“SÓLO SOY UN HOMBRE”. IN MEMORIAM “Escribir mucho. Aunque haya alguna “gotica” de hiel”
(Domi)
A MODO DE INTRODUCCIÓN
Domiciano García Moreno, “Domi” para sus amigos, ya nunca podrá
leer este estudio, pero sí lo harán aquellos que valoraban su
sabiduría, su gracejo, su sentido del humor y su gran humanidad.
Domiciano llevaba el mismo nombre que su abuelo y llevaba a gala
haber nacido en La Puerta de Segura, allá por los años 20. Para
él la Sierra de Segura, en Jaén, era el locus amoenus, la
arcadia, ese paraíso que nunca se olvida porque es el de la
infancia. Después, las vicisitudes y su trabajo –Militar del
Ejército del Aire y, finalmente, Controlador en el Aeropuerto de
Barajas- lo llevaron a Madrid, en donde ha fallecido este mismo
año.
Domi estuvo muy vinculado al Grupo Literario Omnia, de Alcalá de
Henares y, gracias a sus integrantes y a la revista, “Omnia”,
pudo dar rienda suelta a una de sus aficiones más tempranas: la
poesía. En el grupo lo consideraban el “Decano” y hoy todos se
sienten –nos sentimos- un poco huérfanos sin él. Y es que Domi
escribía desde que era un niño. Por eso hoy le rendimos este
pequeño homenaje y le reconocemos una manera de escribir muy
cercana al pueblo, a lo cotidiano, a los sentimientos, como él
mismo decía, “proseando el verso”. Nuestro poeta decía que “para
escribir hay que leer” y añadía que a él le gustaban mucho
poetas de la talla de Lorca, Rafael León, Chamizo, Gabriel y
Galán, Espronceda y que, en los últimos años, se había acercado
a Mario Benedetti. También, en prosa, se sentía muy cerca de
Miguel Delibes a quien, sin duda, consideraba “merecedor del
Nobel”. Añadía que “Cada uno cuando escribe es su propio dios.
No importa lo bien o lo mal que lo haga, simplemente escribe.
Alguien dijo: “No hay libro malo que no tenga algo bueno”. Ese
alguien, querido amigo Domi, fue Cervantes, un buen modelo, sin
duda.
María Quirós, integrante del grupo “Omnia”, cuando Domi publicó
algunos de sus versos en “Proseando el verso” (2000) le hizo una
pequeña entrevista que nos sirve para centrar un poco más la
personalidad del poeta. María Quirós decía entonces: “...
Domiciano García sabe a campo cuando habla de su tierra; sabe a
mundo cuando filosofa y, sabe a poesía cuando su corazón
recuerda; recuerdos que no son pocos, que echa sobre sus
espaldas con ese aire de don Quijote soñador en busca de su
amada.
“Domi”, como a él le gusta ser llamado, es como el buen vino:
limpio a la vista, de fuerte fragancia y grácil paladar. Y como
el buen vino –a él le gusta el blanco-, hay que tomarlo
despacio, sorbo a sorbo, descubriendo cada una de sus virtudes y
matices”.
Domiciano García era un hombre de una desbordante humanidad que
confesaba también que “Cuando amo escribo y cuando escribo,
amo”.
MIS ANCESTROS (GLORIAS Y MISERIAS)
En 1991, de una manera casi artesanal, Domiciano García decidió
recoger sus vivencias, los recuerdos de su pueblo, sus
familiares y ofrecerlos en forma de libro a sus nietos a quienes
dedica el libro:
“Cuando leas esto. Cuando comprendas
las “historietas” que aquí cuento,
y otras muchas, que en el meollo me dejo,
me dirás que las repita, hasta que aprendas:
¡qué tonto era tu abuelo!. ¡Qué tonto y... qué viejo!”.
Confiesa el autor que el libro se inspira en “Los hornilleros”
de Juan Luis González-Ripoll y añade, muy sincero y espontáneo,
que “Podría incluso aseverar: copiado. Pero como mi humana
condición no me permite alcanzar cotas tales en la narrativa
como las del citado autor, en ocasiones podréis encontrar
párrafos que os induzcan a pensar en el pecado del “plagio”. No
es tal si es que seguir líneas de viejas o nuevas lecturas
ajenas merece otra consideración”. Y es que otra cualidad de
nuestro autor era la humildad y la honradez. Domiciano García
tenía un concepto del plagio bien constructivo, como se lee en
un poema de su otro libro, “Proseando el verso”:
“Son también los sentimientos
plagios, por repetición.
