Le he prometido que voy a dejar esta vida. También le prometí
que no me cortaría el pelo y lo he hecho, y no es tan distinto.
Los pelos caen y vuelven a crecer, los días pasan y reflotan en
la memoria. Por una vez tengo que hacerlo.
Ella me cuenta cuando de pequeña le ponían hervido y lo
detestaba y entonces su madre le dibujaba una cara utilizando
los ingredientes, le añadía algo de atún para el pelo y con un
trozo de zanahoria hacía su nariz y con una judía la boca y los
ojos eran dos aceitunas. El rostro patata. Era una niña y
estaría preciosa devorando ese rostro.
-Se parecía mucho a ti.
-Y te lo comías.
-Como estando sola en La tierra y el resto sólo fueran piedras.
-Eras una niña muy avanzada.
-Yo nací queriéndote, ya lo sabes.
-Pues yo moriré diciendo tu nombre, por ponerme a tu altura, por
no poder evitarlo.
-Oye, lo que hemos hablado antes…
-No digas nada.
-Pero es que me siento un poco mal.
-¿Sabes qué me duele?
-Dime cariño.
-Que nunca te veré volviendo de la escuela, que no estaré allí
cuando pierdas ese juguete que tanto te gustaba.
-Cierra los ojos, nos vamos al pasado.
Entonces me besa. Y puedo estar en cualquier lugar. Puedo ser su
lápiz, sus coletas, su falda del colegio, su sueño y hasta unas
anginas en su garganta.