Como los sábados acostumbro a ir al supermercado con mi mujer a
hacer algunas compras, pude ver in situ que en las estanterías
dedicadas a los aceites había un vacío bastante grande.
Extrañado, indagué un poco y comprobé que faltaban todas las
botellas de los aceites de girasol, soja y demás semillas. No
quedaba ni una sola botella que no fueran las habituales de
aceites de oliva.
Fue un poco más tarde, en el telediario, cuando dieron la
noticia: "Tras informaciones recibidas desde el departamento de
Sanidad de Francia, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria
desaconseja el consumo de aceite de girasol por haberse
detectado contaminación por hidrocarburos en algunas partidas
llegadas de Ucrania." Más tarde se aclara que la salud de los
posibles consumidores del aceite contaminado no está en riesgo.
En sucesivas noticias nos informaron de que la contaminación
podría deberse a la presencia de hidrocarburos en los tanques de
los buques encargados de su transporte, que hubiesen
transportado cargas de estos productos sin haberse limpiado en
forma apropiada. El domingo y lunes le siguen otras
informaciones, entre ellas las de Sanidad y Consumo, que
garantiza que todo el aceite de girasol que está a la venta "a
partir de hoy" en los establecimientos de distribución de todo
el país no ha sido importado de Ucrania, por lo que ofrece todas
las condiciones de calidad y seguridad para los ciudadanos. De
igual forma, y a través de un nuevo comunicado, informaba de que
"queda sin efecto la recomendación a la población de evitar el
consumo de aceite de girasol".
Una alarma en el mercado alimentario hecha por responsables del
Ministerio de Sanidad, aun cuando se especificara claramente el
producto y la marca afectada, crea un mar de dudas en los
consumidores. Pero, sí, además, se lanza a los medios de forma
tan chapucera, sin haber hecho una comprobación exhaustiva del
producto afectado y de su procedencia, de las marcas y tipos de
productos que se deben evitar y una auténtica valoración del
riesgo que pueda suponer su consumo, las dudas se multiplican
para convertirse en caos. La gente se pregunta: ¿Tendré que
tirar las botellas que tengo en casa?, ¿Las latas de atún y
otras conservas estarán contaminadas? ¿Y las papas fritas de
paquetes, que las fríen en aceites de estos? ¿Estaré yo
envenenado, porque ayer comí ensalada y mayonesa con aceite de
ese? Y otras mil más...
Posiblemente, no es otra cosa que la buena voluntad de los
responsables de salud de avisar cuanto antes para evitarles
riesgos a los consumidores lo que origina la chapucera alerta.
Sí. Para que no pase lo de siempre, lo de avisar de que no coman
tal cosa cuando ya están los hospitales llenos. Sin duda,
debemos agradecérselo. Porque, aunque hemos de presumir de que
los encargados de la Sanidad alimentaria en España -como es bien
ostensible en otros Ministerios- no tienen ni medios ni recursos
ni gente suficientes para evitar que nos cuelen productos
contaminados, mal elaborados y conteniendo venenos de todo tipo,
son largos de agudeza e ingenio y están al loro de lo que ocurre
en Francia, Italia y demás países de allende los Pirineos para
aplicar el bonito refrán de "cuando las barbas de tu vecino veas
rapar, pon las tuyas a remojar", que es primorosa manera de
demostrar su gran afán de llegar a ser buenos políticos, y que
se han leído la totalidad de las obras contenidas bajo el
epígrafe de la Novela Picaresca Española.
Y mientras que los hombres de Paco de la vigilancia sanitaria
española tienen que apañarse con cuatro inspectores y fabricarse
los microscopios con cristales de gafas, y mientras que las
mujeres de esta supermoderna España tienen que esperar varios
meses para que le den la cita de tres minutos con el ginecólogo,
la señora ministra de Defensa del país más guay y moderno de
Europa se va de gira por Afganistán, Líbano, Bosnia y otros con
un completo equipo de varios médicos y ginecólogos -amén de
preparársele instalaciones ad hoc en clínicas de los respectivos
lugares- por si acaso a la señora -que, como saben, asumió el
cargo en estado de buena esperanza- se le precisara cualquier
asistencia.
Así que no se preocupen y coman aceites, pollos, ternera y de
todo cuanto quieran, con tranquilidad, despreocupadamente.
Podemos estar tranquilos porque, aquí en España, a pesar de lo
que digan las malas lenguas -y la niña de Rajoy-, los hombre del
gobierno de ZP velan por nuestra salud.