Y lo son los movimientos
que repite el corazón,
que en su continuo vaivén
siempre el mismo, siempre igual,
repiten, hasta que den,
su último viaje: ¡El final!”.
En “Mis ancestros”, revive las costumbres de su pueblo y de toda
la Sierra del Segura, a la vez que rinde un homenaje sentido a
su familia, a sus ancestros. Se entremezcla la prosa con el
verso, puesto que, a menudo, incluye coplillas, jotas y
composiciones de aire popular y folklórico. Es, por así decirlo,
un canto de amor a sus raíces. Cuando habla de uno de sus
abuelos, de quien heredó el nombre dice, de manera llana,
sincera: “Se llamaba, obvio es repetirlo, como y: Domiciano. No
le conocí mote, apodo, ni título que agregar y, digo yo, ¿para
qué? con ese nombrecito...”. Los íntimos le llamaban “hermano
Domiciano”, y nosotros, sus nietos, Papá Nano”.
El libro, en definitiva, está lleno de recuerdos, de vivencias
cercanas a su niñez, a su primera juventud. Además está
hermosamente ilustrado e, incluso, contiene algunas fotos. Es,
por así decirlo, el legado de Domiciano. Una especie de
memorias, pero “memorias de la tribu” porque de él, en
particular, escribe más bien poco.
PROSEANDO EL VERSO
Jacobo Quero, en el prólogo a este libro define a su autor como
“un humanista que comprende al ser humano; un pródigo y mínimo
pararrayos viviente, que la vida mucho le ha enseñado y que
acepta la burla socarrona a cambio de su innata munificiencia
(sic) y generosidad de ánimo; virtudes éstas, que ha dejado
plasmadas en su libro de poesías: “Proseando el verso” que es,
en efecto, inagotable manantial de sabiduría popular”.
Domiciano García no se fija en la métrica ni en el ritmo, él
pretende, simplemente, o ni más ni menos, llegar al corazón de
las personas. Es, por así decirlo, una especie de poeta
medieval, que se quiere acercar a las plazas y, a cambio de un
vaso de vino –blanco- y de un trozo de pan con queso, cantar sus
coplas. Eso pretendía Domiciando García. Su voluntad era férrea
y su vocación también.
“Proseando el verso” contiene un ramillete de poemas que el
autor fue escribiendo a lo largo de 20 años, por tanto, forman
parte de la tercera parte de la vida del autor, del momento en
que pudo dejar, de alguna manera, sus quehaceres laborales, y
dedicarse a las mieles del verso, como un artesano, más que como
un joyero. Así ya nos advierte: “No busco al escribirlos
refinamientos ni exquisiteces. Son producto de auténtico sentir
y humana emoción, que intentan eternizar un momento
vivido/sufrido/sentido... o soñado. Si lo consigo, me sentiré
gratamente confortado”.
a. Melancolía y soledad
Domiciano García, a menudo, se sentía solo y melancólico, sobre
todo, al contemplar el paso del tiempo. Así, cuando habla de la
lluvia, en “Melancolía”, escribe:
“Para algunos eres bendición,
para otros, eres un tormento,
para mí, en mi viejo corazón,
con mayor ya,
que llueve para dentro”.
Al escribir de la soledad decía: “Yo pienso que la soledad,
cuando no es voluntaria, es... ¡horrible!. Y que apartarse del
“mundanal ruido” por deseo propio, es gratificante; pero verse
recluido en uno mismo sin desearlo, sentirse rechazado, es un
poco: ¡morir en vida!”.
De todas maneras, Domi, a veces siente que ha perdido la brújula
y no sabe ya qué camino coger. Necesita ánimos para seguir, un
motivo, una ilusión:
“Desnortado ando el camino
de esta, mi errática vida.
Desnortado, sin sentido
y con la ilusión perdida” (“Desnortado”).
