La teoría -más soñadora que teórica en el fondo- que aquí
expongo sobre la cuarta dimensión, en cuanto que se pueda
traducir a una perspectiva de texto lingüístico, quiere
presentarse como alternativa de otro tipo de relación de los
elementos de la realidad en el poema.
La cuarta dimensión entraña la visión fragmentada sin relaciones
secundarias de sus elementos sustanciales, porque se trata
-estamos fantaseando con todos los derechos de esta facultad
liberadora de los encorsetamientos lógicos- de una dimensión de
esencialidades vista como un relampagueo. No es visión
discursiva, sino discontinua en la que predomina la síntesis
cualitativa.
Mientras que en la realidad de las tres dimensiones la visión es
continua gracias a los relacionantes como un continuo de
componentes que conforman una totalidad; por ejemplo, una
habitación amueblada adecuadamente, en la visión en que
predomina la visión de la cuarta dimensión aquélla es selectiva
y como una cámara fotográfica o televisiva destaca un elemento o
varios como objetivos básicos de la visión sin que estén unidos
por un sentido comunitario (recuérdese el objetivismo de la
narrativa).
Lo que ese enfoque busca son cosas e ideas esenciales, libres de
las condiciones del mundo físico en que unas cosas se apoyan en
otras y unas ideas se relacionan por contigüidad, procesadas por
nuestra limitada capacidad dentro de los límites de la
adaptación lingüística.
El visionario es por ello una inteligencia cuya naturaleza se ha
desprendido de accesorios interpretativos y capta lo necesario
de un esquema de cosas o ideas. No por ello es necesario evocar
una “inteligencia pura”, sino una capacidad muy evolucionada de
visionar lo que ya es inherente a su índole.
Trasladado a un texto literario el ensayo de esta búsqueda, nos
encontraríamos con que predominan los sustantivos ampliamente en
medio de otros constituyentes de la lengua. A ellos añadiríamos
los adjetivos “coloreantes” que sirven a la distinción de
aquéllos. Los verbos estarían presentes de modo inevitable para
unir acciones como los adjetivos a los nombres. De los demás
nexos relacionantes de las oraciones: artículos, adverbios,
locuciones adverbiales, preposiciones, interjecciones, se puede
prescindir relativamente ya que lo que se trata es de captar en
una rápida visión cómo se ve la realidad desde un trípode que
capta solamente elementos y acciones consustanciales al sentido
de lo humano, como una reducción a lo fundamental de una
definición, ya en los umbrales de una verdadera intuición como
cofa de una aventura que anhela descubrir un nuevo continente:
el de lo que es inefable todavía y cuyas regiones necesitan
nombres que lo definan una vez en la luz del concepto. Pero se
ha de advertir que no se llega a este vislumbre de la realidad
dentro de la interpretación lingüística-poética hasta que la
libertad no nos ha despojado de nuestra hojarasca de hábitos
mentales improductivos. Sólo quien ha traspasado el velo de las
rutinas y los miedos en que sestean los humanos, podrá ver el
germen de una nueva visión de lo real no manifestado en la
superficie de las relaciones comunes.