En este pequeño pueblo mesetario, apenas nunca sucede nada
cuyo interés trascienda más allá de nuestra demarcación.
Sí tenemos grandes y preciosos monumentos conocidos lejos de
aquí y por gentes de muy diversa clase y condición.
Tenemos un pequeño polígono industrial que consigue llevar
nuestro paro a valores insignificantes.
Por ser eminentemente turístico, nuestra restauración es más
que normal, incluso se dice que por aquí se come muy, pero
que muy bien.
Si de cultura hablamos, tenemos una muy importante oferta de
acontecimientos que nos ocupan muchas tardes de invierno
reunidos en el magnífico teatro del Ayuntamiento. Pero
también en primavera, o en verano y sobre todo en otoño
llenamos nuestro espíritu de obras de teatro clásicas y
modernas; de las sonatas, valses o preludios que nos hacen
languidecer en la penumbra de algún claustro renacentista o
gótico catedralicio y hasta la banda de música, con casi
ochenta voluntarios, ofrece conciertos y desfila, más
festivamente, al son de alegres pasacalles, todo ello sin
olvidarnos de una revista de carácter local que,
periódicamente, se nos ofrece.
En lo político, cuatrienio tras cuatrienio, y elección tras
elección, todo va quedando igual.
Los que mandan lo hacen bien y les dejan repetir -en el
sentido de continuidad, no en el escolar- legislatura tras
legislatura, y ya llevan unas cuantas.
La oposición, por contra, es cambiante; ahora un partido,
ahora otro, a veces un independiente con un grupito de
amigos... en fin, lo sabido.
Es importante decir que cada vez que tiene lugar un “pleno
municipal” y creo que es cada dos meses, si no se cuela por
en medio alguno extraordinario, nos lo ofrecen, enterito, en
circuito cerrado de televisión y tengo que decirles que así
como en alguna ocasión el programa oficial de la cadena
pinchada” hubiera resultado más interesante que el pleno que
lo pincha, otras, casi en todas, es mucho más interesante el
pleno de mi pueblo. Se les ve, se les oye discutir, se les
adivinan voces temblorosas ante exposiciones sin fundamento,
se les identifica por las calles y al frente de sus
negocios. Y eso es bueno aunque, en ocasiones, yo mismo y al
amparo de la amistad que pueda mantener con unos u otros,
les he reprochado, las subidas de tono, los tratamientos
ofensivos y alguna que otra “pasada de frenada”.
Siempre he dicho que no me gustan los políticos en su
condición de políticos, que otra cosa es su vida fuera de
cámara, y lo mantengo.
La ambición, la soberbia, el distanciamiento, no son
cualidades que yo ansíe ni apruebe.
A lo que iba, que todo esto, en lugar de ser una sencilla
introducción, lo he convertido en un rollo patatero.
Quería decir que en una entrevista publicada en un periódico
nacional, con separata de esta provincia, un concejal de la
oposición le faltaba al respeto a nuestro alcalde, como
viene haciendo también en los plenos cuándo éste se lo
permite y antes de que le sea retirada la palabra. Cierto es
que nuestro alcalde tampoco tiene pelos en la lengua y que
el enfrentamiento entre los dos personajes aquí citados,
viene de lejos, quizá sea por cuestiones ancestrales, de
familias o clanes de tiempos lejanos, no lo sé pero lo
cierto es que su enfrentamiento es público y, a veces,
excesivo.
Pero aquí no acaba la cosa. La semana pasada, al día
siguiente de que se publicara la entrevista concedida al
concejal, se publicó, quizá por derecho de réplica, aunque
yo creo que fue por mayor poder, otra en la que quien
respondía era nuestro alcalde.
Lo mejor de ella, de esta segunda entrevista, fue cuando el
alcalde llamó “chiquilicuatre municipal” a su concejal
“preferido”.
Yo me partía de risa al leerlo.
Muchas cosas, el uno y el otro, se han dicho hasta ahora
pero, llamarle chiquilicuatre, eso no tiene posible
superación y no porque lo sea, Dios me libre de afirmar tal
cosa, no tiene posible superación porque en el argot
político, en el cual cabe, como es sabido, el insulto, no
figuraba tal palabreja ni creo que exista otra que la mejore
en claridad y transparencia.
Pensándolo bien quizá no sea un insulto pues, al fin y al
cabo, un personaje artificial y vacío que, en lo artístico,
responde a ese nombre, puede, este año, ganar el Festival de
Eurovisión.
Y yo que creía que semejante estupidez, la del festival ese,
ya no existía.