Sabe que en la vida hay lagunas, hay momentos de pérdida, de
vacío, que nunca los otros entenderán del todo nuestras
intenciones y eso le genera angustia y melancolía:
“Quereres, quimeras, ansias de besos reprimidos,
por aquello del ¿qué dirán otras personas
que nunca pueden alcanzar ni comprender
eso que nosotros, con inmenso amor, hicimos” (“Vida de
carencias”).
b. El amor
Para Domi el amor era una bendición que había que buscar y
retener. El amor es algo tan maravilloso que hay que aceptarlo y
no cuestionárselo:
“Si el amor llama a la puerta de tu vida,
sea cual sea, su origen o color,
¡agárralo! Que no se marche, que no
diga que fue su voz, en tu quicio, desoída
y, por eso, a otra puerta se acercó”.
El amor, de manera muy directa, se cuela en los poemas de Domi,
ya sea en forma de celos o, mejor, en forma de besos:
“Un día, que no acabe, por la noche,
con un rezo...
no merece vivirlo.
Como cuando no se siente un verso,
como, cuando un amor, no se sella
con un beso” (“El beso”).
Y defiende el amor en cualquier momento de la vida:
“No hay edad para el amor.
No hay limitación de tiempo,
siempre es propicio el momento,
de reverdecer la flor”. (“Un beso en el ascensor”).
Y es que, gracias al amor, el poeta vuelve a sentirse niño. Ahí
está la gran respuesta, recupera la infancia en aras del amor:
“El corazón no envejece
si está lleno de cariño.
El amor rejuvenece
y te hace sentirte:
Niño” (“Niñeces de hombre”).
Y aún se confiesa loco, por el amor que siente:
“Porque loco sigo amando,
con la misma intensidad
que cuando niño, jugando,
sólo hallaba la verdad
en ir, mi amor, derramando” (“El verbo amar”).
c. La escritura
También Domi, a menudo, se preguntaba por qué escribía, para
quién, qué esperaba de la escritura y la respuesta no puede ser
más directa:
“Si escribir es oficio de escritores
y yo escribo;
si cazar es oficio de cazadores
y yo escribo,
vosotros seguir cazando, que
yo escribo.
Y escribo, porque escribiendo
estoy derramando amores
que murieron
por echar fuera dolores
que ya, ensangretaos, nacieron” (“Por qué escribo”).
Domiciano se sabe hombre y, por lo tanto, limitado. Le
encantaría tener poder y regalar aquello que más falta nos hace
y, sin embargo:
“Pero como solo soy un hombre, te regalo
AMISTAD” (“Si yo fuera”).
Y ahora podríamos preguntar a los amigos de Domi si ese regalo
no fue uno de los mejores que recibieron nunca. Seguro que sí.
d. Los sueños
Sin duda, Domiciano también soñaba y era capaz de pintar esos
sueños que hablaban de amor, de compañía, de recuerdo, de
ilusión:
“Solo en sueños soy feliz
solo en sueños te poseo.
Quiero en mi sueño seguir,
hasta saciar mi deseo”. (“Sueños inconfesables”).
En otro momento escribe:
“Mil versos soñé de noche,
cuando ya, el cuerpo dormido
concentra toda su fuerza
en los sentidos.
Pero al despertar se fueron
corriendo por un camino,
que algún día recorreré,
a buscar sueños perdidos
que se marcharon, de pronto,
sin darles yo, mi permiso” (“Sigue de sueños y soñar”)
Para él el sueño era un escape, una evasión, un intento de asir
otra realidad:
“Quiero soñar momentos que vivimos
y no puedo. Me levanto no despierto:
frío y aturdido” (“Despertares”)
e. La muerte
Domiciano García escribe a menudo de la muerte, pero no de la
muerte en abstracto, sino de la muerte de sus amigos, de
personas que él ha querido, de su familia. Es una muerte, por
así decirlo, más real y cercana, que conmueve y agita nuestros
corazones:
“Porque dicen que morir es también nacer
a una nueva vida.
Es... eso, existir sin envejecer;
estar siempre vivo
sin dejar de ser
lo que siempre fuiste” (“A pagar mi deuda”).
En otro poema leemos:
“Porque se quedó tu vida, ya nada será lo mismo.
