimientos de su familia política y se pone en su lugar para
entenderlos y para, a la vez, sentirse uno más.
LA FAMILIA
Tampoco olvida, Miguel Ángel Fernández a sus deudos y afectos, y
dedica poemas a aquellas personas importantes en su vida, a su
padre, a su sobrina, a su hermano y cuñada y, sobre todo, a su
abuela Saturia cuando escribe el divertido poema “En
extranjero”:
“Se oye a la gente
en el hotel
hablar
en extranjero.
Se escucha a la gente
En el hotel
conversar
en extranjero” (“Homenajes”).
En sus relatos, incluidos en el libro, “Reminiscencias”, no
olvida a su madre, a quien guarda siempre en el corazón. También
le dedica un poema: “No lo llegó a conocer”:
“No quería ni ver el euro
y sin embargo
no lo llegó a conocer” (“Homenajes”).
Sigue escribiendo un poema para su suegro, Vicente:
“Le dejas un encargo
y a la mañana siguiente
te lo hace” (“Homenajes”).
Se acuerda también de su suegra, M. Cinta:
“No hemos entrado ni al portal
y ya nos llega
el buen olor de sus guisos” (“Homenajes”).
Y dedica un poema a Elba, su sobrina política (si se me permite
de nuevo personalizar, mi sobrina carnal), la niña que también
le ha robado el corazón. No olvida a otros amigos, familiares
porque Miguel Ángel sabe que uno no está solo, que uno no se
forma solo, que es un conjunto de tantas influencias y tantas
presencias que, de vez en cuando, se impone la necesidad de
reconocerlas, aunque sea de manera anecdótica como él suele
hacer.
LA PROSA
Miguel Ángel Fernández lleva escribiendo prosa desde hace tiempo
y se le nota más soltura y habilidad que con la poesía, aunque
sus sentimientos se siguen transparentando y eso no es nada
negativo, al contrario, habla de verdad, de pureza y de
honestidad. Su prosa pueda calificarse de fresca, de diáfana, de
amena y precisa.
En “Reminiscencias” incluye algunos relatos de homenaje y de
recuerdo, en la línea de los objetivos del libro. Incluye
relatos que hablan de sus juegos de infancia y algunos que
recoge anécdotas como “Raúúúúl” que dedica a su hermano pequeño
que pensaba, cuando era niño, que las vacas mugían llamándolo.
Dedica otro texto a su abuela “Día de paga”, en donde observa,
con picardía que a su abuela era difícil engañarla aunque no
supiera leer ni escribir. Habla de sus padres en “Nunca es tarde
si la dicha es buena” que empezaron a ir a la escuela de adultos
ya mayores y que disfrutaron como nunca. Y termina con
“Vacaciones en familia” donde recuerda qué hacían de pequeños
cuando los veranos salían con sus padres y cierra el relato con
cierta nostalgia diciendo: “Comenzamos entonces, a hacer cada
uno la guerra por nuestra cuenta, pero aquellos años, en que
todos los componentes de la familia, salíamos de vacaciones, los
recuerdo también como una delas mejores épocas que me han tocado
vivir.
En “Miscelánea literaria” publica también algunos relatos muy
cercanos y divertidos también como “Horror en Port Aventura”
(número 1 de la revista) desmitificando el parque temático de
sobras conocido; “La revisión” (número 2) en que habla de la
satisfacción ante una buena nota; “Los descansos de Manolo”
(número 3) es un homenaje a su profesor de gimnasia (el nuestro)
que llama descansar a trabajar mucho. La ironía se refleja en la
el texto final: “... y creo que no soy capaz de vivir, ni tengo
razón de ser, sin los descansos de Manolo”. Su último relato,
publicado hasta la fecha, es “Lo que puso ser y no fue” (número
4), acerca de un intento de amor frustrado antes de que
empezara: “Pero quien sabe, si este pudo ser y no fue, no se
transforma algún día en lo que hoy no puede ser mañana será,
porque la vida da muchas vueltas, muchos giros y muchas
transformaciones y lo que hoy es blanco mañana es negro, y lo
que hoy es negro mañana es blanco, y lo que hoy está de color de
rosa mañana está oscuro, y lo que hoy está oscuro mañana está de
color de rosa”.
ASPECTOS DE LA VIDA
En suma, insistimos, la poesía de Miguel Ángel Fernández García,
es fruto de sus inquietudes, de su experiencia, no surge del
reposo ni de la meditación, sino del cariño y del afecto, de la
urgencia por contar lo que siente. Tiene prisa por demostrar sus
amores, sus ternuras y lo hace de la mejor manera que sabe o que
intuye, escribiendo versos llenos de trasparencia, casi naïf,
llenos de frescura, directos y envueltos, sin duda, de verdad.
Con el tiempo y la práctica irá puliendo detalles y limando
palabras que a veces se resisten, pero esperamos que no pierda
la lozanía ni la gracia ni la inmediatez que también tienen sus
relatos, como acabamos de ver.
Pensamos que vale la pena escribir, que le escritura es una
buena válvula para entendernos y para situarnos en nuestro
sitio, el sitio que nos corresponde por derecho propio. Así lo
comprende Miguel Ángel que es agradecido y noble y sabe de sus
limitaciones, pero también tiene unas ganas enormes de aprender.
Ojalá sus cuadernos poéticos lleguen a formar libros, esos
libros que él tanto ansía, pero, mientras llega ese día, que no
deje de escribir porque tiene que saber que sus palabras van
directas a la diana del corazón de quien las lee y las entiende.
Miguel Ángel Fernández es una persona idealista, que tiene una
cabeza llena de ideas y un corazón que bulle en sentimientos.
Ante la vida, manifiesta una manera de entender los distintos
acontecimientos en sintonía con el “Eclesiastés”(3, 1-8). Nos
parece una buena manera de encarar el día a día porque: “Todo
tiene su momento y todo cuento se hace debajo del sol tiene su
tiempo. Hay tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar
y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar y tiempo de
curar; tiempo de destruir y tiempo de edificar; tiempo de llorar
y tiempo de reír; tiempo de lamentarse y tiempo de danzar;
tiempo de esparcir las piedras y tiempo de amontonarlas; tiempo
de abrazarse y tiempo de separarse; tiempo de buscar y tiempo de
perder; tiempo de guardar y tiempo de tirar; tiempo de rasgar y
tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar; tiempo de
amar y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra y tiempo de paz”.
BIBLIOGRAFÍA
-Cuadernos poéticos inéditos:
“Desde el corazón”
“Con todo sentimiento”
“En mis raíces contigo”
“Lo que pudo ser y no fue”
“Sentimientos profundos”.
-Prosa publicada:
-En “Miscelánea Literaria. Segunda Época, Ediciones Cardeñoso:
-“Horror en Port Aventura”, Verano 2006
-“La revisión”, Otoño 2006
-“Los descansos de Manolo”, Invierno 2006
-“Lo que pudo ser y no fue”, Primavera 2007.
-En el libro conjunto “Reminiscencias”, Ed. Cardeñoso, 2006.