Discurso de Mario Vargas Llosa en el Aula Magna de la
Universidad de Estocolmo el jueves 4 de mayo 2006.
(Recopilado por Javier Claure C.)
Agradezco esta invitación que me ha hecho la Universidad de
Estocolmo. Quiero dirigirles la palabra esta tarde, y ese placer
responde a una necesidad de los seres humanos, quiénes estamos
dotados de una condición extraña; que es la de tener una sola
vida. Pero la imaginación nos permite desear no una, sino cien o
mil vidas más. Esa distancia que existe entre lo que somos y lo
que nos gustaría ser, lo que nuestros deseos y nuestra fantasía
nos induce a tener, es lo que la literatura, de alguna manera,
satisface. La literatura nos hace viajar en el tiempo y en el
espacio, nos hace penetrar en otras culturas y nos hace
sentirnos contemporáneos. De alguna manera, también, nos
proyecta hacia el futuro ampliando y enriqueciendo
extraordinariamente nuestra experiencia vital. Todo eso lo hace
haciéndonos gozar.
Yo aprendí a leer cuando tenía 5 años y recuerdo este hecho
como, probablemente, lo más importante que me ha pasado en la
vida. Recuerdo muy bien cómo esas historias de aventuras, que
fueron las primeras que leí, me exaltaban de tal manera que
aquella vida inventada por Salgari, Julio Verne, Dumas o por
Víctor Hugo parecía una vida infinitamente más rica, más
diversa, más intensa que la vida que llevaba. Y seguramente mi
vocación de escritor nació desde entonces, gracias al milagro
que me parecía vivir cada vez que un libro me seducía, me
sumergía en sus historias y en sus personajes. De esta manera se
abolía completamente en mi, diríamos, la razón y la conciencia
de esos mundos. Me pregunto: ¿Esa es la única razón de ser de la
literatura? Es decir, ¿de divertirnos, entretenernos y sentir
placer? Yo creo que no. Yo creo que ese placer tiene, además,
consecuencias que son fundamentales para la vida de los seres
humanos. Sin la literatura, la vida humana se empobrecería de
una manera radical, y acaso el mundo que resultaría de ello,
sería no solamente un mundo más gris, más rutinario, sino
también un mundo en el que habría mucho menos comunicación entre
los seres humanos. Un mundo en el que hombres y mujeres gozarían
menos. Y lo peor de todo, un mundo en el que la libertad, el más
precioso don, desaparecería.
¿Es importante la literatura en la vida? Absolutamente. Y creo
que en esta época es más importante que en otras épocas. Una de
las razones por las que me atrevo a afirmar esto, es porque creo
que con la evolución del conocimiento, el mundo de la cultura,
principalmente el de la cultura científica, se ha ido
compartimentalizando debido a la especialización. Precisamente
esta especialización acarrea inevitablemente la creación de los
lenguajes específicos que pasan a ser poco menos que unos
lenguajes que resultan esotéricos para quién no es del oficio.
La especialización tiene, desde luego, resultados beneficiosos
para la humanidad en distintos sectores del conocimiento. Ahí
vemos hallazgos y descubrimientos científicos capitales. Pero
ese conocimiento disperso y disgregado es un conocimiento que
reduce extraordinariamente la comunicación entre los seres
humanos.
Quedan pocos denominadores comunes en el orden del conocimiento.
Es decir, aquellos campos en los que todos podemos todavía
coincidir entre vernos y sentirnos copartícipes de algo común.
Uno de esos campos es la literatura. La literatura no es para
especialistas. Puede haber especialistas de la literatura, y de
hecho lo hay; pero esos son los estudiosos e investigadores de
la literatura. La literatura sólo puede estar dirigida a la
comunidad humana en general. Y los efectos de la literatura no
llega solamente a los lectores, sino también a los que no son
lectores. Esto debido a una extraordinaria y enorme influencia
que tiene el mundo de la literatura en la vida de las personas.
Ese proceso de compartimentalización del conocimiento y la
multiplicación de lenguajes particulares y especializados no va
a detenerse. Seguramente va acentuarse en el porvenir. Entonces,
es muy importante que los seres humanos mantengan siempre
presente, esos denominadores comunes que nos hacen dialogar,
comunicar y ser miembros de una comunidad.
Los lectores que nos emocionamos leyendo Ana Carenina, Los
Miserables, El Quijote o viendo una obra de teatro de
Shakespeare, de alguna manera dialogamos entre nosotros; porque
respondemos a los estímulos que producen esos libros o una obra
teatral. Esas lecturas nos hace soñar, exaltarnos, enojarnos,
reírnos y, en última instancia, gozar. Y eso se vuelve una
experiencia compartida que comunica a los seres humanos.