Que la vida, desmedida, nos sumerge en el abismo
donde no hay ni bien ni mal” (“Tu casa”).
f. La naturaleza y el paisaje
Domiciano García era un buen observador de la naturaleza, que
cantó a las gentes, a los sentimientos, pero también al paisaje.
En “Amores fluviales”, sin ir más lejos habla del otro río de su
vida, el Manzanares:
“Yo vivo a la vera verita
del Manzanares.
Cuando lo miro, ahí, tan cerquita
lo veo más grande
que tos los mares”.
Dedica una larga composición, titulada “Pueblos”, medio en prosa
medio en verso a esos lugares de España que él tanto amó porque:
“Es que tiene nuestra España,
es que tiene España nuestra,
en sus pueblos y ciudades,
en sus playas y en sus sierras...
Rincones para soñar,
parajes para vivir,
paisajes en donde amar
y Amor para compartir”.
Ahora bien, su pueblo estaba en el centro de su corazón:
“Es un pueblo muy chiquito
con deslumbrante luz;
que conjunta, en lo exquisito,
ser serrano y andaluz” (“Mi pueblo”)
g. La sociedad
Domi también se sabía en un mundo concreto y no obviaba temas
comprometidos, así no es infrecuente el tema de la guerra; pero
a él le gusta más el tono jocoso, de denuncia, aunque con
gracia:
“Si los de antes eran malos
y estos lo son mucho más,
pensemos que los que vengan,
lo van, aún, a empeorar” (“De política”).
No abandona la gracia, aunque la viste de crítica ácida, cuando
habla del paro:
“Franco, esto del obrero
lo tenía bien montao:
los mandaba al extranjero
y aquí no había ni un parao”
Y sigue, aludiendo a la fiesta del trabajo:
“¿Se puede aquí celebrar
la festividad del día,
mientras muchos, sin cenar,
se acuestan ya, algunos días?” (“Cantos populares”)
h. Las mujeres
Domiciano García se rinde, con devoción, a las mujeres, sobre
todo a su madre; María de la Cruz:
“Nombre de mujer recuerdo
que se repite, siempre, siempre al ensoñar.
En su melodía, encuentro,
mas que la letra, el cantar” (“Nombres de Mujer”).
No olvida a las mujeres de su tierra, de la Sierra de Segura:
“Verdeás de pinos y negreás de olivos
en su piel.
Esos dos colores llevan,
pues con ellos, han nacío,
mis mujeres y mis sierras” (“Las mujeres de mi tierra”).
FINAL
Hay muchos poetas, aficionados al arte de engarzar palabras, que
tienen una gracia natural en los ritmos, aún sin saber de
métrica, aún sin saber de retórica. Eso le ocurrió a Domiciano
García Moreno, que siempre tuvo la pluma preparada para ponerla
al servicio de sus amigos, de sus familiares, de sus
sentimientos. Como hemos visto, los sentimientos presidían su
vida, el amor, pero también la melancolía y la soledad. No
olvidaba a sus amigos y les dedicada, a los que se fueron antes
que él, sentidos poemas. Domi proseaba el verso con gracia, con
un punto de humor, a veces tierno, a veces ácido, pero siempre
lleno de humanidad, de desbordante humanidad. Como él mismo
escribiera:
“Amé tanto...
a la niñera, al pobre, al guapo,
al guardia, a la jardinera,
al niño, al malo, a la compañera y
a la pareja que siente amores,
que ve quimeras.
Amé a tantos, que no me queda,
más que el recuerdo de lo que fuera...” (“Otro”).
Gracias, Domi, por tu cariño y gracias por tus versos. Nos queda
el vacío de tu presencia física, siempre dispuesto en “Omnia”,
pero nos quedan tus poemas. Quizá alguien pueda editarlos de
nuevo y darte así, vida y fama.
BIBLIOGRAFÍA
-GARCÍA MORENO, DOMICIANO: “Proseando el verso”, Edición del
autor. Iniciada en 1988 y terminada en 2000.
-GARCÍA MORENO, DOMICIANO: “Mis ancestros (glorias y miserias”),
Edición del autor, Alcalá/Madrid, 1991.
-“Omnia”, Revista Complutense de Creación Literaria, nº 83,
enero-febrero, 2008.
Mi agradecimiento a Purificación Fernández, del Grupo “Omnia”.