Comienza el año y comienzan los asesinatos de mujeres en España.
Y comienza el año y comienzan los titulares en los periódicos y
telediarios escandalizados y escandalizándonos a todos de lo
hijodeputas que somos los varones en esta santa España. Y
comienza el año y comienzan las manifestaciones de grupos
feministas, pro derechos de la mujer, asociaciones contra el
maltrato, etc., pidiendo más medidas de seguridad y, de camino,
el degüello por la vía rápida de todos los asesinos y
maltratadores (fácilmente reconocibles porque tienen los pies
grandes, una nuez en el pescuezo y, además, les crece barba).
Naturalmente, estoy en contra de que haya más de cuatro cabrones
descerebrados capaces de maltratar e, incluso, matar a sus
mujeres, a sus compañeras, a las madres de sus hijos, a las
mismas a las que un día de quizás no mucho tiempo atrás miraban
con ojos de pasión y deseo, a las mismas a las que otrora
regalaban un ramito de violetas y les lanzaban su capa al suelo
para que no pisaran los charcos. En lo que a España -a los
españoles- respecta, el alcohol, las drogas, la senectud, el
desequilibrio mental, etc., son siempre o casi siempre los
principales componentes que encontramos cuando ocurren estos
trágicos sucesos. Pero hay más...
El acto repugnante y repudiable de un hombre pegando o
maltratando a una mujer, incluso llegando a ese punto máximo de
quitarle la vida, es, desgraciadamente, común en todas los
rincones y culturas de este puñetero mundo, pero, y esto es lo
que me mueve a escribir estas letras, lo que no podemos hacer es
tomar como nuestra, del país llamado España, como si fuera parte
de nuestra sociedad, consustancial con nuestra cultura y
nuestras gentes, lo que sólo es consecuencia de la llegada de
inmigrantes, acogida, tan necesaria como inevitable, que se
complementa y agranda con la de "turistas" de todo tipo,
exiliados, apátridas, desplazados, refugiados, y un largo
etcétera donde encontramos "industriales" instalados con sus
negocios de narcotraficantes, trata de blancas, robo y
export-import de coches de lujo, bandas organizadas, mafias y
otras muchas perlas de este carácter.
No. Estas estadísticas de "mujeres asesinadas" en lo que va de
año no son nuestras, no son estadísticas referidas a los
españoles, a los que nacimos en Cádiz, Gerona o Pontevedra y
llevamos -con mucho orgullo, que conste- en nuestro DNI o
pasaporte el título de Español. Basta con ver un poco más a
fondo las noticias de los sucesos (no sé por qué burdos
intereses, la mayoría de las veces no lo especifican) para ver
que la degollada en tal sitio era natural de Ecuador, o el
asesino de la mujer hallada ayer, de nacionalidad rumana (por
poner unos ejemplos). Veamos, si no, las que llevamos en este
2008:
día 4, Coín (Málaga), ciudadana de 42 años, británica, y su
asesino, alemán.
día 6, Torrevieja (Alicante), ciudadana de 30 años, rusa, y su
asesino, ucraniano.
día 7, Salt (Girona), ciudadana (no publicado), y su asesino,
ecuatoriano.
Además de estas tres muertes hasta ahora (escribo esto el día
8), en lo que va de año han proliferado en distintas poblaciones
de España múltiples sucesos de maltrato y otros relacionados con
la violencia machista cuyos protagonistas son, en su mayoría,
nacidos en países que no son España.
Si le sumamos los titulares que acaparan las crónicas de sucesos
y cuyos autores son también de otros países -caso del atraco al
chalet de José Luis Moreno, en Boadilla del Monte, donde
apalearon -y casi matan- al conocido artista y empresario,
perpetrado por una banda de seis delincuentes del Este de
Europa-, las estadísticas, tanto las de las mujeres asesinadas o
maltratadas en España, como las de los sucesos en general,
habría que matizarlas con un toque de verdad que especifique
claramente los orígenes de víctimas y autores para no confundir
al respetable.
Es difícil, sin duda, poder controlar la llegada de extranjeros
que vienen a este Sur de Europa a quedarse e instalar sus
cuarteles para realizar todo tipos de pillerías, tanto como la
de inmigrantes africanos y de otros países del Este europeo que
necesitan de un lugar distinto al de sus orígenes para buscarse
la vida, pero lo que no es admisible en modo alguno es que
España quede reflejada en las noticias nacionales y del mundo
entero como uno de los países donde se cometen más asesinatos de
mujeres. Eso es, simple y llanamente, mentira. Los crímenes y
maltratos a mujeres -y otros muchos sucesos relacionados- son
productos que nos llegan de fuera, productos de otras culturas,
de otras tierras donde todavía existen esclavos y los hombres
son dueños absolutos de la vida y hacienda de sus mujeres.
No quieran convertirme España en otra Ciudad Juárez, esa pobre
gran ciudad fronteriza a orillas del Río Bravo donde desde 1993
hasta ahora hay más de un millar de mujeres muertas o
desaparecidas. Todas, o la gran mayoría de esas muertes y
desapariciones están sin aclarar. Se suelen atribuir a
individuos de baja condición o vida difícil (como el egipcio
estadounidense Abdel Latiff Shariff) o a bandas organizadas
(como Los Rebeldes), pero no sería muy falto de obviedad dirigir
la mirada sobre las ricas haciendas y gente de más recursos que
pueblan el uno y otro lado de la frontera.
En fin, que no me quieran presentar más a España como un país de
hijosdeputas, poblado de asesinos y maltratadores. Pongan los
titulares y reseñas con pelos y señales de quién la muerta y
quién su matador para que la inmensa mayoría de los españoles no
tengamos esa terrible sensación de ser los más malos y perros de
toda Europa que nos causa cada vez que leemos la prensa o vemos
el Telediario.