Por otra parte, la literatura nos enseña a hablar. No existe
sucedáneo para conocer íntimamente un idioma, saber expresarse
en él y poder aprovechar toda su riqueza. Eso no se puede
aprender en un manual, eso se vive y la literatura hace vivir
una lengua en todo su esplendor y diversidad. Es muy importante
tener el dominio de una lengua para comunicarse mejor y para
entenderse a sí mismo mejor. Quien está dotado de un vocabulario
limitado y que ignora todas las posibilidades de su propia
lengua, no sólo se expresa mal, sino también conoce mal el mundo
de una manera deficiente. Piensa mal, porque la riqueza de un
lenguaje, es la riqueza de una conciencia y de una imaginación.
Es absolutamente fundamental e importante para la comunicación
entre los seres humanos, el dominio del propio lenguaje. Y no
hay nada que pueda sustituir a la literatura en ese aprendizaje
empírico de la diversidad y la riqueza de una lengua como las
grandes obras literarias.
La literatura debería ser considerada una disciplina fundamental
en la educación, y de ninguna manera un pasatiempo. La
literatura ha mejorado la vida de los seres humanos
extraordinariamente. Se podría hacer una larga lista de
actividades, en las que sin la literatura, la experiencia humana
sería más mediocre y más pobre. Pero quisiera concentrarme en un
solo tema: el amor.
El amor afecta a todo el mundo, no solo porque los seres humanos
tenemos instintos y una tendencia natural a buscar en otro ser
un complemento, una compañía y un placer. El amor es, también,
un quehacer que ha ido evolucionando con la historia de la
humanidad. La literatura ha contribuido, de una manera esencial,
a enriquecer y a dotar de sutileza, de complejidad y de belleza
al amor. Probablemente como no lo ha hecho ninguna otra
disciplina o Institución humana. La literatura nos ha enseñado
diversas maneras de enamorarse, de amar y de gozar; gracias al
amor.
Sin la literatura no existiría un mundo comunicativo. La lectura
de un libro nos hechiza, nos conmociona y luego, terminada la
lectura, volvemos a esa realidad en la que vivimos, en la que
estamos inmersos. Y, entonces, descubrimos qué poca cosa somos
comparados con esos mundos tan ricos, tan maravillosos creados
por la fantasía y la palabra. Esos mundos en los que todo es
bello, incluso lo feo. Todo nos exalta y nos conmueve, incluso
esas rutinas de la vida real que nos aburren y nos desmoralizan.
Todo lo que nos rodea parece siempre mucho más deficiente y
pobre de lo que es, luego de haber vivido la experiencia de la
belleza y de la perfección en la que nos sumerge siempre una
gran obra literaria. Eso nos hace sentirnos inconformes con el
mundo tal como es, con la vida que vivimos. Crea en nosotros,
inconscientemente, un desasosiego, un malestar y señales de
inconformidad. Y esa inconformidad es el gran honor del progreso
humano. Es precisamente esto que nos diferencia a los seres
humanos de los animales. Los humanos estamos dotados de
imaginación y fantasía y la literatura, probablemente, como
ningún otro quehacer humano, activa y vuelve incandescente esos
dones. Todos los que han querido controlar la vida, desde la
cuna hasta la tumba, y organizarla de acuerdo a un esquema
previo, para hacerla más perfecta o para conquistar la santidad,
lo primero que han hecho es controlar, muy rígidamente, la
actividad literaria estableciendo sistemas de censura muy
severos. No se puede controlar severamente a una sociedad, si se
deja libre esa actividad, gracias a la cual salimos del mundo en
el que vivimos, entramos a otros mundos de puro sueño y después
regresamos al mundo real. Pero no regresamos como antes. Somos
seres que hemos conocido, gracias a la literatura, un mundo
mejor. Por lo tanto, hemos descubierto que el mundo en el que
vivimos está mal hecho y es incapaz de satisfacer las
esperanzas, los anhelos y los sueños.
