Nada
menos que todo un año ya sin crisis de ningún tipo. Tan
increíble como maravilloso, ¿verdad? Y todo se debe a unas
sencillas normas a seguir en la alimentación diaria.
Quizás para muchos esto de estar un año sin crisis dolorosas no
signifique nada -porque algunos pacientes de esta enfermedad, la
Artritis Reumatoide, la sufre en medida más moderada y menos
intensa en sus manifestaciones dolorosas-, pero para quien ha
sufrido durante muchos años (más de doce) continuadas crisis, en
tobillos, pies, rodillas o caderas, que te dejaban cojo y
necesitado de muletas o bastones para poder andar siquiera en
casa, o en las manos, muñecas, codos y hombros, que te dejaban
imposibilitado para hacer las necesidades más elementales, ver
como transcurre el tiempo, día tras día, mes tras mes, sin que
el dolor se presente para amargarte la vida, significa algo
extraordinario, una especie de milagro que te ayuda a recomponer
los sueños y las esperanzas.
Ciertamente, la enfermedad no ha desaparecido. Soy perfectamente
consciente de que no se trata de que esté curado. Sin embargo,
la diferencia entre el último año y los doce anteriores es tan
abismal que no tengo más remedio que creer en que en mi vida ha
ocurrido un milagro.
¿Y a qué se debe ese milagro? ¿Ha intercedido algún santo,
alguna mano piadosa o creencia inquebrantable en la divinidad
para que, como a aquellos ciegos, cojos o leprosos a los que
Cristo decía "Vete, tu fe te ha salvado", todos esos
insoportables e invalidantes dolores hayan desaparecido?
No. No voy a negar que es necesario tener fe en la curación,
hacerse a la firme idea y convicción de que a esta maldita
enfermedad se la puede vencer, incluso, si me apuran, tampoco
quiero negar que cada uno de nosotros tenemos un ángel de la
guarda que está siempre a nuestro lado y le detiene la mano a la
muerte en las muchas ocasiones en que nuestra inconsciencia nos
precipita en los abismos del peligro -y que puede que su sabia
mano nos conduzca a ese otro camino que antes no conocíamos-,
sin embargo, es obligado y necesario decir que quien ha hecho
este milagro no es otra cosa que la alimentación.
LOS CAMBIOS ALIMENTARIOS
Aunque lo correcto -y posiblemente indispensable para algunos
otros- sería seguir al pie de la letra todos los consejos que en
su Régimen Ancestral nos da el profesor Seignalet -y que tantas
veces he repetido-, por mis costumbres alimentarias de siempre
no he podido -ni querido- aplicarlo tal como nos aconseja el
sabio profesor. Sin embargo, sí lo he seguido en buena parte.
Por ello, a continuación describo algunos aspectos que considero
fundamentales para obtener las mejorías que refiero al
principio.
Uno de los aspectos o normas imprescindibles es la menor
aplicación de calor a los alimentos. Mis comidas han pasado de
estar compuestas de cocidos como los callos, potajes, pucheros,
etc., con dos o más horas de cocción (los callos, seis), y
comerlos con una frecuencia de casi a diario, a eliminarlos casi
por completo de la dieta. Actualmente sólo hago algún potaje
(recuerden que yo soy el que cocina en casa) -como las alubias
con chorizo, berzas o potaje de garbanzos- en dos o tres
ocasiones al mes. Los callos y los pucheros (aunque tengo
previsto hacerlos para ver sus posibles efectos adversos
cualquier día de estos), no los he hecho ni probado en todo este
año. Tampoco me privo de guisos de pescado -como mero, corvina o
chocos con patatas- que sólo necesitan unos quince o veinte
minutos de cocción, o carnes guisadas -con guisantes o patatas,
etc.-, que se hacen también en más o menos el mismo tiempo. Una
buena opción para las carnes y pescados, así como también las
verduras variadas o menestras -mejor que guisados y con menos
tiempo al fuego-, es hacerlos salteados. Les bastan unos pocos
minutos de fuego para estar buenos. Particularmente, lo prefiero
y los hago así con bastante frecuencia. Naturalmente, tampoco me
privo del arroz con gambas, con almejas, con chocos o con carnes
de maneras diversas.
Respecto a los asados, o las carnes, pescados y mariscos a la
plancha, tengo que reconocer que antes no me preocupaba si se
llevaban el tiempo que fuera al fuego. A raíz de conocer los
efectos del calor sobre los alimentos (la reacción de Maillard y
otros, que explico en "La cocción de los alimentos", aunque los
limito y los como con menor frecuencia, no me privo de ellos en
absoluto. Eso sí, con muy poco tiempo al fuego, lo que llamamos
"vuelta y vuelta". Teniendo este cuidado están exquisitos y,
creo, se pueden comer en la casi total seguridad de que sus
posibles efectos adversos quedan disminuidos en una proporción
directa a ese menor tiempo/temperatura con que los cocinemos
(recordemos que el profesor Seignalet aconseja comer carnes y
pescados, a ser posible, crudos).
