“Amad el arte, entre todas las mentiras
es la menos mentirosa.” Gustave Flaubert
Aunque se busque el origen de la escuela realista en Balzac, su
verdadero fundador es Gustave Flaubert, el autor de Madame
Bovary. Él fue quien primero puso en práctica, de modo perfecto,
la teoría de que el autor no debe aparecer directa ni
indirectamente en ninguna parte de su obra; ha de permanecer
como impasible ante sus personajes; no ha de dejar que el lector
adivine sus simpatías o antipatías por ellos, ni las doctrinas
que profesa: del modo más impersonal posible; pero también, y
esto es esencialismo, con arte perfecto, equilibrado, sumamente
cuidadoso y sabio. Nada de inspiraciones del momento ni alocados
galopes de una fantasía que no sabe adonde va. Debe saberlo
perfectamente, y obedecer al freno.
Aunque en el novelista haya algo y aun mucho de poeta en prosa,
él quiere que haya mucho más de hombre científico. Observa con
la serenidad de un médico; esculpe cada una de sus frases como
un artista. Llega, sin embargo, el día en que el temperamento
romántico que en sí lleva, y que mantiene con la lectura
entusiasta de Chateaubriand, necesita ancho, magnífico campo
donde volar, y entonces, sin faltar a los más minuciosos datos
de la Historia, crea Salambó, que no existió más que en su
imaginación, proporcionase el regalo de soñar en la civilización
cartaginesa que nos describe, pero se considera obligado a
emprender un viaje a Cartago para conocer la tierra, para sentir
el ambiente. Se le considera fundador de la moderna novela
realista y precursor del naturalismo.
En Flaubert se encuentran las dos tendencias, Romanticismo y
Realismo, fuertemente entremezclados. Su temperamento y el de
los personajes más importantes de sus novelas (la propia Madame
Bovary) es esencialmente romántico, pero la observación metódica
y objetiva que aparece en sus novelas, lo enmarca plenamente en
el Realismo. Esta observación rigurosa y una vasta documentación
constituyen las bases de sus novelas. Característica de
Flaubert, aparte de la ya mencionada observación rigurosa y
metódica, es la búsqueda de la objetividad, aunque su visión
personal y pesimista de cuanto le rodea se deja traslucir con
frecuencia. En cuanto a la forma, busca la belleza ante todo,
pero una belleza que resulte del acuerdo total entre forma y
pensamiento. De ahí que sus manuscritos estén corregidos una y
otra vez, hasta encontrar la expresión que le satisfacía.
Ejerció notable influencia entre los novelistas españoles del
siglo XIX, especialmente en Pérez Galdós.
Gustave Flaubert nace en Ruan, Alta Normandía, el 12 de
diciembre de 1821 y muere en Croisset, Baja Normandía, el 8 de
mayo de 1880. Su padre, cirujano jefe del Hospital de Ruan,
sirvió como modelo para el personaje del doctor Lariviere en
Madame Bovary. Flaubert estudia en el Colegio Real de Ruan y más
tarde en el Liceo de Ruan sin demasiado entusiasmo. Manifestó
desde niño una precoz pasión por la literatura que le llevó a
fundar de muy joven la revista literaria Colibrí que redactó
íntegramente. En el sorteo para el servicio militar resulta
exento, iniciando entonces sin demasiada convicción los estudios
de Derecho en París. En 1844, Flaubert que ama el campo y
detesta la ciudad deja los estudios de Derecho y abandona París,
regresando a Croisset, cerca de Ruan, donde vivió con su madre.
Allí llevó una vida gris, cuya monotonía rompieron solo algunos
viajes por África y Oriente Medio. Aquejado de una dolencia
nerviosa, contrariado por su familia en su vocación literaria,
pudieron tales circunstancias contribuir al carácter lento y
elaborado de su quehacer literario, con un esmero detallista que
alcanzaba caracteres patológicos. En 1846 comienza una
atormentada relación con la poetisa Louise Colety que durará
diez años, resultando de ella una importantísima
correspondencia, las cartas que le dirigió fueron preservadas.
En París asiste a la Revolución de 1848 a la que observa con una
mirada muy crítica. Flaubert envejece rápidamente a partir de
1870 y parecía un anciano cuando falleció en 1880, a la edad de
58 años.
De su obra citamos Madame Bovary (1857), su obra más celebrada,
que, al tiempo de su aparición, le costó un proceso por ataques
a la moral, excelente retrato de una mujer insatisfecha
sentimental y socialmente que trata buscar salida en el
adulterio, Salambó (1862), magnífica y erudita evocación de la
vida cartaginesa, La educación sentimental (1863-1869),
inspirada en su gran pasión insatisfecha por Elise Foucault, a
la que había conocido en 1836, La tentación de San Antonio
(1874), libro cuya elaboración le llevó veinticinco años, y
Bouvard y Pécuchet (aparecida después de su muerte, en 1881),
lograda sátira de la mentalidad burguesa.
Flaubert fue el primero en llevar a la novela un trabajo asiduo
y escrupuloso, un apasionado culto al estilo, un cuidado
constante de la precisión y de la perfección. Tiene más talante
que genio y, salvo en su primera obra, se advierten
demasiadamente en su producción la labor de documentación , el
esfuerzo y la lucha entre su temperamento y su doctrina
literaria. Su situación en la literatura y su influencia en
todas los países han sido considerables.
Las teorías de Flaubert inauguraron la era de mayor esplendor de
la novela moderna. No ha vuelto a ser ésta lo que fue en la
época realista, primero, y naturalista después, considerada
puramente como obra de arte, y aunque hoy haya especial empeño
en negarlo.
Y como nos dijera el escritor francés: “El futuro nos tortura y
el pasado nos encadena. He ahí por qué se nos escapa el
presente”.