Todas las doctrinas, religiones e ideologías que han pretendido
organizar enteramente la vida humana, han visto en la literatura
una amenaza, una actividad peligrosa que debía ser rigurosamente
controlada. Es verdad, la literatura es peligrosa. La literatura
estimula la inconformidad de los seres humanos ante un mundo
imperfecto. Vivimos en un mundo en el que el desarrollo de las
ciencias y de las técnicas permiten, a quienes tienen esa
pretensión, controlar enteramente la vida humana para alcanzar
sus objetivos. La ciencia puede convertirse en un instrumento
terrible de dominación, de control y destrucción de la soberanía
individual. Es decir, la destrucción de la libertad. La técnica
ya ha sido puesta al servicio de semejante pretensión en muchos
países. A veces por largos períodos y con mucho éxito. Si
nosotros creemos que la libertad es importante, que la libertad
es el don más precioso que tienen los seres humanos para luchar
contra la opresión, la explotación, las injusticias y los
atropellos a los Derechos Humanos, entonces sí podemos gozar de
esa autonomía y ser dueños de nuestro propio destino, eligiendo
nuestros dioses, nuestras costumbres, nuestros oficios y
nuestras residencias. Puede parecer exagerado, pero no lo es.
Debemos defender con dignidad absoluta el futuro de la libertad.
La literatura esta ligada a los libros. ¿Puede existir una
literatura sin libros? Es un debate que está abierto y existen,
como ustedes seguramente saben, posiciones muy contradictorias.
Hace un par de años el director de Microsoft, Bill Gates, visitó
la Real Academia Española en Madrid. Fue a tranquilizar a los
académicos españoles sobre el futuro de la letra eñe. Una letra
que según rumores, aparentemente infundados, se decía que iba a
desaparecer de los ordenadores. De ser así, hubiera creado
grandes problemas como ustedes pueden imaginarse. Es muy
importante que la letra eñe siga siendo una letra de nuestro
alfabeto.
Después de haber hablado con los académicos españoles, Bill
Gates dio una conferencia de prensa. Y a los periodistas que
acudieron a esta conferencia, les dijo lo siguiente: “espero
antes de morirme, ver realizado uno de mis sueños”. ¿Y cual era
su sueño? que desapareciera el papel, que desaparecieran los
libros. Bill Gates afirmó que, hoy en día, las pantallas de los
ordenadores pueden cumplir absolutamente todas las funciones que
cumplen los libros. En consecuencia, una vez desaparecidos los
libros, gracias a las múltiples funciones de los ordenadores, el
mundo andaría mucho mejor porque se evitaría la tala de árboles
de los bosques y que la atmósfera se llenaría de mucho más
clorofila que en la actualidad, acotó el dueño de Microsoft. Yo
no estaba ahí ese día, pero si hubiera estado, hubiera silbado,
hubiera golpeado la mesa frente a alguien que quería matarnos a
palos, a todos los que nos pasamos la vida escribiendo libros o
escribiendo artículos en los periódicos. Hay algunos optimistas
que creen que la literatura puede sobrevivir confinada solo en
las pantallas de los ordenadores. Yo soy mucho más escéptico,
pero no porque sea un personaje en contra de la modernidad o de
la técnica. Los ordenadores y el Internet facilitan un
extraordinario servicio a la humanidad, extendiendo la
comunicación de una manera prodigiosa. Pero creo que el libro
tiene su función, el libro garantiza un tipo de intimidad que
las pantallas de los ordenadores son incapaces de producir.
¿Podrá existir un tipo de literatura de ordenador? Si eso
existe, será una literatura donde el medio habrá infringido una
profunda distorsión de la palabra. Es decir, de la materia prima
de la literatura. Por lo tanto, la diferencia de esa literatura
de ordenador, y lo que hoy día todavía llamamos literatura y fue
literatura en el pasado, será la clave como la que existe entre
las materias de Shakespeare y las telenovelas que divierten a
mucha gente.
Yo creo que el libro es la magia de la literatura y, en
consecuencia, es importante preservarlo. Esto no significa que
libros y ordenadores entren en una guerra sin cuartel. Mi
esperanza es que ambos puedan coexistir en el futuro, y que el
libro siga siendo, de todas maneras, el vehículo privilegiado
para la expresión de esos mundos alternativos, de esos mundos
distintos con que la literatura nos hace gozar profundamente y
enriquecer nuestras vidas. Quisiera terminar con una pequeña
reflexión, contándoles una anécdota que a mí siempre me hace
pensar. Vez que me ha tocado firmar libros, siempre aparecen
señores con algún libro mío. Se acercan y me piden una
dedicatoria diciendo: “este libro es para mi esposa que es una
gran lectora de literatura, es para mi hija que le gusta mucho
lo que usted escribe, o este libro es para mi mamá que es una
gran lectora”. Y yo siempre respondo ¿Y usted no lo es? ¿ No le
gusta leer? Sí, me gusta pero... yo no tengo tiempo, soy un
hombre muy ocupado. Es una respuesta que a mí siempre me produce
un frío helado en la columna vertebral. Por eso mismo, aconsejo
a todo el mundo que siempre lea un buen libro para entrar en
otros mundos y gozar de la magia de la literatura.