Los fritos es un tema que merece un capítulo aparte (de hecho lo
tiene en "La cocción de los alimentos"), pues considero de suma
importancia, si no privarse de ellos por completo, sí comerlos
con menos frecuencia y observar con total rigidez las normas
para su cocinado. Los aceites a emplear pueden ser el de Oliva
Virgen Extra (el mejor sin duda), pero también puede emplearse
el de girasol, eso sí, teniendo un superior cuidado en que la
temperatura sea sólo la necesaria para la fritura del pescado o
las patatas. Mejor con un simple doradito. Importantísimo es no
usar el aceite una vez y otra. Como máximo debe usarse el mismo
aceite unas seis veces, pues el efecto del tiempo/calor lo va
degradando y terminaría, no sólo por perder sus cualidades como
alimento, sino convertido en un potente agente tóxico. Todo lo
referido lo vengo haciendo en casa con los óptimos resultados
que cuento.
Naturalmente, dejé la leche y los productos lácteos por
completo. Si acaso me permito un trozo pequeño de queso manchego
(apenas 30 gramos) algunas noches como complemento a mi cena
que, casi siempre, suele estar compuesta de unas lonchas de
jamón, embutidos diversos, como el salchichón o el fuet y el
lomo en caña. También, algunas noches, forma parte de la cena
alguna latita de sardinas o caballa en conserva, o bien de pulpo
al ajillo o de bonito del norte (quizás las conservas no son del
todo recomendables, pero no parece advertirse efectos negativos
así de vez en cuando). Y como postre, siempre frutas naturales,
las del tiempo: manzanas, peras, plátanos, naranjas, uvas,
chirimoyas, etc. Nada de pasteles, dulces ni bollería de ningún
tipo. La excepción: algún bombón, un trozo de chocolate, un poco
de sidra (cabello de ángel) o algún amarguillo o alfajor de
Medina (que son exquisitos), pero sólo de vez en cuando. El pan,
a pesar de que está elaborado con un cereal totalmente prohibido
-como es el trigo-, no he podido dejarlo, si bien, lo he
limitado a la menor cantidad posible. Sólo un trozo en cada
comida, y que podemos calcular en la tercera parte de lo que
ingería antes. Los huevos, uno a la semana, cuajado sobre una
menestra de verduras salteadas. Y poco más. Por supuesto, nada
de comidas muy elaboradas. Cuanto más simple, más sana. Y menos
aún comer fuera de casa, en restaurantes o bares de tapas. Esto
no quiere decir que haya que privarse por completo de comer en
estos establecimientos, en los que me consta que hay algunos que
se esmeran en ofrecer los platos más exquisitos con alimentos
naturales y sanos, pero son los menos. Hay que tener mucho ojo
y, por supuesto, si ha de comer fuera de casa, elegir lo más
simple, sano y menos elaborado.
MEDICAMENTOS
Sigo tomando exclusivamente corticoides, entre 10 y 15 mg.
diarios, pues, como ya referí en el "balance" de los seis meses,
después de trece años tomándolos es lógico que mi producción
endógena de hidrocortisona esté bloqueada. Esta hormona la
produce la corteza suprarrenal y es indispensable para diversas
funciones del metabolismo. La ingesta diaria de corticoides
reduce o inhibe totalmente su producción y produce lo que se
llama insuficiencia corticoadrenal secundaria. Y esta
insuficiencia, aunque quizás con mayor tiempo pueda ser
recuperable (no lo sé seguro, pero sigo probando) hace
indispensable la continuidad en la toma de corticoides. En
realidad, dejarlos totalmente es lo único que me falta para
poder decir con total propiedad que estoy curado. Les mantendré
al corriente en estas mismas páginas de todo cuanto vaya
consiguiendo con mis experimentos.
No dejen de leer todo lo publicado hasta ahora sobre la Artritis
Reumatoide ni de escribirme contándome sus experiencias
personales o problemas por padecer la enfermedad. Será una
satisfacción poder ayudarles a que eliminen de su vida esta
maldita enfermedad.
* * * * *
Nota:
En La Web de la Artritis Reumatoide, además de
un consultorio on line, dispone de infinidad de
artículos sobre los alimentos, pruebas realizadas sobre estos,
el Régimen Ancestral estudiado y comentado por Alfonso Estudillo
y descripciones de
muchas patologías comprendidas entre las reumatológicas,
neurológicas y autoinmunes en general.