HOMENAJE A GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ (LA UTOPÍA QUE NO
CESA)
“Mucho tiempo después, frente al pelotón de fusilamiento,
el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde
remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.
(Cien años de soledad)
INTRODUCCIÓN
Cualquier
excusa es buena para escribir acerca de García Márquez, pero el
año 2007, que acabamos de cerrar, ha sido crucial en su vida ya
que Gabriel García Márquez ha estado de celebración porque ha
cumplido 80 años de edad. Su obra emblemática “Cien años de
soledad” ha llegado a los 40 años y han pasado también 25 desde
que recibiera el Premio Nobel de Literatura. Todo eso bien vale
la pena recordarlo de nuevo aunque, bien mirado, no hacen falta
excusas para homenajear a García Márquez ni tampoco fechas
redondas para recordarlo, como las que se han celebrado en 2007.
García Márquez es uno de los autores más importantes del llamado
boom de la novela hispanoamericana.
Entre sus obras cabe citar, sin duda, “El coronel no tiene quien
le escriba”, “Cien años de soledad”, “El otoño del patriarca”,
“Cuentos de la Mamá Grande”, “Ojos de perro azul y otros
cuentos”, “Crónica de una muerte anunciada”, “El amor en tiempos
del cólera”, “Doce cuentos peregrinos” y varios más, como sus
memorias “Vivir para contarla”.
Los
demonios de su vida son el tema de su obra. Hechos, personas,
sueños, mitos y presencias o ausencias, cuya vida o muerte lo
enemistaron con la realidad, se grabaron en su memoria y
atormentaron su espíritu. Por eso, trata de recuperarlos o
exorcizarlos con la palabra. García Márquez no escribe sobre
nada que no haya sucedido. Todo lo que él escribe ha pasado
(afirma que lo creó y vivió hasta los 9 años en que estuvo en
casa de sus abuelos).
García Márquez nació en Aracataca (Colombia), muy cerca de Santa
Marta, que aparece siempre en sus obras.
Además de sus recuerdos, infancia, viajes hay que hablar de sus
lecturas (sobre todo Faulkner). Su obra constituye una
concentración de temas y su análisis muestra la reiteración de
elementos turbulentos. La concepción del tiempo rige estas
alteraciones. El tiempo desde el punto de vista histórico o
individual no retrocede ni avanza, sino que se mueve en redondo.
Es un espacio circular, cerrado. Macondo es más un ambiente de
sugerencias que un lugar visible. Espacios que se condensan en
espacios menores; pero que siempre son espacios cósmicos. Los
acontecimientos parecen numerosos; pero no pasan muchas cosas
porque las mismas cosas pasan muchas veces.
EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA Y CIEN AÑOS DE
SOLEDAD
El
Coronel no tiene quien le escriba (1961) es la primera novela
que escribió. Pese al tiempo transcurrido, es una historia
actual que habla del poco reconocimiento que se tiene hacia
personas que, en algún momento, han servido a una causa y de la
progresiva pérdida de dignidad de estas personas que viven en un
casi abandono por parte de las instituciones.
El Coronel lleva esperando su pensión de guerra desde hace más
de 15 años y todos los viernes acude al reparto del correo; pero
nunca llega nada y todo son promesas. Mientras, ellos, su mujer
y él, no tienen qué llevarse a la boca. Ya no queda nada valioso
para empeñar y su única propiedad es un gallo de pelea que él se
resiste a malvender, pese a la opinión de su esposa, una mujer
fuerte, que está ya viniéndose abajo.
La novela muestra una continuidad narrativa y se puede leer –se
debe, diría yo- de un tirón para no perder ni un ápice de su
frescura y espontaneidad. Parece que el autor se inspiró, para
escribirla, en la figura de un “hombre que esperaba una lancha a
orillas del caño, en el mercado de Baranquilla”. Este hombre
solitario y taciturno fue el punto de partida de la novela breve
que estamos reseñando aquí. Y también es el embrión de Macondo y
toda la saga de los Buendía que García Márquez no tardó en
abordar con Cien años de soledad. En El Coronel no tiene quien
le escriba no es Aureliano Buendía el protagonista, aunque ya se
le menciona en un momento, así como a Macondo, la imaginaria
población (o no tan imaginaria) creada por el autor colombiano
que rendía homenaje, de esta manera, a sus raíces, a sus
ancestros.
La muerte, la enfermedad, el abandono, la burocracia, la
soledad, las ilusiones marchitas y otros aspectos aparecen en
las páginas de esta novela, breve en el número de páginas, pero
intensa en los sentimientos que alborota y deja en carne viva.
El autor no se desvía para nada del hilo argumental y sigue una
cronología recta, como si fuese una película y quizá influido,
precisamente, por el lenguaje cinematográfico que tanto
admiraba.
En suma, esta primera novela del Nobel colombiano no nos
defraudará; al contrario nos servirá de estímulo y acicate para
leer el resto de sus obras si no lo hemos hecho ya o para
releerlas, que siempre es un buen momento.
Cien
años de soledad (1967) es una obra mítica que trata de la
emigración y de la fundación de una ciudad, protagonizada por la
familia Buendía y ambientada en Macondo, pueblo que refleja el
de su infancia. La novela refleja todo un universo narrativo y
es una parábola de Hispanoamérica, pero también habla de
problemas eternos, como la muerte, la soledad o el dolor. La
novela se sitúa en lo que ha dado en llamarse “realismo mágico”
y su lectura, sin duda, nos sorprende una y otra vez. En ella se
concentran todos los demonios familiares del autor, así como
toda su infancia y su pensamiento.
CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
En 1981, Gabriel García Márquez publica Crónica de una muerte
anunciada, simbiosis entre el relato literario y el reportaje
periodístico. El buen hacer periodístico del autor se ha
demostrado con vastas colecciones de artículos. Y es este saber
hacer el que sustenta esta singular Crónica-novela relacionada
con un acontecimiento real.
Crónica
de una muerte anunciada es fiel a una visión pesimista del
autor. Es una de las obras más inquietantes de su autor. Se
inicia con la muerte de Santiago Nasar y, pese a saber ya el
final, atrapa al lector desde el principio de la lectura. Los
asesinos actúan guiados por la fuerza del honor. No se llega a
saber nunca si Santiago Nasar es de veras culpable, de modo que,
leída metafóricamente, la novela pone en tela de juicio nuestra
comprensión de la realidad. No sólo el misterio queda sin
explicar, sino también es inexplicable el hecho de que nadie
intente seriamente impedir un asesinato pregonado anteriormente
a los cuatro vientos. En las historias de asesinatos
convencionales, normalmente se plantea una explicación en
términos racionales que nos permiten confirmar nuestra cómoda
presuposición de que vivimos en un mundo comprensible y entre
personas cuyo comportamiento es también generalmente
comprensible.
Crónica de una muerte anunciada, en cambio, sugiere lo
contrario: no entendemos lo sucedido. Otro elemento que complica
la historia es el papel de la fatalidad, mediante una serie de
premoniciones que pasan inadvertidas o mal entendidas, y de
advertimientos que no llegan al protagonista o de los que se
hace caso omiso. Desde la época de los románticos, la fatalidad
ha simbolizado en la literatura el colapso de la confianza en la
Divina Providencia. También Crónica de una muerte anunciada
ilustra de nuevo la actitud crítica de García Márquez frente a
sus compatriotas. Queda manifiesta la responsabilidad colectiva
de los vecinos del lugar, sobre todo, cuando el narrador se
refiere a “una muerte cuyos culpables podíamos ser todos”. La
casi indiferencia de los líderes de la comunidad y la
despreocupación de los demás durante las horas anteriores al
crimen confirman una vez más la pobreza moral que tan
frecuentemente caracteriza el comportamiento de los personajes
de García Márquez.
MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES
Su
última novela, hasta la fecha, es Memoria de mis putas tristes
(2004). Hacía 10 años que Gabriel García Márquez no publicaba
una novela, aunque sí la primera parte de sus memorias, Vivir
para contarla. El Premio Nobel colombiano retoma el mundo de la
narrativa con esta obra, una novela breve en número de páginas.
En ella el maestro hace gala, como era de esperar, de sus artes
literarias y de toda su sensibilidad. Acaso el título nos
engañe, pero la novela contada en primera persona explica la
vida de un hombre que acaba de cumplir 90 años y que se enamora
de una niña de 14.
El anciano –aunque quizá no debamos llamarlo así- reflexiona
acerca de su vida, sus padres, su casa, las mujeres que amó, sus
pasiones, su trabajo, la música, la literatura, la pintura... La
novela, pues, es mucho más que una novela de amor, aunque sin
dejar de serlo. Es una historia de ternura, de superación, de
ilusión. Es un canto a la vida y a la memoria.
El narrador de la novela, el mal llamado anciano, inicia de esta
forma su relato: “El año de mis noventa años quise regalarme una
noche de amor loco con una adolescente virgen”. Es un hombre que
se define a sí mismo como feo, tímido y anacrónico. Fue maestro
de gramática, inflador de cables durante 40 años y escribe una
columna dominical en el periódico desde hace más de 50 años. A
los 12 años perdió la virginidad y desde entonces todas sus
relaciones fueron pagando. No pudo casarse, así lo dice él,
porque “las putas” se lo impidieron. A los 20 años inició un
registro con el nombre de todas estas mujeres; de ahí el porqué
del título.
El hombre, cuando cumple los 90 años, decide, pues, tener una
aventura distinta, dada su edad; pero no se engañe el lector
porque cuando acude al lugar de la cita, en casa de una vieja
madame, la niña, a la que él llama Delgadina, está dormida y así
estará siempre. Él se enamora de una idea, más bien, porque la
muchacha duerme todas esas noches y eso le permite al
protagonista dar rienda suelta a su imaginación y vivir un amor
como nunca nos hubiésemos imaginado.
En 109 páginas se desgrana el año tan intenso que vive el
narrador desde que cumplió los 90 hasta que cumple los 91. Al
fin y al cabo, la novela es un canto a la vida más allá de las
convenciones sociales porque lo que importa, bien cierto es, no
siempre es la edad.
REFLEXIÓN FINAL
En definitiva, son muchos y variados los motivos que el lector
tiene y tendrá para leer a García Márquez; aquí nos hemos
limitado a señalar, de manera muy general, algunos rasgos de
ciertas novelas suyas.
Y nada mejor para cerrar este apresurado bosquejo que unas
palabras del discurso que pronunció el autor cuando fue a
recoger el Nobel: “... los inventores de fábulas que todo lo
creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es
demasiado tarde para emprender la creación de la utopía
contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie
pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras
sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las
estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para
siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.