Rincón de la Poesía

Rosa Juan Mena
San Fernando



  



 
 

EL ALMA DESASIDA DEL VERANO
 


Plural soy en cojines de esta arena y danzo en vivas ascuas estivales
calor soy del mirar incandescente de las pupilas claras del verano
hoces de bajo fuego que persigue la piel por los sudores tatuada
gente que goza el aire llameante mientras otra son brazos del trabajo
hambre de subsistencia entretenida invocación servil de la moneda
acaricio cabellos brazos senos comparto con los jóvenes su gozo
y soy grito en la lengua de sus juegos cual ambiciosa espora entre la espuma 
asimilo las fiestas de la orilla soy gárgola de risas de los niños 
y me enhebro en sus juegos los dilato con la largueza vesperal del ocio
sesteo con la holganza de los padres y con la placidez de las esposas
soy sed y hambre con los refrigerios flameo en la calina de la siesta 
con las lenguas eólicas del aire relato historias de los marineros
hijos de los naufragios y banquetes de peces que trocean sus despojos
(¡olvidad, olvidad el catafalco que la mar tiene oculto en sus entrañas!)
del oleaje su fragor modero y hago atrayente su cristalería
vidriera undosa en trizas estridentes en la canicular fiebre soy brisa
y satén con los dedos del vahaje asomado al pretil de los sentidos
(¡amasad con los restos de tragedias vendas para ilusiones mendicantes¡) 
soy la hamaca invisible del sosiego y en mi feudo de paz ha establecido 
su inviolable palacio la inocencia paseo por terrazas me extravío 
por los bosques de todos los ruidos y músicas radiales destrenzadas
como airones de múltiples compases en el hervor de bares anidados 
soy vibración y en mi latencia asumo el contorno feliz la vid del día 
es ya vendimia en el lagar del orto zumo de amor la playa se embriaga 
con las uvas moradas del ocaso densa la desmemoria sobrevive
perro la mar carlea en las orillas ya cansada de acuáticos senderos
sacude el rabo roto de una ola y entre las rocas tiza espolvorea
yo le acaricio el húmedo plumaje irisado de guiños del poniente
y ella sonríe con temblor de niño por sus dientes de blancos cabrilleos
tan grande en las pleamares ondulantes tan contenta anfitriona de los buques
tan alta en la vidriera de la aurora tan rumorosa entre vestales brisas
tan larga en el alféizar del poniente y ahora pequeñita y moribunda
viene a morir en una concha blanca me mira con sus ojos derrotados
gemelos del crepúsculo que lejos le consuela en su hora postrimera
le pone catafalco de violetas yo también mar me muerdo mi destierro
desgavillado de la gente a trizas el corazón de historias fragmentarias
vengo a desenterrar ayeres restos de tardes con ruinas de mareas
de tardes en que fuimos flor de idilios












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